La Sibila1Sibyl” viene (a través del latín) de la palabra griega antigua sibulla, que significa “profetisa”. del Rhin: Hildegarda de Bingen
Escuchada como autoridad moral de su tiempo, precedida por numerosos siglos por la délfica, la eritrea, la libia y la pérsica… en ese preciso gozne, entre la Alta Edad Media y la Baja Edad Media nace un 16 de septiembre del año de 1098, en Bermersheim, Alemania, la décima hija de una familia noble que vivía en los lindes del Rhin: Hildegard von Bingen, nombre en cuyo significado se cifraba la primera profecía: “aquella que es audaz en la batalla”, y a quien posteriormente, dadas sus notables cualidades teológicas, médicas, místicas y espirituales, sus contemporáneos le dieron los títulos: La Sibila del Rhin o Profeta teutónica. De sobra decir que están más que justificados estos títulos, pues la costumbre del diezmo (dar al décimo hijo o hija a la Iglesia) de aquella época teocéntrica, favoreció en gran manera las potencias, las virtudes y los atributos infusos de Hildegarda, que fueron desarrollándose espléndidamente desde su ingreso a los ocho años de edad al monasterio benedictino de Disibodenberg, al cuidado de una mujer que vivía ahí en reclusión, llamada Jutta, quien fue guiándola en el camino del conocimiento a través de una tan devota como intelectual instrucción. La pequeña Hildegarda insospechadamente nacida para cumplirse en ese medio, fue medrando en el silencio y la paz del monasterio, aprendía con singular capacidad lo que los libros, los tutores y la naturaleza le enseñaban.
Cuando la joven Hildegarda rondaba los quince años, fallece Jutta, su tutora. Entonces Hildegrada ya contaba con la autoridad y la admiración creciente de muchos, dentro y fuera del monasterio. Pasados algunos años, después de un sueño oracular determina construir su propio monasterio, el primero autónomo, de monjas, en la entidad de Rupertsberg. Decisión que le trajo tan fuertes como innumerables conflictos, principalmente con los monjes de Disibodenberg, pues el cambio de domicilio de la mística teutona representaría para ellos una sensible disminución de rentas y limosnas de la multitud que llegaba al convento a consultar a esta mujer, que a fuerza de entrega, trabajo a fondo e inspiración divina, les proveía de alivio.
Cabe mencionar que, según su propia memoria, Hildegarda desde los cinco años de edad comenzó a tener visiones de orden espiritual, es decir, revelaciones que fueron tomando forma y sentido a través de su instrucción y que, más tarde, después de consultar con cierto temor, con Bernardo de Claraval, las comenzó a plasmar en varios de sus libros, entre ellos: Conoce los caminos (Scito Vias Domini o Scivias, 1141-1151); Libro de los méritos de la vida (Liber vitae meritorum, 1158-1163); Libro de las obras divinas (Liber divinorum operum, 1163-1174).
Las obras médicas de Hildegarda, nacidas de su dilecta relación y conocimiento de las plantas y el cuerpo humano (1151 – 1158), se dictaron bajo el título común de: Libro de observaciones sobre las propiedades naturales de las cosas creadas (Liber subtilitatum diversarum naturarum creaturarum), dividido, un siglo después en: Physica y Causae et Curae: Physica (Historia natural), también conocido como Libro de medicina sencilla (Liber simplicis medicinae), que describe la utilidad de los animales, vegetales y minerales más comunes, para el ser humano; y Causae et Curae (Causas y remedios), también conocido como Libro de medicina compleja (Liber compositae medicinae), con las causas de las enfermedades, sus remedios y el funcionamiento interno del cuerpo.
Asimismo, dentro de su obra musical, también inspirada por revelaciones, se encuentran: La sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales (Symphonia armonie celestium revelacionum, 1140 – 1150), compuesta por 77 piezas musicales, y El coro de las virtudes (Ordo virtutum, 1150), auto sacramental.
Es muy importante mencionar su correspondencia (1147 – 1179) como parte de su obra, ya que consta de más de 300 cartas, escritas con notable estilo y claridad, dirigidas a todos los estamentos sociales de la época: Papas, emperadores, reyes, nobles, obispos, monjes, y gente de toda condición que acudían a Hildegarda en busca de consejo y ayuda.
El Papa Eugenio III entregó a un grupo de probos teólogos su primer manuscrito, Scivias, para su consideración, recibiendo como respuesta una generosa aprobación que de consuno concluye que las visiones de Hildegarda pertenecen al orden divino. De ahí en adelante, para beneficio de muchos, La Sibila del Rhin publicó sus subsecuentes obras.
Otro evento extrardianrio es que la Abadesa de Rupertsberg tuvo la autorización de Papas, reyes y altas autoridades de su tiempo, para predicar en varios ámbitos eclesiales.
Acerca de sus obras, en el prólogo de su Liber divinorum operum, apunta Hildegarda: “todas las cosas que escribí desde el principio de mis visiones, o que vine aprendiendo sucesivamente, las he visto con los ojos interiores del espíritu y las he escuchado con los oídos interiores, mientras, absorta en los misterios celestes, velaba con la mente y con el cuerpo, no en sueños ni en éxtasis, como he dicho en mis visiones anteriores. No he expuesto nada aprendido con el sentido humano, sino sólo lo que he percibido en los secretos celestes”. ❧
0