Voces de la comunidad

Relámpago viviente

Oh mínimo relámpago viviente,
cuando se sostiene en el aire
tu estructura de polen,
pluma o brasa,
te pregunto,
¿qué cosa eres, en dónde te originas?
Tal vez en la edad ciega del diluvio…

Fragmento de Oda al picaflor.
Pablo Neruda

SI ME PERMITIERAN renombrar a la adolescencia, diría que es la edad del ánimo inquebrantable. Lo digo con la mente llena de instantes asombrosos y es que, sin darse cuenta, los jóvenes que estudian en la Escuela de Técnicos Laboratoristas (UAEM), se convierten en mis maestros de vida. Ellos, quienes pese al miedo que ya crece en sus entrañas –por la idea preconcebida de que no habrá oportunidades laborales en el futuro cercano–, sueltan cada día una parvada de sonrisas cálidas, aletean en los recovecos de mi nostalgia; los dejo anidar en mi memoria para tener un aliciente que me haga despertar en las mañanas. Son Guerreros Águila, Guerreros Jaguar, venciendo el pesimismo, el aletargamiento de los sueños que hemos pospuesto lo adultos. Y, de todas las enseñanzas que me dan a diario los alumnos, quisiera hablar de aquéllas que me ofrecen las Guerrero Colibrí, es decir, las madres adolescentes.

Los guerreros, a veces, caen en la batalla del estrés y no faltan las migrañas, gastritis, crisis de nerviosismo, esguinces, entre otros tantos malestares y, en ocasiones, de mucha mayor gravedad, que nos hacen estar a diario en el Centro Médico de nuestra máxima y honorable casa de estudios. Un día, como casi todos, estaba en el Centro Médico con un alumno que padecía una terrible migraña. Tuvimos que estar largo rato en la sala de espera. Mientras el tiempo se deslizaba con pereza, me percaté que había llegado otra alumna y se encontraba esperando su turno con el médico. Tenía el rostro pálido y su mirada ya se había convertido en un lejano atardecer. Le pregunté el motivo de que se encontrara ahí, para saber si podía ayudarla en algo. Ella respiró profundo y me dijo que sólo consultaría al médico para una duda sobre su alimentación. Asentí a la información que me daba y nos quedamos un buen rato sin decir nada, hasta que ella tomó de nuevo la palabra y dijo: “Maestra, ¿está prohibido seguir estudiando si uno se embaraza? Es que tengo un mes de embarazo”. Mi sopresa, mi pesar instantáneo, no fue por la noticia del próximo bebé, sino porque la alumna pensó que la sacaríamos de la escuela. Imagínense: las jóvenes llegan a creer, todavía, que se les debe castigar, negar su derecho a la educación, por ser madres adolescentes. Qué idea tan arcaica y violenta sigue teniendo nicho en nuestra mente. Es necesario que nuestros alumnos lean el Plan Institucional de Desarrollo (PIDE 2012-2018), de la UAEM. Que sepan sobre el espíritu compasivo que nos rige en estos momentos. En el capítulo de Políticas y Programas Institucionales del PIDE, apartado 9, Acceso y Permanencia, se establece que se debe:

“Impulsar el desarrollo equilibrado en los Campus para atender la demanda educativa, ofreciendo mayores oportunidades de ingreso a grupos sociales que usualmente han estado excluidos de la educación media superior y superior.
Dar seguimiento al proceso formativo de los estudiantes, con la finalidad de detectar y atender oportunamente sus necesidades académicas y personales”.

En este sentido, las adolescentes embarazadas son un grupo social que históricamente se les ha negado su derecho a la educación y que debe ser misión de administrativos, docentes y alumnos, brindarles apoyo a efecto de que puedan terminar sus estudios, sin que esto implique un riesgo a la salud de la madre o el niño. Y sí, parte de esta misión debe ser el impulsar una educacion sexual dentro de las aulas, libre de prejuicios y estereotipos nocivos, asi como brindar una verdadera accesibilidad a métodos anticonceptivos que prevengan a los jóvenes estudiantes, tanto de enfermedades de trasmisión sexual como de embarazos no deseados. Tan sólo veamos que el Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía, menciona que conforme la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2009, el 61.8% de las adolescentes de 15 a 19 años, sexualmente activas, declaró no haber usado un método anticonceptivo durante su primera relación sexual.

Quisiera recalcar que administrativos de la escuela, docentes y alumnos, debemos asumir esta política universitaria como nuestra. Lo anterior ya que podemos ser los primeros en generar actos de discriminación y/o violencia psicológica contra las adolescentes embarazadas. Los ejemplos sobran: maestros diciendo a plena voz que eso les pasa por no aguantarse las ganas; alumnos riéndose a sus espaldas cuando no pueden sentarse con facilidad en sus butacas; administrativos que las ignoran o recriminan el no haberse cuidado. Todos actos indignos de un ser humano que se jacte de ser universitario.

