Voces de la comunidad

Niños barranca, ríos de esperanza

Me encanta soñar, aunque sepa a ciencia cierta que mi sueño es imposible. Aun así, sueño: algún día dirigiré Hamlet con actores de la Royal Shakespeare Company, de las cárceles de Carandiru y de los barrios bajos de Río. Algún día… no sucederá nunca, lo sé, pero ser capaz de soñar es ya un sueño hecho realidad.

AUGUSTO BOAL, Juegos para actores y no actores

–¿QUÉ ES ESO? –me preguntó mi hijo.
–Es un río –le respondí.
–¿Un río es algo que suena y huele feo?
¿Cómo explicarle a mi hijo pequeño que los ríos están contaminados y que es precisamente esta sociedad en descomposición la que nos hereda esta huella ecológica? ¿Cómo responder con acciones y no sólo con palabras?, me pregunta Cynthia Castillo, actriz, música, educadora y joven madre.

Así nació mi deseo de trabajar con los niños de las barrancas de Cuernavaca. Decidí hacer algo a partir de lo que soy: una artista. Nos juntamos un grupo de jóvenes, Marlene Ramírez en la cartonería, Alan Rivera en la música, Rubén Deneb en el cine y documental, y yo en el teatro. Gestionamos recursos para sustentar la experiencia y recibimos un apoyo por parte de la Secretaría de Cultura de Morelos. Así fue cómo nos propusimos la tarea de realizar talleres para niños de entre 6 y 12 años de edad, en las barrancas del Salto de San Antón.

Todo surgió como una idea romántica de limpiar la barranca y generar repercusión fuerte en la comunidad con nuestra propuesta. Desde el primer momento nos enfrentamos a una realidad muy compleja y al reto de cambiar patrones culturales ya muy arraigados. Pronto comprendimos que había que ir más despacio y tan sólo dar un primer paso.

Mucha gente ha intentado generar alternativas anteriormente, pero no han recibido ningún tipo de apoyo para darle seguimiento a su trabajo. Así es como en la población se ha normalizado literalmente la peste y se ha perdido la esperanza.

En el Salto Chico, Sacatierra, la gente ya está acostumbrada a vivir a un lado de una barranca que apesta. La contaminación del agua es un reflejo de la contaminación que sufre la comunidad y viceversa. Viven en pequeñas casas hechas de bloques de concreto y de láminas inclinadas a lo largo y ancho de la barranca, con intrincados callejoncitos y escalinatas. La gente está hacinada (mucha gente vive en espacios muy pequeños y sin intimidad).

Al platicar con los viejos, testimonian sobre la vida que había en ese lugar cuando eran niños:

Después de ir a la escuela teníamos un rato para nadar en el río; luego comíamos ciruelas, mangos, plátanos, y algunos aprendimos a echarnos clavados desde lo alto del desfiladero. Muchas personas y turistas venían a vernos. Ahora estos paseos están cerrados con candados y el lugar, que realmente fue hermoso, está devastado. Además, parece imposible reunirnos y darnos cuenta de lo que sucede en nuestra comunidad.

El artista puede crear una realidad en un escenario, en un lienzo, con un instrumento, pero ¿cómo generar esto en el imaginario de su propio entorno?

Hicimos difusión de los talleres, con carteles y pasacalles. Se pensó en 80 niños, pero sólo llegaron 20, de los cuales únicamente permanecieron 10. No había apoyo ni participación de los padres. El comité de vecinos y colonos, así como el Consejo de participación ciudadana, apoyaron, pero a pesar de eso los padres no se involucraron ni se acercaron a nosotros.

A los adultos del Salto Chico les importa más tener una pantalla de plasma, una computadora o un celular, que luchar por recuperar su espacio vital. Los ha invadido la idea del progreso neoliberal al que quieren pero no pueden acceder. No se percatan de la miseria que se ha generado con este modelo de vida, o tal vez sólo están desesperanzados. Viven en medio de la drogadicción y la violencia, en conflictos entre colonias, pandillas y partidos políticos. Prefieren tener muchas cosas materiales que comer bien. Viven para trabajar, no trabajan para vivir.

