LA CULTURA ESCÉNICA
NAVEGANDO EN LAS aguas de la memoria y el tiempo, nos encontramos con el andar trashumante del teatro, el circo, los músicos, los comediantes y actores del mundo a lo largo y ancho de la historia. Muchos son los grupos y compañías que han hecho de la experiencia de viajar con sus espectáculos, a lugares en donde no llega la cultura oficial, una necesidad vital.
En el siglo XX, en muchas latitudes diferentes, grupos como el Living Theatre de Nueva York; Gardzienice de Polonia; el Teatro de las Fuentes de Grotowski; el CEDRAM 1 de Luis de Tavira (por mencionar algunos), se han planteado como un paradigma central los orígenes del teatro, con la convicción de que el teatro es de todos y para todos.
Al igual que todas las corrientes posmodernas y performáticas actuales, estos buscadores se han propuesto de distintas maneras romper con las convenciones y las fronteras del arte y salir de los edificios teatrales para encontrarse con otros públicos. Hoy en día es una tarea fundamental para resignificar la existencia del teatro. En realidad es ampliar la noción de las dramaturgias y desapegarse del texto literario como única fuente, para comprender que el teatro surge independiente de la literatura dramática. Es desde este entendido que voy a narrar esta reseña.
UNA NUEVA MIRADA
Quizá los creadores tenemos la imperiosa necesidad de poder ofrendar nuestro trabajo y quizá los espectadores no tengan la misma necesidad de irnos a ver. Enfrentar esta realidad es el gran reto. Las preguntas recurrentes son:
¿Cómo podemos generar un trabajo que proponga al espectador un cambio de lugar; de ser un público masivo y anónimo a ser un espectador conciente que participa y comulga con el acontecer escénico de manera intensa y participativa, capaz de transformar la vida y la conciencia? ¿Cómo tocar la memoria evocativa e íntima de cada individuo y la memoria colectiva de una comunidad? Si somos dramaturgos de la poética escénica, somos constructores de sentido. ¿A qué teatros y a qué públicos podemos dirigirnos en estos tiempos de crisis permanente?
El teatro no es una mercancía, es una reunión viva que celebra la vida y la muerte. Es la fiesta de todas las artes. El teatro está hecho de tiempo y su esencia es efímera. El teatro se hace de manera artesanal y se borda a mano cada vez que se realiza.
Nada de esto concuerda con los tiempos que nos toca vivir, de la industria del espectáculo y la velocidad virtual. Sin embargo, no hay nada más actual que la necesidad del contacto humano real y verdadero. Vivimos en una sociedad dominada por la falsedad del espectáculo que consiste en presentar la representación de la realidad como la realidad misma y, por lo tanto, como la verdad que hay que seguir para ser alguien socialmente aceptado. Se cancela el diálogo, pues todo sucede desde la mirada domesticada de los medios masivos de comunicación. A menudo nos sentimos como un mero espectador de la vida incapaz de actuar en ella.
Hacemos teatro para el otro ser humano que viene a verte. No hay teatro sin espectador, pero ser un sujeto pasivo y domesticado es el mal que nos aqueja, ya que desde la pasividad, mirar es lo contrario de conocer y también es lo contrario de actuar. Ésta ha sido la pregunta de muchos hombres de teatro como Bertold Brecht, Antonin Artaud, Augusto Boal, entre muchos otros.
Partiendo de la tesis romántica de la naturaleza comunitaria del teatro, Jacques Ranciére comparte esta reflexión y propone la emancipación de la mirada, como punto de partida para la liberación del espectador en todos los ámbitos de la vida social y como camino libertario del ser humano.
El arte de escuchar y mirar se nos presenta ahora como un vehículo que busca cambiar las formas sensibles de la experiencia humana.
El compromiso es ético y es íntimo. La igualdad que se busca entre el actor y el espectador es radical y sólo es posible cuando contamos nuestra propia historia, cuando nos decimos de verdad a través de cualquier tema que elegimos. No es cuestión de movimiento externo, es cuestión de movilizar la conciencia interna.
