Visiones

Hugo Ortiz: ecos de una vida dedicada al arte

Jerusalén año Cero4Jerusalén año Cero. Grafito sobre madera, 2009

Poseedor de una mirada crítica que encuentra cauces tanto en el cartón político como en la pintura y la escultura, el artista Hugo Ortiz se mueve con maestría y fluidez en la disciplina que se proponga, logrando piezas de una manufactura minuciosa y de alta calidad. “Foro ilustrado”, caricatura presente en cada número de Voz de la tribu, lo demuestra. Su compromiso con las problemáticas sociales y el acompañamiento a la UAEM en la defensa por la autonomía, lo han convertido en una de las principales voces de la comunidad cultural de Morelos.


 

La diversidad de la obra de Hugo Ortiz hace preguntarnos sobre la multiplicidad de matices que conforman la personalidad o, en este caso específico, sobre la multiplicidad de matices que conforman la personalidad del artista.

El nacido en el estado de Guerrero, México, en el año de 1980, es un artista plástico, un creador o, como él mismo prefiere ser concebido, un pintor. Tan sólo un pintor que lo mismo se presenta como un alquimista del arte –siempre en la búsqueda de nuevos soportes para su obra– o de manera paralela como un profesor comprometido tanto con sus alumnos, como con la comunidad en general.

Sin caer en estériles ideologías meramente pragmáticas, Hugo Ortiz concibe el arte como una herramienta cuyo impacto debe florecer en la sociedad. Se trata de un discurso creativo que ha venido cultivando desde su formación como artista plástico en la Licenciatura en Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). La máxima casa de estudios de la entidad ha sido su hogar y también un espacio primigenio para la evolución de su obra.

En 2013 fue comisionado por las autoridades universitarias para desarrollar una serie de murales y esculturas con un enfoque académico, a efecto de mejorar visualmente los espacios y edificios de la institución. Las diversas actividades culturales llevadas a cabo con la misma premisa, se convirtieron en el proyecto denominado “Transformación visual de la UAEM”, que continúa hasta la actualidad.

Hugo Ortiz

En este proyecto de alcances patrimoniales, Ortiz sorprende por sus propuestas creativas, donde el arte demuestra ser parte primigenio del desarrollo intelectual de la comunidad universitaria. Cada pieza, cada trazo, abonan a la identidad y al reconocimiento de los valores de una institución pública, socialmente responsable y con una proyección ética que responda a las necesidades actuales del estado y del país. Con el mismo afán colaborativo, el artista se desempeña como técnico cultural y colaborador de la Gaceta y de la revista Voz de la tribu, publicaciones de la misma Universidad.

Su labor fuera de la UAEM también va encaminada a tener un eco entre la sociedad. Ha impartido cursos para niños, jóvenes y adultos, donde ha puesto a prueba un método de enseñanza del dibujo, basado en un proceso lúdico formativo que estimula la creatividad y la psicomotricidad. Por todo lo anterior, se ha hecho merecedor a varios premios y reconocimientos, tanto por trayectoria, concursos, apoyo como juez en diversos certámenes de arte, y por su labor en cuanto a dibujo, pintura y escultura se refiere.

El trabajo de Ortiz se encuentra sustentado en una proyección tanto nacional como internacional que ya cuenta con trece exposiciones individuales y veintinueve colectivas. Su obra ha conquistado espectadores de Nueva York, en Estados Unidos; Puebla, Querétaro, Veracruz, Morelos, Guerrero y Guadalajara. Y ha participado en diversos performances y subastas a beneficio de asociaciones civiles que apoyan a los sectores más necesitados de la población. Además, fue invitado a presentar parte de su obra en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago.

Su propuesta pictórica y escultórica se basa en la experimentación y la combinación de materiales con la finalidad de hallar nuevas posibilidades expresivas de éstos. Siguiendo los parámetros del realismo, el discurso se encara con la identidad colectiva e individual del ser humano. En esta identidad habitan dos mundos: el ordinario, que nos cuestiona “¿qué somos?”, tal vez mitos, creencias, una historia de circunstancias. Y el espiritual, en donde la pregunta es “¿quiénes somos?”

Jerusalén año Cero. Grafito y tinta sobre madera, 2009
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De esta manera el artista va tejiendo, poco a poco, una propuesta múltiple, cambiante, ecléctica en algunos casos, pero siempre sustentada en la necesidad de descifrar los andamiajes y claroscuros que se imbrican para gestar las personalidades, para gestar el aliento primero, la esencia vital del ser, que se refleja en el cuerpo humano: símbolo recurrente en su obra. Hugo Ortiz considera la anatomía humana como un lugar privilegiado del individuo, donde coexisten estos dos mundos, el ordinario y el espiritual, que al fusionarse logran contar historias que no sucederían jamás.

Sus obras convergen en un punto donde el silencio, la oscuridad, el no decir, el espacio en tinieblas, invitan a tejer historias individuales de cada dibujo a partir de una memoria colectiva, sugerida por rostros y cuerpos humanos en diversas posiciones. Algunas nostálgicas, otras reflexivas, unas más con una palabra a punto de nacer de los labios. Figuras que son hilvanadas a partir de materia onírica y que, en las manos de Hugo Ortiz, logran presentarse más allá de la quimera.

Con las mismas inquietudes personales, Ortiz ha ganado un lugar privilegiado como editorialista gráfico e ilustrador del periodismo morelense y nacional. Durante un lustro, presentó sus cartones en las páginas del diario La Jornada Morelos, en las que expuso la dolorosa verdad que vivimos en el país y en el estado, a través de un humor ácido, desgarrador e inquietante.

En sus dibujos, tensa el humor hasta el absurdo y éste le permite desvelar situaciones que se hallan al otro lado del telón de la escena pública. Es un observador del mundo, es una mirada atenta al acontecer de los días, una consciencia que muestra su interpretación del hecho histórico en trazos que se convierten en caricatura.

Desde estas múltiples trincheras artísticas, se demuestra cómo el trabajo de Ortiz es cambiante. De una a otra serie de obras, muestra dejos de realidades sin paralelo alguno, veredas pictóricas que se bifurcan y encuentran su manantial primigenio en espacios irreconocibles entre sí, tanto técnica como temáticamente.

Como un explorador del arte, Hugo Ortiz evoluciona en su trabajo mientras experimenta con nuevas posibilidades que vayan encaminadas a gestar obras tan únicas como extraordinarias, en las que el espectador encuentre experiencias estéticas. Es de esta forma cómo Ortiz encamina su labor a proponer piezas trascendentales, pues sabe que el arte no puede concebirse sin revelar, si no la verdad, por lo menos algunos visos de ésta.  

 

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