La música es tan necesaria como el aire.
ZOLTÁN KODÁLY
EN LOS TIEMPOS QUE NOS tocó vivir, es urgente preguntarnos: ¿cómo lograr una educación artística para todos, que tenga la misma importancia que otras disciplinas de la vida del ser humano?
Pepe Frank afirma que la educación musical es fundamental en la construcción de la persona, desde la primera infancia. Está demostrado que cuando un bebé escucha música desde el vientre materno, durante los primeros meses de vida, su oído desarrolla una sensibilidad especial y genera una sinapsis a nivel cerebral que le permitirá acceder a la abstracción cuando llegue a la edad escolar.
Pepe cuenta con una larga experiencia en la práctica docente en escuelas alternativas, tradicionales, albergues, guarderías, en el ámbito público y privado. Recientemente, motivado por coordinar un diplomado en pedagogía musical, auspiciado por la fundación Fulgencio Avila A.C., y con el apoyo de la Secretaría de Cultura de Morelos, se dedicó a sistematizar y organizar una experiencia de 42 años como docente de música.
Pepe nos cuenta que la música está presente en la vida cotidiana de los niños de muy diversas formas, por ello el primer paso o punto de partida en la formación musical es hacer consciente al niño de que su vida está llena de música. El elemento esencial es el ritmo: al hablar, al caminar, al respirar, en cada latido de nuestro corazón, en todos los sonidos que habitan en el medio o en nuestro cuerpo como resonador, la voz y la palabra en su musicalidad. A través de su experiencia como maestro ha constatado que fomentar esta percepción es la mejor manera para despertar en el niño el amor y la pasión por la música.
El segundo elemento es el canto, en el que ya se dota de ritmo y entonación a la palabra y se introducen elementos como la rima, la poesía, el color de la voz, el cuento o cualquier otra forma literaria.
“Zoltán Kodály (1882-1967) ha sido una influencia fundamental en mi trabajo [dice Pepe]. Este gran pedagógo músical propone partir de un texto rimado, pronunciado con distintas propuestas rítmicas que nos llevan a través del canto al encuentro de la musicalidad inherente al ser humano. Cuando hacemos este proceso grupalmente, estamos introduciendo un nuevo elemento, que es el trabajo colectivo y la escucha. Así nos damos cuenta de cómo necesitamos del otro y cómo el otro nos necesita. Si llevamos este trabajo con mucha contención y respeto, se crea milagrosamente un ambiente de disciplina con todos los niños implicados, de manera libre y sin coerción”.
En esta primera fase de la formación musical es fundamental el uso de materiales que reúnan tres caracterízticas básicas: que sean cortos, sencillos de entonar y que contengan humor.
Un ejemplo de una de las canciones que he compuesto:
Un gusano plano plano
a un manzano se subió,
y en la manzana más roja
hizo un hoyo y se metió.
Se comió dos pedacitos,
luego se comió otros dos,
y se puso gordo gordo
y encerrado se quedó…
¡Por tragón!
Este texto se recita, se dice en secreto, se palmea sustituyendo sílabas por palmadas, se canta, se pulsa, se ritma y, finalmente, se escribe y se lee en lenguaje músical, en partituras. El proceso de aprender música es similar a aprender a escribir: primero se habla y luego se escribe.
En una etapa más avanzada se procede a tocar un instrumento de fácil acceso y ejecución sencilla, como flautas melódicas, ideófonos, teclados y guitarras. Se comienza con las mismas piezas que se utilizan en la primera etapa, buscando siempre ir de lo más simple a lo más complejo, convocando a la improvisación y al juego.
En esta fase formativa es muy importante que el maestro observe las habilidades y dificultades de cada niño, para repartir el trabajo, potencializando sus talentos y desarrollando la musicalidad de los menos aptos, con sumo cuidado en no hacer diferencias obvias. El acento es integrar.