EL TRUEQUE COMO PROPUESTA DE
INTERVENCIÓN ESCÉNICA:
Comparte quien eres y yo te comparto quien soy
En 1981, el Teatro Laboratorio La Rueca visitó varias comunidades campesinas del estado de Zacatecas, con grupos participantes del país y del extranjero, en el marco del V Coloquio Internacional de Teatro de Grupo: Zacatecas 81, el cual presentó espectáculos de Polonia, Francia, Italia, Dinamarca, Argentina y México, logrando una experiencia humana y escénica imborrable, tanto para los grupos artísticos como para las comunidades que visitaron.
Las organizaciones políticas de izquierda que trabajaban en Zacatecas en esos tiempos, no estaban de acuerdo con que grupos internacionales que hablaban otro idioma, llevaran su trabajo a estos lugares y menos si los temas no tenían que ver aparentemente con su realidad, esto quería decir que no dictaban una ideología o línea de acción política acorde a su organización. Eran los tiempos del teatro político en América Latina.
A pesar de todos los obstáculos, se llevó a cabo esta experiencia. Fue maravilloso presenciar cómo en lugares desérticos, en donde las personas eran de una extrema belleza hasta los treinta años, las mujeres se llenaban de hijos a temprana edad y todos envejecían prematuramente, por la dura vida que llevaban; donde nadie tenía prácticamente ningún contacto con la cultura urbana (ni siquiera a través de los televisores), todas las personas captaban y comprendían lo esencial de estos actos performáticos, sin importar que se representaran en otros idiomas (como el polaco, el francés o el italiano).
La comunidad respondió con extrema generosidad invitándonos a comer, tocando sus instrumentos musicales, haciendo música o danza, contando y cantando su propia historia de vida.
Aun antes de que conociera la propuesta del trueque como forma de intervención escénica, formulada por el Odin Teatret en el marco de la Antropología Teatral, La Rueca ya había vivido esta experiencia que quedó como una huella profunda en la memoria y que causó mucha polémica entre los grupos participantes, para quienes, según lo comentado, fue un parteaguas.
En 1983, La Rueca se fusionó con el Centro de Cultura Experimental de Argentina, con quienes fundó la Compañía Teatral Ítaca y realizó su primer proyecto en el pueblo suburbano de San Bartolo Ameyalco, en la Delegación Álvaro Obregón, en el Distrito Federal, donde se estableció por más de dos años y trabajó con la población infantil, femenina, adulta y de la tercera edad, con una constante presencia artística en las calles del pueblo. El montaje Tiempo de pan y vino, viajó por ésta y varias comunidades y decidió hacer intervenciones callejeras inesperadas con los personajes de la obra. A esto le llamamos escenas diurnas y nocturnas.
Ya establecida en Morelos en el 2008, en el marco del Festival-Taller Teatro y Memoria, organizado con motivo de la graduación de la primera generación de la Escuela Laboratorio de Teatro La Rueca, en la Licenciatura en Actuación, se crea el espectáculo Tloque Nahuaque, que narra el ciclo mítico de la leyenda de Quetzalcóatl.
Con este espectáculo de calle, La Rueca hizo un trueque en dos comunidades de Morelos: Tetecala de la Reforma y Amatlán de Quetzalcóatl (Tepoztlán), lugar de origen de dos de sus alumnos egresados.
A seis años de esta experiencia, vale la pena reflexionar la huella que dejó. Como consecuencia de este trabajo, Aline Menassé, cofundadora del Teatro Laboratorio La Rueca, asumió el remontaje del espectáculo para nuestra participación en el Festival de Teatro de Calle, Zacatecas 2009. Emanuel Ramos, alumno egresado de la primera generación de la Escuela, realizó varias experiencias de trueque en Coatetelco y abrió un espacio alternativo en Tetecala, con el nombre de La Maca; en el 2014, por petición de la comunidad, se le nombró Director de Cultura de este municipio. Jorge Betancourt realizó un trabajo social con niños de Nayarit y otras experiencias se realizaron con las nuevas generaciones de la escuela en Santa Maria Ahuacatitlán, en Cuernavaca.
