¿Existe una idea precisa de lo que significa que en un estado de las dimensiones de Morelos se hablen 34 lenguas? Basado en cifras oficiales, el autor de este texto nos presenta una reflexión sobre lo indígena en tierras morelenses y las connotaciones que ha adquirido. En el marco de la publicación del Atlas de las culturas de los pueblos de Morelos (UAEM, 2017), que puedes consultar de manera gratuita aquí, te compartimos un fragmento de un ensayo que compone dicha obra.
La invitación para participaren este libro fue para escribir sobre los pueblos indígenas de Morelos, lo que siempre será necesario dado el poco conocimiento y los muchos prejuicios que sobre el tema tiene la población no indígena; sin embargo, para ir más allá de una mera etnografía con la información básica, dura y fría sobre su ubicación, población y “costumbres”, aprovecharé el espacio para tocar temas relacionados con lo que comúnmente se considera loindígena, desde su definición hasta su vivencia, cómo son concebidos y cómo se conciben ellos mismos, su posición y relación con la sociedad nacional que con frecuencia se enorgullece por su glorioso pasado, pero se avergüenza por su lastimoso presente.
Para empezar prefiero hablar no de los indígenas, sino de los pueblos originarios, y esto no es por una cuestión semántica, sino que tiene implicaciones y consecuencias mayores. Cada uno de los capítulos que integran este libro tratará con la debida profundidad los principales elementos que en su conjunto conforman una cultura, que en este caso se trata aquélla que han creado y recrean cotidianamente los pueblos originarios del estado de Morelos, y que muchas veces aun sin saberlo la viven, disfrutan y usufructúan muchas más personas mestizas que ven lo indígena muy lejano y ajeno.
Para entender estas reacciones comencemos por recordar cuáles son los elementos que constituyen una cultura. Son todos los que construye y realiza un grupo humano: lengua, vestido, alimentación, vivienda, tecnología, creencias, festividades, ceremonias, religión, arte, normas, trabajo, organización y relaciones sociales. Una cultura está conformada por todo aquello que Toledo y Barrera conceptualizan como cosmos, corpusy praxis: el cosmoses el conjunto de creencias, el corpusel sistema de conocimientos y la praxisel conjunto de prácticas productivas y cotidianas, todo enmarcado en un ethosque representa las normas y que en conjunto forman un Todo holónen el que interactúan todos sus componentes. Quien participa y comparte estos elementos pertenece a ese grupo social. También es importante mencionar que toda cultura es dinámica, es decir, que cambia constantemente, se adapta a los cambios sociales, ambientales, tecnológicos; toma elementos de otros grupos y modifica los propios por necesidad, conveniencia o por imposición.
Es sabida la historia del término “indio” con el que se denominó a los naturales de este continente, por la creencia de los “descubridores” de haber llegado a las Indias Orientales en su intento por encontrar nuevas rutas para el comercio. El término indio no tendría mayores consecuencias si no estuviera ligado a un proceso de conquista, exterminio, despojo y explotación. Este proceso que lleva cinco siglos, desde la Conquista hasta nuestros días, dejó pueblos sobrevivientes con culturas fracturadas, estropeadas, desestructuradas en cuanto a su organización política, social y sobre todo económica, quedando siempre en el estrato más deteriorado, por lo que se les identificó, desde aquel entonces y hasta nuestros días, con la pobreza como característica más visible.
Pero, ¿quién define lo indígena? Es una categoría clasificatoria impuesta por los no indígenas; en muchas lenguas la palabra con la que se autonombran los diferentes pueblos originarios significa “la gente”, “el pueblo”, “los verdaderos hombres”, a veces en forma textual; otras veces hacen referencia al sitio donde viven, a la toponimia, por eso está “la gente del valle”, “la gente de la montaña”, o como los tohono o’otamde Sonora cuyo significado es la “gente del desierto”, o bien los cucapá de Baja California que significa la “gente del río”, en referencia al río Colorado; también se alude a ciertas características del grupo, como por ejemplo en Oaxaca los mixeso ayuukque significa “gente del idioma elegante”, o los Chinantecos, que significa “gente de palabra antigua”; o los yoremes o yaquis de Sonora que significa “el pueblo que respeta la tradición”, que sería una forma de decir quienes practican y comparten la tradición.
También están las palabras con las que, con un sentido peyorativo, se denomina a una persona o un grupo, y vemos cómo esa persona o grupo utiliza la misma palabra como reivindicación positiva y la transforma en su beneficio, como sucedió con los afroamericanos en Estados Unidos que transformaron el término níger en black powero en el eslogan black is beautiful; o los chicanos con el chicano power. Un ejemplo también son los yaquis y la denominación que a este grupo le impusieron los mestizos sonorenses llamándoles “tribu yaqui” con la carga peyorativa que implica el término “tribu” debido al atraso que representa en una escala evolutiva; hoy los yaquis se presentan con orgullo como miembros de la “tribu yaqui”, lo mismo sucede con muchos otros pueblos originarios que tratan de reivindicar el término indígenae indiopara invertir su sentido y convertirlo en bandera de lucha o signo de identidad. El llamado “movimiento indio” tiene también esa intención de dignificar lo indio. También encontramos casos como los purépechas de Michoacán quienes tienen una palabra para nombrar a los mestizos: turises,cuyo significado es “la gente sin razón”.