Fotografía de Jorge Mejía Peralta, 2007

El Ministerio de Educación del Gobierno de Chile en el 2013, estableció que discriminar significa:

“(…) separar, clasificar, distinguir una cosa de otra, lo que permite hacer distinciones y comparaciones que ayudan a comprender el entorno que nos rodea; ejemplo de ello es la capacidad de discriminar entre una situacion de peligro de otra que no lo es, o entre situaciones formales y recreativas que requieren distintos comportamientos. Pero, existe otra definicion de discriminacion, cuando este implica dar un trato de inferioridad a una persona o grupo, por motivos que forman parte de identidad individual y/o social”.
Asimismo, el Ministerio de Educación informa que las madres adolescentes o embarazadas muchas veces son excluidas del sistema escolar, ya sea directa o indirectamente: “Se produce una discriminacion directa cuando se les niega las facilidades para rendir pruebas o ponerse al dia con las asignaturas, cuando se entorpece su tiempo de amamantamiento, cuando se les excluye de determinadas actividades o cuando no se respetan los tiempos establecidos por los médicos tratantes”.

Cada semestre, en la Escuela de Técnicos Laboratoristas, hay una o dos alumnas embarazadas, y me sorprende cómo, pasando el impacto de la noticia e informarlo a sus familiares y compañeros, se transforman en guerreras. A pesar de los prejuicios, los señalamientos y burlas, ellas avanzan hacia sus aulas; suben y bajan incontables escaleras; pasan horas paradas dentro de los laboratorios; se desvelan para terminar todos sus trabajos y gratamente puedo ver el esfuerzo por sacar mejores notas. “Tengo que echarle muchas ganas. Quiero darle a mi bebé todo lo que necesite, y para eso debo terminar de estudiar”, me dice una alumna y la veo decidida a dar lo mejor de sí. Es una pena saber por parte del Secretario de Escuela, el M. en C. Pedro Romero Guido, que por varios años: “Sólo he presenciado el caso de una alumna que recibió el apoyo de su pareja en todo el embarazo y posterior a éste”. Es por eso que se requiere una enfermería dentro de los bachilleratos en donde médicos, de ambos géneros, puedan prestar sus servicios para orientar a los jóvenes y tener acceso a los anticonceptivos. Sobre todo tomando en cuenta que una adolescente embarazada, la mayoría de las veces, no cuenta con el apoyo de su pareja, ni de su familia.

Las jóvenes en proceso de ser madres son para mí lo más cercano a un colibrí. Miriam Torres y Adolfo Navarro, publicaron en la Comisión Nacional para el Conocimiento y uso de la Biodiversidad, en el año 2000, que uno de los grupos de aves más notorio de la avifauna nacional, especialmente por su tamaño y colorido, los conforman los colibríes. Como se sabe, sus dimensiones hace a algunos de ellos las aves más pequeñas de todas. La mayoría pesan alrededor de cuatro a seis gramos y miden de diez a trece centímetros. No existen otras aves capaces de volar en todas direcciones –incluso hacia atrás–, y mantenerse volando estáticas en un lugar. En proporción a su tamaño, tienen el cerebro y el corazón más grande del reino animal. Así, las jóvenes madres alzan el vuelo de su mirada e, inquebrantables, pueden llevar sus sueños en todas direcciones, sin importar la clásica frase: “Echaste a perder tu vida”. Ellas, al igual que el colibrí, a pesar de ser pequeñas, logran vencer las vicisitudes de todos los días, porque tienen un corazón y un cerebro que se han hecho más grandes, nobles e invencibles. Ellas, relámpagos vivientes, que traerán a este mundo a un ser humano que merece ser respetado desde el vientre, por todos nosotros, la comunidad universitaria.

A estas Guerreras Colibrí les digo que no bajen su mirada cuando otros las juzguen. Sus ojos son la belleza descrita por Octavio Paz, y los poetas no se equivocan al describir el mundo: “Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima, silencio que habla, tempestades sin viento, mar sin olas, pájaros presos, doradas fieras adormecidas, topacios impíos como la verdad, otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas, playa que la mañana encuentra constelada de ojos, cesta de frutos de fuego, mentira que alimenta, espejos de este mundo, puertas del más allá, pulsación tranquila del mar a mediodía, absoluto que parpadea, páramo”. ❧

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Rocío Mejía
Rocío Mejía
Escritora, docente de la UAEM, Maestra en educación.
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