Con este proyecto, Arte Laboratorio La Rueca se suma al esfuerzo de muchos grupos de teatro e instituciones culturales para contribuir al desarrollo espiritual y la lucha por la paz y la justicia en nuestro país, a través del arte.
El trueque escénico es una forma espectacular que tiene que ver con el ritual originario del teatro y la celebración de la vida, es decir: la fiesta. El trueque existe desde tiempos muy remotos y se sigue practicando en algunas comunidades como una forma de encuentro entre dos tribus o culturas que se ofrendan todas sus expresiones artísticas (danzas, relatos, música, ritos, cantos, bordados, objetos, muñecos, pinturas, artesanías) en una entrega mutua. El trueque escénico propone transformar la relación artista/público para convertirla en un diálogo de culturas y expresiones en respeto mutuo. El intercambio artístico posibilita el reconocimiento en occidente de otras raíces teatrales que en algunas ocasiones no llevan el nombre de teatro o danza, pero que son artes plenas de belleza y sentido escénico.
Así sucede un intercambio entre artistas de la sociedad contemporánea y artistas que conservan, de generación en generación; una tradición milenaria que expresa una particular visión de la vida, propia de su cultura, que se resiste a ser arrebatada por las necesidades de un mundo globalizado.
RESEÑA GENERAL DEL TALLER-FESTIVAL
TEATRO Y MEMORIA 2008
Habíamos logrado un sueño y cada día se concretaba. Cincuenta artistas –entre los cuales había actores integrantes de nuestra escuela, artistas de Morelos y de distintos lugares de México y del mundo– habían venido a hacer un laboratorio de nueve días para componer juntos un ejercicio escénico y prepararnos para la realización del trueque.
Desde tiempo atrás y de manera simultanea, Emanuel Ramos en Tetecala y en la zona sur poniente de Morelos, así como Brisia Bockman en Amatlán de Quetzalcóatl, apoyados por el equipo de La Rueca, realizaron y coordinaron un trabajo de campo, convocando a los pobladores a recordar sus tradiciones escénicas, con el objeto de culminar en una celebración en la plaza del pueblo.
El último día de talleres, se dedicó al montaje general de la primera versión de Tloque Nahuaque, que entreteje y une en un solo texto performático todos los resultados y creaciones de los talleres. El trabajo de dirección general lo realizó Mario Delgado del Perú, con la asesoría y trabajo de Iben Nagel Rasmunsen y Kai Berhold del Odin Teatret, Jaime Correa de Colombia, Arturo Cipriano, Aline Menassé y yo, representando a La Rueca.
A la distancia puedo reflexionar que, cuando nos enfrentamos con nuestro trabajo a estas comunidades, nos percatamos de que el hecho teatral no es sólo un asunto de arte, de puestas en escena o producciones de distintos formatos y conceptos. Nos hacemos conscientes de que el teatro es una creación muy antigua que se enfrenta desde sus orígenes al drama de la existencia. En ese contexto, el teatro se vuelve un vehículo que nos permite encontrar el camino hacia las fuentes de lo que verdaderamente somos.
Todos llevamos en nosotros una herencia. Esto es algo que cada vez se olvida más en nuestro mundo habitado por la confusión, el individualismo extremo y la desolación. Vivimos en un juego social que genera un falso sentimiento de pertenencia a una imagen social que sólo nos ofrece fragmentos de nosotros mismos en el vacío de nuestra sobrevivencia. Una pertenencia formal sin sentido real, que se desvanece cuando nos encontramos con nosotros mismos.