¿Qué define lo indígena? Nuevamente es el no indígena quien, a partir de las diferencias con respecto de su propia cultura, establece las características de aquél que no es igual a su grupo. El mestizo es etnocentrista. Se llama “etnocentrismo” a la posición de una persona o grupo que establece como parámetro ideal a su propia cultura, que la considera en la cima de la escala evolutiva y desde ahí califica a las demás culturas. Desde ese ángulo, es indígena quien tenga costumbres diferentes a las del grupo dominante y, bajo ese criterio etnocentrista, esas costumbres se consideran inferiores, atrasadas e irracionales.
En un país racista como México –hablo de todos los estados; Morelos no es la excepción–, el término indígenasiempre se relaciona con pobreza, atraso, indolencia, ignorancia, pereza e incapacidad para participar y sumarse al desarrollo de la sociedad; se considera que el indígena carga como un lastre el apego a sus costumbres. La pobreza se atribuye a que es indígena, o sea a su condición étnica y no se reconoce que es resultado del despojo y explotación del que ha sido objeto, desde la Conquista hasta nuestros días.
Cuando se habla o se piensa en alguno de los elementos de las culturas originarias, aun sin proponérselo se hace una comparación con la propia cultura, lo que inevitablemente genera juicios de valor: ¿qué tan parecida o qué tan alejada está esa cultura de la nuestra? Y por lo tanto, ¿qué tan precientífica, tan rural, tan poco racional y, por supuesto, qué tan atrasada, sólo explicable por su condición de indígena? Es decir, que en el imaginario colectivo, lo indígena siempre está vinculado a la pobreza y un factor se considera la causa o el efecto del otro: es pobre porque es indígena o es indígena porque es pobre.
Retomaremos estas reflexiones más adelante para mostrar a continuación los datos duros. La información oficial de los censos da cuenta de aquéllos que se identifican y declaran como indígenas de acuerdo al criterio de autoadscripción, sin embargo, los censos arrojan cifras que nos impiden visualizar al conglomerado social que cuenta con elementos de la cultura originaria de Morelos; es decir, los censos marcan separaciones y diferencias entre indígenas y no indígenas, que en la vida cotidiana no existen y esto es precisamente el propósito de este texto: mostrar que existe un mestizaje cultural gracias al cual existen más elementos de las culturas originarias entre nosotros, los mestizos, de los que muchas personas quisieran aceptar.
Datos y números
Hay cifras que establecen que los indígenas en Morelos suman alrededor de 300 000 (lo que representa cerca del 18% de la población total del estado), de los cuales 30 000 son nahuatlatos, es decir, hablantes del náhuatl. Las cifras más cautelosas señalan a un 10% de la población de Morelos como indígena, lo que es equivalente a la proporción nacional. En el plano nacional se menciona con frecuencia y hasta con orgullo en los discursos oficiales, la diversidad cultural que nos caracteriza como país, sin embargo, en Morelos la negación y el desconocimiento de este sector entre la población mestiza es notorio.
En cuanto a la lengua tenemos que la población de tres años y en adelante que habla alguna lengua indígena en Morelos suma un total de 31 905 habitantes. Entre todos ellos hablan un total de 34 diferentes lenguas, entre las que destacan el náhuatl, hablado por 19 509 habitates que representan el 61% de los hablantes, le sigue el mixteco con 5 517 hablantes que constituyen el 17% del total; en tercer lugar se ubica el tlapaneco y los que hablan otras lenguas no especificadas que en total representan el 13%, es decir, 4 079 hablantes. El 9% restante está conformado por hablantes de 31 diferentes lenguas.
¿Tenemos idea de lo que significa que en un estado de las dimensiones de Morelos se hablen 34 lenguas? Se menciona mucho el carácter cosmopolita de Cuernavaca porque debido a las bondades de su clima es residencia de muchos extranjeros. Sin embargo, nunca hemos reparado en lo que significa que existan representantes de 34 diferentes culturas originarias de México asentadas también en Cuernavaca, aunque no precisamente por las bondades de su clima, sino por necesidades de otra índole.
Los principales municipios en los que se concentra la población indígena de tres años de edad y más son: Cuautla con 5 133; Cuernavaca con 4 071; Temixco con 3 981; Tetela del Volcán con 3 028; Ayala con 2 677; Tepoztlán con 2 229; Jiutepec con 1 992; Puente de Ixtla con 1 626, y Yautepec con 1 278 habitantes.
Con un poco de atención podemos escuchar el náhuatl en los mercados, en las construcciones, en el servicio doméstico, en los viveros de plantas ornamentales, en los tianguis de artesanos y en muchos otros lugares.
En la Constitución se define a los pueblos indígenas como “aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas” (artículo y párrafo segundo). Éstos son elementos de definición tomados del Convenio 169 sobre derechos de los pueblos indígenas de la Organización Internacional del Trabajo.
