4 meses, 3 semanas, 2 días de Cristian Mungiu
A la paranoia no se le puede poner límites
de lo contrario no sería paranoia.
Elfriede Jelinek
1
No existe en el mundo nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo, escribe Marta Lamas al inicio de su libro Acoso. ¿Denuncia legítima o victimización? Lamas restructura una frase de Victor Hugo1Ningún ejército puede detener una idea a la que le ha llegado su momento para enunciar algo que admiro en ella: la puntualidad de atender un tema, no sólo cuando es necesario, sino cuando las personas están hablando al respecto. Muchos temas e ideas son necesarias en el pensamiento y la enunciación de la problemática, sin embargo, no siempre son atendidos.
Algunas películas narran historias que son necesarias, aunque al exponer el término necesario me causa un poco de escozor cuando pienso en su connotación, en él hay algo que hiede a cliché; en la crítica de cine se manosea mucho la frase: una película necesaria, en dicha tesitura no hay nada menos requerido que una frase de cajón como la anteriormente citada. También en la necesidad se expone lo que es indispensable, que forzosamente se requiere de ello o que no podríamos existir sin su presencia. Por lo tanto, la necesidad evoca también precariedad, estar necesitado de… pedir ayuda, ser auxiliado. Quizá la necesidad nos ayude u orille a tomar decisiones incómodas, pero que deben ser ejercidas.
No sé si creo en las películas necesarias, pero sí en temas necesarios a los que no siempre les llega su hora, por lo cual pasan desapercibidos o son fácilmente olvidados. Por suerte, muchas películas se adelantan a su tiempo, de alguna manera son contemporáneas en el sentido que define Giorgio Agamben lo contemporáneo: lo intempestivo, aquello que se adentra en el cono de oscuridad, pues se adelanta tanto a su tiempo que escapa a las luces de su propio tiempo, en el desface anacrónico el contemporáneo ve, percibe, piensa, crea y propone cosas que a las demás personas no se les ocurrió siquiera paladear. Ser contemporáneo es un acto de coraje, ya que significa asistir a una cita a la que sólo es posible faltar2Agamben, G. Desnudez. Anagrama, Barcelona, 2011.. El contemporáneo existe a través de una contradicción con su tiempo, sin embargo, es contundente en su postura.
Para ejemplificar Agamben cita el poema El siglo de Ósip Maldestam, donde el mismo siglo tiene las vértebras fragmentadas, quiere mirar al futuro, pero no puede, el propio cartílago y su inestabilidad lo llevan al pasado. Esta mirada hacia atrás es reversible, la misma movilidad le hace volver la vista al futuro. Inestable, el siglo vive en un tiempo paradójico por contradictorio. Mira adelante y atrás, mezcla pasado y futuro sin pertenecer a ninguno. Esto es el contemporáneo, pues escapa a las normas de su tiempo, se adelanta a los estándares de su época y por lo tanto suele ser incomprendido.
Pero tienes quebrada la espalda,
mi magnífico, pobre siglo.
Con una sonrisa insensata,
como una bestia otrora ágil,
te vuelves hacia atrás, débil y cruel,
a contemplar tus huellas
También me recuerda a Walter Benjamin y al Angelus Novus, su denominado Ángel de la Historia. Mira hacia el pasado donde las ruinas se apilan a sus pies, pero el tiempo, el progreso y la tempestad, lo arrastran sin poder cambiar nada. El tiempo no se detiene, con las alas abiertas en el torbellino del nuevo siglo, el ángel sólo puede ver la desesperanza. Mirar hacia atrás es necesario si se quiere entender la historia, para cuestionar si en efecto existe un progreso, o sólo nos estamos alejando cada vez más del paraíso perdido. Recordemos que Walter Benjamin es judío y vivió durante la Primera y Segunda Guerra Mundial; tenía necesariamente que repensar, en tono de alarma, el nacionalismo alemán, el concepto de fascismo y las jerarquías que éste conlleva.