Todos tenemos la necesidad de buscar el origen de lo que somos. A este misterio ha estado ligado siempre el teatro, ya sea en la tragedia, en el juego o en la comedia. Quizás en algunos de estos lugares que visitamos buscando otra manera de relacionarnos con el público, la gente sabe y aún recuerda que hay algo esencial (no habitual) que está conectado con su tradición y con todas las tradiciones. Algo que no soy yo en el sentido del ego, o del sujeto social. Algo que nos une a todos y a todas las tradiciones.
Nos ofrendamos con nuestro trabajo y algo fluye de manera colectiva. Parece haber una comunicación verdadera y sincera con nosotros mismos y con el otro. Eso humano que despierta es quizá, desde mi punto de vista, lo más importante de la propuesta de hacer trueque con las comunidades. Nosotros somos los que somos y el otro es el que es. No pretendemos enseñar la cultura, ni estudiar, ni juzgar aquello que nos brinda la comunidad. El dinero desaparece como intermediario en el momento de la representación y aparece algo muy importante para todos, el dar y el recibir, la casa de los que nos reciben y el viaje de los que llegamos, un mundo de signos.
ESCENARIOS EFÍMEROS, PEQUEÑOS TRUEQUES
Después de decender la montaña, paramos en los lugares convenidos. Ahí nos espera algún grupo o artista de la comunidad que visitamos para hacer una pequeña intervención ya sea musical, dancística o de tradición oral. Así vamos recorriendo las casas y las calles, hasta llegar al centro en donde nos juntamos todos.
Llegamos a la plaza central en donde se realiza el Trueque mayor y se presenta el resultado final o montaje de nuestro trabajo de creación. En respuesta varias comunidades de poblados cercanos nos ofrendan lo que ellos entienden como sus tradiciones, danza, música y la representación de una boda tradicional.
Advertimos que la definición de teatro corresponde a una forma oficialmente aceptada como tal, mas al presenciar todos estos ritos del cuerpo y la palabra, de la música y el canto, de las danzas y la narración en los pueblos del mundo, así como sus representaciones religiosas o celebraciones, conocemos la historia subterránea del teatro y el punto en donde se tocan la tradición y la modernidad.
La Antropología Teatral propone el estudio de las expresiones escénicas, por sus codificaciones y por los principios que comparten. El estudio del ser humano en estado de representación. Como parte del Trueque, los pobladores representaron una boda tradicional de Tetecala.
LA ANTROPOLOGÍA TEATRAL
INVESTIGA EL ARTE DE LA PRESENCIA
La presencia escénica se logra a partir del trabajo con los principios que subyacen. El equilibrio en desequilibrio, por ejemplo, al bailar con la botella en la cabeza en esta danza.
Para finalizar, cito a Patricia Cardona, investigadora y escritora, en su libro Diario de una danza por la antropología teatral en América Latina:
“En nuestras culturas autóctonas mesoamericanas existen las tradiciones y los métodos para encontrar ese estado puro de creación. Pero hay un divorcio rotundo entre nuestra realidad parateatral y la teatral cosmopolita. La primera forma parte de nuestra tradición oral y se expresa mediante el canto, la música, la narración y la danza de rituales ancestrales. La segunda se hace con actores egresados de las escuelas de corte realista. Incorporar principios de la sabiduría sagrada antigua en el contexto teatral urbano requeriría de un Laboratorio permanente para el desaprendizaje, redescubrimiento, transformación y autoeducación del actor. Para ello, en términos de sobrevivencia se necesitaría una subvención de los interesados”.
El Trueque es efímero pero es una puerta abierta a la memoria ancestral que se inserta en la búsqueda de nuevas formas verdaderas de ser en el arte. El reto de los hacedores de teatro hoy es inventar el teatro de nuestros días que responda a la paradoja de dejar un legado, una herencia viva. Si nos sumergimos en las aguas de la memoria, descubrimos que son los mismos principios dramáticos los que subyacen en las tradiciones de cada pueblo sobre la tierra.❧