El problema clave de la fotografía estriba en reconocer el predominio de las determinaciones objetivas, al mismo tiempo que la necesidad de significarlas. El significante, sobre esta base, dirige su mira en busca de un discurso cuyo referente está en la lucha de clases. De hecho, este problema da lugar a las lecturas variadas de la fotografía, desde la apreciación de las cosas como meros contrastes sensoriales hasta el descubrimiento de relaciones sociales aludidas por sectores de la complejidad formada por las cosas y los hombres. Óscar Menéndez, cineasta independiente, ha procurado asumir, primero, la necesidad histórica y social de significar situaciones críticas y, segundo, la necesidad técnica de hacerlo de tal manera que el placer estético sea vía de conocimiento y de incitación práctica. Esto es resultado de una larga lucha por descubrir en las formaciones sociales, las imágenes, los signos y los testimonios de las luchas populares.
Para conseguir su propósito principal, Óscar Menéndez ha registrado paisajes, rostros y situaciones. Ahora muestra los resultados de más de veinte años de descubrimientos y encuentros en Praga, París, China, la Tarahumara, la sierra de Puebla, Tlatelolco, los Andes. El discurso de Óscar se ha ido integrando a la realización fotográfica de su posición de rescate popular en las situaciones concretas abordadas en esos sitios. Para entendernos, no es el fotógrafo profesional sin pasión ni causa que gasta rollos generosamente para después seleccionar lo más bonito a gusto del cliente. Al contrario, en cada rama, cada situación, va concretando un discurso de afinidades populares, de festejos y de duelos olvidados y perdidos en el oportunismo y la aventura del día.
Óscar Menéndez captura paisajes elocuentes: Praga en primavera y en invierno como visión desde la ventana y como paseante intencionado en París para descubrir la riqueza de tonalidades sólo visibles para quien capta el país y a su extrañeza en cada brillo y en cada luminosidad. China, los Andes y, sobre todo, México exigen significación precisa. Son lugares claves del mundo, en especial de América. Óscar recurre a un recurso discutible para otros cineastas para producir la significación.
En especial, Jorge Sanjinés ha dicho que el close up es un recurso ajeno a la organización campesina, pues los campesinos son en tanto su comunidad, de modo que el acercamiento individual y aislante evita apropiarse de su característica esencial. Óscar prueba que la tesis es, al menos, exagerada. Lo que prueba es que la cámara en las manos de un técnico orgánico de la comunidad, puede convertirse en interlocutora del fotograbado para hacerlo decir todo. Por eso, entre broma y de veras, Óscar dice de una de sus fotos que es todo China, de la misma manera que entrega el rostro de un dirigente andino como prueba simultánea de capacidad técnica visible en el plateado de la frente y de fuerza indígena caracterizada del porvenir de América.
Pero Óscar no cae en utopías indigenistas. Por eso es importante advertir el discurso de la exposición antológica actual. Al lado de los incas, tarahumaras y huastecas, al lado de las cosas y los hombres en significación crítica, está el pueblo mexicano en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, mirando curioso y desaprensivo las maniobras del helicóptero militar; y está otro segmento del pueblo al lado de la propaganda electoral del partido que detenta el poder mexicano. Todo captado con una subjetividad históricamente segura que orienta los cursos técnicos por integrar un discurso abierto, lleno de significados que recuperan la importancia crítica de la fotografía. ❧