2
4 meses, 3 semanas, 2 días (2007), de Cristian Mungiu, sucede a finales de la dictadura de Nicolae Ceaușescu, político comunista que gobernó Rumania durante más de veinte años, conservando y al mismo tiempo retando las relaciones con la URSS, coquetea a su vez con Estados Unidos e incluso es recibido por la Reina Isabel II en el Reino Unido y en Argentina por los Perón. Ceaușescu llevó a Rumania a una precariedad económica a partir de la desviación de fondos atribuido a su megalomanía, limitó a los ciudadanos a un régimen de pobreza, paranoia y vigilancia. Fue fusilado al lado de su esposa Elena la navidad de 1989 después de un golpe de Estado que llevó consigo miles de muertes.
El video del fusilamiento se puede encontrar fácilmente en internet, aunque nos pueda parecer mórbido, es un documento fundamental en la época para visibilizar la muerte de dos tiranos y erradicar el rumor sobre una posible huida, y que de alguna manera se encontraran vivos. En el video también se puede apreciar el entierro de los cuerpos. Por muchos años la ubicación de las tumbas no fue del conocimiento público, se temía que se convirtieran en un santuario de adoración para sus seguidores. Cuando la duda se hizo presente, fue necesario exhumar los cadáveres, mostrar los lechos, hacer pruebas de ADN y ratificar que los dictadores estaban muertos, no fuera que se levantara de la tumba una ideología que ya tenía un par de años pudriéndose en la tierra.
En el marco de estos acontecimientos se encuentran las dos protagonistas de 4 meses, 3 semanas, 2 días: Otilia y Gabita, rubia y morena, amigas que se alejadan cada vez más del paraíso perdido, pero juntas. La primera ayudará a que la segunda aborte en plena dictadura rumana, donde abortar es ilegal en defensa de una ley de natalidad, que, considerando la precariedad económica del país, la ley se presume si no injusta, sí bastante absurda. A la precariedad se le adhiere el discurso de la imposibilidad de las mujeres de decidir sobre su propio cuerpo, ¿qué implica que una dictadura obligue a las mujeres a parir?
En este contraste la película es bastante contemporánea, por ver las costuras de su tiempo y adentrarse en las rasgaduras del tejido, un Angelus Novus que posiciona su mirada en el pasado y presencia la desesperanza acumulada en torno a un tema que está vigente aún en pleno siglo XXI, un tema al que le ha llegado su hora: el aborto. Funciona en medida de evidenciar la devastación y el ambiente de paranoia provocado por la dictadura de Ceaușescu, pero que arrastrado a otros países donde actualmente el aborto es ilegal, también funciona como evidencia y prueba de una constante devastación a través de ejercer una prohibición más bien fascista, ya que obliga a las mujeres a elegir sin darles mayor opción.
En este sentido me gustaría citar a Roland Barthes en su texto Lección inaugural, cuando habla de ejercer el poder a través de múltiples discursos que nos atraviesan:
¿Y si el poder fuera plural, como los demonios? […] Adivinamos entonces que el poder está presente en los más finos mecanismos de intercambio social: no sólo en el Estado, las clases, los grupos, sino también en las modas, las opiniones corrientes, los espectáculos, los juegos, los deportes, las informaciones, las relaciones familiares y privadas, y hasta en los accesos liberadores que tratan de impugnarlo: llamo discurso de poder a todo discurso que engendra la falta, y por ende la culpabilidad del que lo recibe3Barthes, R. El placer del texto y lección inaugural. Siglo XXI. México, DF. 2011..
Barthes habla del lenguaje, los significados que tienen las palabras y de cómo la semiótica podría ayudarnos a repensar, desarticular y ponerle trampas al lenguaje. Cito a Barthes porque remarca, a partir también de las teorías de Michel Foucault (en relación con su libro Vigilar y castigar) que el poder lo ejercen ciertas voces validadas y lo ejercemos en comunidad, por lo que sería más adecuado llamarle los poderes, como las legiones de demonios. En el tema del aborto, ¿quién realmente decide sobre los cuerpos de las mujeres?, ¿son ellas mismas o son los múltiples demonios que se concatenan a su alrededor? Voces validadas como la familia nuclear, el patriarcado, la religión, la medicina y la ley, por enunciar sólo un puñado, y de manera bastante árida, las instituciones que llegan a regular y sobre todo a vigilar los cuerpos. Porque de eso se trata la película, de los sistemas de vigilancia a los que se ven sometidas las protagonistas y la paranoia que dichos sistemas despiertan en ellas.