La interdisciplina en esta etapa de iniciación es fundamental, no sólo con otras artes, como dibujar, representar las canciones, hacer poesía, contar cuentos, construir escenografías, sino también con las matemáticas, el español, la literatura y todo el conocimiento. De esta manera, se comprende y se acepta que todos somos diferentes y nos complementamos, y se abate el individualismo y la competencia insana, el acoso escolar, etcétera.
Más adelante, cuando los niños están listos (tercer año en nivel escolar), se empiezan a formar ensambles musicales de los diversos generos que conforman la música culta y popular en función de los recursos materiales que se tengan. De esta manera, se acerca al niño lo mismo a Mozart que a los Beatles, el son jarocho, el rock, la cumbia o hasta un tango argentino. En esta etapa, el trabajo de investigación y adaptación de los materiales musicales a tratar es fundamental, en atención a las dotaciones, grados de dificultad y al contexto socio cultural en el que se trabaje.
Hay que aprovechar los referentes musicales que de por sí traen los niños, aunque no nos agraden, para ir introduciendo nuevas formas, conceptos y estructuras; se debe tener cuidado de no criticar negativamente sus valores musicales, sino ampliar sus horizontes con propuestas que los enriquezcan.
En los años de enseñanza a niños y jóvenes de diversas edades, Pepe Frank siente una enorme satisfacción de la cantidad y calidad receptiva que ha encontrado en la mayoría de sus alumnos. La gran enseñanza fue generar conciencia de que los niños no son un recipiente vacío al que hay que vertirle un conocimiento, sino que son seres profundamente creativos, propositivos y proclives al juego y la imaginación. Los niños, al descubrir su musicalidad, hacen cosas sorprendentes que pasan a formar parte de su cotidiano y de su vida.
Como compositor, cuenta Pepe que hay una gran cantidad de imágenes que surgen de sueños, dibujos, historias, preguntas y respuestas que los niños le comparten. Encontró su verdadera vocación como maestro, un poco por casualidad o por destino y otro poco por sobrevivencia, al tener que asistir por primera vez a una escuela vestido de profesor y darse cuenta de que era una manera de existir y ser parte del universo, mucho más gratificante que todas las otras experiencias laborales que había tenido en su vida. Pepe Frank se graduó de la UNAM como economista, pero se decidió a la aventura de vivir por y para la música y los niños. Estudió pedagogía musical en la Escuela Nacional de Música, cursó guitarra con varios maestros conotados y composición en el Centro de Investigación y Estudios de la Música (CIEM). Un gran número de alumnos suyos encontraron en la música su profesión de vida, y muchos otros con quienes aún mantiene comunicación llegan a sus conciertos acompañados de sus hijos. Pepe puede afirmar con mucha alegría que a la mayoría, si no es que a todos, el acercamiento con la música les ha influido profundamente en su manera de ver y vivir.
“Estamos [dice Pepe], ante un sistema educativo que destina a las personas a formar parte de una gran maquinaria productiva, anulando su potencial creativo y artístico; seres humanos no integrales, proclives a la violencia. Si los tuviera que dibujar, tendrían una pierna larga y otra corta, una mano gorda y otra flaca, la mirada perdida en un símbolo de pesos, el vientre lleno de comida chatarra, los ojos ciegos y los oídos sordos. Por ello, me siento privilegiado de poder introducir la música en la vida de los niños”.
Pepe Frank tiene nueve discos compactos, cinco libros de cuentos-canciones de su autoría y ha producido más de 15 espectáculos, en formatos muy diversos, que han recorrido la república mexicana y representado al país en el extranjero, como Cuba, Puerto Rico, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Argentina, España, Francia y Dinamarca. Actualmente, está preparando un nuevo disco para conmemorar sus 35 años como compositor para la infancia.
Yo quiero que me quieran como soy
sin importar mi raza o religión,
pintar un arcoíris de crayón,
por toda la pared de mi salón.
El arcoíris de crayón,
canción de Pepe Frank.❧