Nosotros estamos convencidos de que el arte transforma la realidad, no como decían los viejos revolucionarios: que era un lujo que no servía para nada. Por eso decidimos no ir directo a discutir las soluciones pragmáticas de estos grandes problemas –como si nosotros tuviéramos la solución–, sino sólo aspirar a que los niños comprendieran que ellos pueden ser los guardianes de su espacio y de su comunidad.

Los niños que participaron en los cuatro meses que duró la experiencia llegaron a sentirse identificados con el proyecto y se apropiaron de la problemática; pidieron hacer huertos en las jardineras, limpiar el agua, dieron propuestas sobre los desechos, se comprometieron a cuidar los huertos, aprendieron a hacer una rueda de capoeira, participaron en juegos teatrales, hicieron un mural con la alambrería, vieron documentales sobre el tema, elaboraron redes para la pesca de basura, hicieron programas de radio, escucharon conciertos, bailaron cumbia, participaron en un cortometraje que se realizó sobre los talleres, hicieron máscaras y vestuarios con cartón y para nuestro asombro, a través de la ficción artística conocieron el gozo de la creación colectiva. Comprendieron que podían proponer, no sólo obedecer; trabajaron sin esperar premios, castigos o calificaciones, jugaron y dejaron que todo fluyera a su paso, dieron rienda suelta a sus sueños y, claramente, sus esperanzas retornaron.

“Los niños saben que las cosas no son lo que aparentan”, comentamos. El arte nos acerca a esa conciencia del presente, nos distancia de la rutina y de la enajenación. Al experimentar en los lenguajes artísticos nos sentimos más felices, comprendemos que podemos crear una realidad aparte, aunque no sea fácil. Nos reconocemos a nosotros mismo y recuperamos el sentido de decir algo sobre ello. La práctica artística y creativa te da la esperanza de no estar muerto en vida. Quizás el trabajo con estos niños sea sólo el inicio de una transformación más profunda a largo plazo. De cualquier modo, pase lo que pase, en su presente fue un contrapeso importante a la densidad de sus problemas. Quizás algunos descubrirán que son o que quieren ser artistas, y otros no. Es posible que algún día salgan de las barrancas para después volver y transformar su realidad.

Después de este relato, me quedé pensando en lo importante que es darle continuidad al trabajo y en lo difícil que es tener las condiciones necesarias para hacerlo hoy día. Rememoré las enseñanzas de los maestros que nos antecedieron en exploraciones afines y que nos dieron valiosas herramientas para estos trabajos. Asimismo, pensé en la necesidad de hacer encuentros y seminarios interdisciplinarios en los que se puedan compartir muchas experiencias con todo el mundo, en torno al tema del arte y su insidencia en la comunidad.
Augusto Boal (1931-2009), director de teatro brasileño, incursionó en estos terrenos con el llamado Teatro del Oprimido, en Europa y Latinoamérica, heredándonos muchas enseñanzas que vale la pena conocer.

Antes y después de su exilio, Boal fue capaz de trabajar con grandes actores profesionales, así como con no actores, de muchas partes del mundo y culturas diferentes. A decir de él mismo, ésta fue la riqueza más grande de su experiencia. Finalmente, todos somos personas, finalmente humanos.

Ahora más que nunca que estamos viviendo en una época de tanta confusión y perplejidad, es tiempo de un teatro que haga las preguntas justas. Aunque quizá no tenga las respuestas justas, pues éstas se van revelando con el tiempo. Los nuevos rumbos del teatro, conocidos como teatro posdramático, las instalaciones, las intervenciones y el performance provienen y se han inspirado en estas experiencias del pasado. Es importante conocer y revivir la memoria de nuestros maestros, los que ya se fueron y los que aún viven. No somos huérfanos. Como decía el maestro Grotowski, somos hijos de alguien.

El teatro, dice Boal, es el arte de vernos a nosotros mismos, el arte de vernos viéndonos. El instante en que se es al mismo tiempo espect-actriz y espect-actor. Actuar y observar (dos personas en uno).