3
4 meses, 3 semanas, 2 días inicia con datos duros y una metáfora. La pantalla en negro refleja el siguiente intertítulo: Rumania 1987, seguido de una pecera a medio llenar y dos peces en ella. Las dos chicas representan esos dos peces moribundos con apenas el agua suficiente para sobrevivir. La primera secuencia presenta de manera concreta a los personajes, Gabita (Laura Vasiliu) y Otilia (Anamaria Marinca) están por emprender un viaje de dos días, percibimos que no es algo placentero, dialogan sobre nimiedades y conseguir dinero. Aún dentro de la cotidianeidad algo pesa. La gravedad del entorno se hace presente cuando Otilia transita por los pasillos de la residencia estudiantil. Nos enteramos de que hay ciertos productos ilegales, los cigarros y los chocolates son uno de ellos, que las chicas duermen hacinadas y viven en constante vigilancia. Otilia es amable, promete conseguirles varias cosas a sus compañeras de manera desinteresada. Mientras, en la habitación, Gabita se depila un poco perdida y se pregunta si los peces sobrevivirán sin comida durante dos días.
Según se extienda el recorrido de Otilia por la ciudad, los sistemas de vigilancia a los que están sometidas se hacen más evidentes. Les vigilan en el transporte público, la entrada a clases, el volumen de la voz (las callan en los pasillos si hablan ligeramente más alto de lo usual), les piden el carné de identidad para rentar una habitación de hotel, hay una privación y manipulación de la identidad, se trata del panóptico de Foucault: una torre edificada en la cárcel desde la cual se logra ver a los reclusos, sin que estos puedan ver quién les vigila, ellos sienten la suficiente paranoia al saberse observados por ojo omnisciente y omnipresente. En esencia nunca se menciona de manera explícita la dictadura de Ceaușescu, para eso está la fecha expuesta al inicio de la película. No obstante, el discurrir de Otilia por los espacios públicos y privados, así como las relaciones que tiene con otras personas, pone en evidencia la dictadura a niveles de claridad cinematográfica. La película muestra a través de imágenes y secuencias la opresión que viven las protagonistas, se genera una atmósfera que sofoca, el ritmo cardiaco sube cuando se vislumbra la posibilidad de que sean descubiertas. Seguir a Otilia es entender y crear empatía con ella y su objetivo: ayudar a su amiga a abortar. Gabita aparece en pantalla, pero cuando lo hace, desespera. Representa a las jóvenes perdidas en el proceso, en shock por no saber a quién acudir.
La película, al no tomar a Gabita como personaje principal, ayuda a generar una distancia y evitar sensiblerías. No quiere aleccionarnos si es bueno o malo abortar, tampoco que sintamos lástima o aflicción por Gabita. La historia no toma el camino fácil, no le interesa la espectacularidad afectiva que se disuelve al acabar la proyección. A la película le interesa exponer las dificultades a las que se enfrentan las mujeres cuando el aborto es ilegal. Incluso no sabemos cómo es que Gabita quedó embarazada, esto remarca que las circunstancias del embarazo no deberían condicionar su decisión de abortar.
La imagen se vuelve indispensable gracias al buen ritmo de las escenas y su concatenación. No hay musicalización que aderece las emociones, pero no dejamos de sentir y, sobre todo, de pensar. ¿Qué lleva a Otilia a ayudar a su amiga hasta el borde del vómito y el colapso? Si seguimos a Otilia es porque vemos la situación desde afuera, no todas las personas estaremos en la situación de abortar, pero esto no impide tener empatía y, ante todo, exigir justicia social.