Para fines muy concretos en términos jurídicos, en cuanto al reconocimiento de derechos, es necesaria una definición de este tipo, ya que los conflictos de tierras, aguas, manejo de recursos, participación y organización política, entre otros, requieren de un sujeto social que se defina bajo la categoría de “indígena” para reclamar derechos específicos.
Es justo reconocer los avances que ha habido en cuanto a los criterios para que los ciudadanos se puedan definir como indígenas y respecto al reconocimiento de sus derechos como tales. Sin embargo, ése no es el objetivo de este apartado, lo que queremos destacar en este capítulo es la aportación tan grande que han hecho y siguen haciendo los pueblos originarios de Morelos, así como el desconocimiento e incluso negación que se hace de este hecho. El origen está en el racismo, la negación del componente indígena en nuestra cultura.
Más allá del inocultable mestizaje genético del mexicano y del morelense, manifiesto en el color de piel y en el fenotipo, es decir, en el aspecto físico; el componente indígena de nuestra cultura lo podemos palpar en nuestro mestizaje cultural, en el ejercicio de nuestros quehaceres cotidianos; ahí es donde se observan de manera fehaciente las aportaciones indígenas.
La definición de la Constitución deja abierta una rendija al mencionar que indígenas son “aquéllos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas”.Las cursivas son mías, porque quiero destacar que esa “parte de ellas” al no estar definida con precisión implica que, con sólo conservar algún elemento de las instituciones originarias, un individuo o pueblo puede declararse como indígena, y esto está sustentado como propuesta en los párrafos siguientes.
Si a las cifras oficiales de los censos les sumamos las de los campesinos del estado de Morelos, que sin declararse o reconocerse como indígenas tienen una evidente matriz cultural indígena, tenemos que la población que compartela cultura de los pueblos originarios crece notablemente porque este sector campesino está conformado por una buena parte de la población de 29 municipios, evidentemente rurales, de los 33 que integran el estado.
Esta compartición de elementos culturales se pone de manifiesto en la vida cotidiana, en las fiestas patronales, en las danzas y el brinco del chinelo; en las bandas de viento, en la gastronomía y la comida de recolección; en la organización comunitaria de los pueblos, en la organización por barrios, las cofradías, las mayordomías, en las asambleas, en la vida organizada en torno de los cultivos, en el ciclo agrícola que marca los tiempos sociales con la milpa en primer término.
En el mismo sentido podemos decir que la suma de este sector campesino “no indígena” al que nos hemos referido, que participa en la cultura de los pueblos originarios, crece aún más si le agregamos la población urbana actual, pero con un muy reciente pasado rural, que por lo tanto, conserva usos, costumbres y formas campesinas de ser, cuyo origen está en los pueblos originarios, aunque ahora vivan en zonas urbanas. Los siguientes datos nos permiten esclarecer esta hipótesis.
En la última década, el 70% de la población del estado se ha concentrado en sólo cuatro municipios: Cuernavaca, Temixco, Jiutepec y Emiliano Zapata; no es que sea una población culturalmente urbana, sino que es una población que se ha ido asentando en zonas urbanas, pero que mantiene una cultura rural.
En esta zona de cuatro municipios que amenaza con convertirse en un gigantesco conglomerado urbano, es común encontrar milpas entre las casas, en los solares, en pequeños espacios robados al inexistente trazo urbano, y al mismo tiempo que el canto de los gallos molesta a los citadinos que llegan a sus casas de fin de semana, éstos también se congratulan con el desayuno típico de pueblo que les prepara su trabajadora doméstica.
Los cuetes de las fiestas patronales se dejan oír en todos los pueblos y ciudades del estado. Tan sólo en el municipio de Cuernavaca hay 12 pueblos indígenas, es decir, 12 pueblos cuya tenencia de la tierra se conoce como “bienes comunales”, es decir, de origen indígena.
Con estos datos nos quedan en el ánimolas preguntas: ¿quiénes son los indígenas y quiénes no lo son?, ¿quién produce, recrea y consume la cultura indígena?, ¿cuándo se exalta, cuándo se esconde y cuándo se expropia?
En el mapa siguiente podemos observar los municipios con población de tres años y más que habla una lengua indígena.
Independientemente de que se hable o no la lengua náhuatl, quien conozca el estado de Morelos no va a poder negar la presencia del componente indígena en los municipios del oriente del estado como lo son Zacualpan de Amilpas, Temoac, Jantetelco, Jonacatepec, Axochiapan y Tepalcingo; municipios en los que las fiestas patronales, los tianguis y la organización comunitaria, entre muchos rasgos más, ponen de manifiesto la existencia de una matriz cultural indígena. Lo mismo podríamos decir de los municipios del norte del estado como Ocuituco, Yecapixtla, Atlatlahucan, Tlayacapan, Totolapan y Tlalnepantla.
Con lo anterior no estoy proponiendo que lo único que existe son los pueblos indígenas, lo que pretendo destacar es que los datos cuantitativos de los censos no nos permiten ver el trasfondo cualitativo, o dicho de otra manera, si nos basamos solamente en las cifras censales, perderemos de vista una realidad mucho más rica y compleja que debería ser tomada en cuenta para el diseño de políticas públicas. ❧