En su trayectoria, Boal ha propuesto varias formas de teatralidad en las que se exploran las fronteras entre los actores y el público, y en las que el público abandona su papel pasivo. Menciono algunas de ellas:

El teatro imagen consiste en explorar cuadros fijos o en movimiento, que tratan temas precisos que atañen a la comunidad con actores profesionales. El público crea e interviene activamente en el cuadro escénico y los actores se dejan moldear, creando una imagen fija o en movimiento. Se juega, entonces, no sólo a representar el problema o tema eje de la escena, sino también se trabaja en todas las posibilidades de resolución. Después se trabaja en el proceso del viaje que hay que recorrer entre una y otra (la imagen del problema y de la resolución posible); todo ello en la práctica, poniendo el cuerpo del actor en el centro del dilema. Los espect-actores se vuelven una especie de pintores o escultores, y los actores la pintura fija y en movimiento que reacciona a la propuesta del público.

Niños durante talleres en las barrancas de Cuernavaca.
Fotografía de Susana Frank

El teatro invisible consiste en ensayar perfectamente una obra o partitura escénica, como si se fuera a presentar en un teatro profesional, y luego, con este trabajo, se interviene en un escenario cotidiano (urbano o de la naturaleza: el Metro, el campo, una tienda departamental, un bar, etcétera), sin que las personas que están ahí sepan que son actores. Se procura que se realice de tal forma que genere un foro de discusión en el que las personas, espontáneamente, intervengan y se vuelvan personajes de la obra. El teatro invisible propone y cuida que no se genere violencia. Algunas veces no participa la gente, otras sí, y otras veces el público no se entera nunca de que fue teatro.

El teatro foro propone un animador que ponga las reglas del juego. Consiste en que los espectadores son testigos de una obra que corre normalmente frente a sus ojos, pero con la diferencia de que se les propone desde el inicio intervenir y parar la obra en el momento que lo deseen para hacer preguntas a los personajes (no a los actores). El espectador dice “¡alto!” en el momento crucial de la historia, cuando se está a punto de llegar a una resolución. Otra modalidad es en la que el espectador sube a escena y sustituye al actor protagonista o al antagonista para girar la historia hacia su propia propuesta de resolución u otros destinos posibles. El teatro foro no procura la catarsis, sino que dinamiza al espectador para cambiar el mundo que lee a partir de la escena o las circunstancias de la obra. Al final, además de que se analiza y debate objetivamente lo que sucede entre el opresor y el oprimido, se trabaja sobre todo con los casos en que ambas partes se sienten oprimidas y son opresores, trascendiendo así el panfleto artístico-político y reflexionando en el dilema ético de la modernidad.

Boal desarrolló esta técnica de interpelar a los actores y otra a la que llamó “el arcoíris del deseo”: la técnica de evocar internamente lo que queremos hacer y decir, nuestras propias voces, nuestros propios conflictos y deseos, que no están afuera, sino en nosotros mismos.

Ir más allá de lo obvio de los roles que jugamos. No ver en el oficinista al aburrido burócrata uniformado, o en el preso sólo al cautivo. Buscar trascender los estereotipos para encontrar a las personas desenmascaradas. Construir la máscara no para ocultarse, sino para develar lo que está detrás.

Al igual que las de Boal, hay muchas investigaciones serias del teatro y del arte en general que se han propuesto como una especie de laboratorio del imaginario social e individual y que podemos conocer, como son el psicodrama, el trueque, el teatro participativo, etcétera.

Me pregunto, entonces, ¿qué pasaría con los niños de la barranca que pueden convertirse en ríos subterráneos de cambio, si desde pequeños conocen todos estos juegos artísticos y muchas más herramientas posibles para subvertir la realidad? ¿Qué pasaría si a través de ellos, o paralelamente, accedemos a los jóvenes, las mujeres, los adultos y los viejos?

Advierto con alegría en los jóvenes de hoy, no sólo el deseo de ser creadores y dotar de sentido la vida misma, sino también de incidir en la realidad humana a través de su trabajo, saliendo de los viejos moldes y proponiéndose nuevas paradojas. Me parece fundamental que tengan más apoyo, rigor, entrenamiento y conocimiento para lograrlo, y así no caer en la complacencia mercantil, la confusión dramática, la apatía, la zozobra y la sobrevivencia sin sueños.❧

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