En una clase que tuve sobre antropología y género, el profesor comentó que estar en contra del aborto era como estar en contra de que lloviera, igual iba a pasar. Me quedé pensando que las mujeres de familias con mayor nivel socioeconómico bien podían pagarse un aborto en hospitales donde la ilegalidad no tiene injerencia si el dinero se hace presente, pero, ¿qué pasa con las mujeres que no pueden acceder a tales beneficios? Deben correr y correr hasta que la realidad las alcance, tener el hijo, abortar en la ilegalidad, ¿morir en el intento por vivir en un sistema precario, que vigila y castiga? En tierra de nadie, ¿quién manda?
Otilia visita a su novio en la escuela de medicina para pedirle dinero prestado. Doble golpe al espectador, cuando apreciamos que Adi (Alexandru Potocean), el novio, es un cretino al cual le interesa más el cumpleaños de su madre que las preocupaciones de su novia. Le insiste a la chica que asista al cumpleaños, compre cuarenta y siete gladiolas (la edad de la madre) y llegue a buena hora, pues han hecho merengue, ¿cómo puede negarse a tal platillo? La agresión de Adi tampoco es explícita, pero se encuentra en las demandas que le hace a Otilia. Sobre todo, cuando casi al final del metraje, ella asiste a la fiesta y se encuentra rodeada de intelectuales burgueses que festejan el régimen militar, hablan sobre albóndigas de puerco, patatas y de cómo se han roto, por accidente, algunos huevos la pascua pasada. Los padres y amigos denigran a Otilia en un clasismo (casi) involuntario. La gente sencilla es la más educada y respetable, comenta el padre de Adi al saber los padres de Otilia no son profesionistas como ellos.
El contraste es significativo, sobre todo, cuando minutos antes hemos visto cómo Otilia y Gabita son intimidadas y chantajeadas en una habitación de hotel por un tal señor Bebe (Vlad Ivanov), un ¿doctor? que hace abortos y se aprovecha de la situación de las mujeres que acuden con él. Las escenas con el señor Bebe, sustentadas en el diálogo, son las más duras e inquietantes del metraje, es imposible no aterrarse, y aún así, no se despega la mirada de la película, lo que pasa ahí es necesario el ponerlo en evidencia, colocarlo en la mesa y analizarlo. Yo puedo esperar, ustedes son las que tienen prisa, comenta en tono indolente el doctor que apenas explica el proceso por el que pasará Gabita. Bebe ejerce el poder en esa hórrida habitación de hotel por la que también Otilia ha tenido que pasar un suplicio para rentar. Así, mientras Gabita espera con las piernas abiertas con una manguera introducida en la vulva, los médicos discuten sobre la mejor receta para cocinar patatas. Si Gabita no hubiera decidido abortar, ¿qué futuro le esperaba a ella y a su hijo?, y si replanteamos: que fuera niña, mujer, hija, ¿qué futuro le espera a esa hija en un país en plena dictadura que vigilará su cuerpo, subjetividades y decisiones?
4
4 meses, 3 semanas, 2 días pertenece al movimiento denominado “Nuevo cine rumano”. Directores como Cristian Mungiu, Cristi Puiu, Radu Muntean y Corneliu Porumboiu (por enumerar algunos nombres considerados dentro de dicho movimiento) atienden problemáticas y consecuencias de una dictadura que duró más de veinte años. La película se estrenó en 2007 y retoma una historia ambientada en la Rumania comunista de 1987.
Uno de mis profesores de cine siempre nos decía que después de un encuentro bélico las personas hacen buen cine, entendido en una complejidad crítica, visual e ideológica. El cine rumano ha visto al Angelus Novus y por lo tanto ha creado una película contemporánea por su vigencia, pertenece a ese pasado que aún no se ha resuelto y se mantiene en la actualidad con un tema que aún se cuestiona en otros países, como lo es México. Aunque el aborto es legal en Rumania desde la Revolución de 1989, la película funciona para enunciar de manera lúcida, los conflictos que se presentan cuando el aborto es ilegal. Lanza más preguntas que respuestas, porque ante todo es un tema complejo que no se puede atender con facilidad.
Me quedo pensando: ¿cuál tendrá que ser la magnitud de los acontecimientos que nos hagan replantear el aborto en México como algo legal, digno y accesible para todas las mujeres? ❧