Al norte de Cuernavaca, donde el bosque se conserva altivo y el aroma de los pinos colma las carreteras, Mar Gasca Madrigal (Ciudad de México, 1986) trabaja en su taller con piezas que van trazando un camino creativo al cual suma técnicas y materiales para hallar un lenguaje propio. El estudio de las formas de la naturaleza la ha llevado a analizar las fronteras de las artes plásticas. En esta entrevista nos acerca al origen de esta etapa.
Pintas sobre piedras, ocupas hojas de árboles, paja o materiales no convencionales, ¿de dónde proviene la búsqueda de nuevos soportes?
Esta búsqueda tiene que ver con otra: estoy buscando quién soy como artista plástica. Sí, es una búsqueda de materiales y nuevos soportes, pero también de saber cuál es mi reflejo plástico. Desde chica, me gustaba recoger piedras, flores y hojas. En 2010, cuando muere mi abuela, que fue una persona muy importante para mí, al salir de la funeraria recogí una piedra. Era el último anclaje a ella: el lugar donde se incineró. En casa me pregunté cómo iba a acordarme en veinte años de que esa piedra la recogí en el último sitio en que estuvo mi abuela. A nosotras nos encantaban los insectos. Entonces le pinté a la piedra una libélula. Un poco después entendí que la piedra ya no era sólo eso, sino que se convertía en un soporte para decir algo. Y empecé a trabajar de manera formal pintando sobre piedras. A veces me agasajaba buscando cuarzos o piedras semipreciosas; empecé a utilizar piedras de río o las que encontraba en la calle. Trabajé en una serie de insectos en piedras. A partir de que pintaba, la piedra perdía su función natural; algunas eran muy pequeñas, como joyitas. En ocasiones los motivos se adecuaban a la forma. Después comencé a moldear las piedras conforme lo que quería decir. Hacía una especie de rompecabezas y pintaba sobre ellas. Me parecía fantástico trabajar sobre un material que existía hace miles de años. Siempre me llamó la atención la gráfica. Cuando me dieron el apoyo del PECDA en 2009, empecé a asistir al taller de grabado “La Siempre Habana”, donde el maestro Luis Miguel Valdés era mi tutor. En 2011, cuando estaba produciendo mis piedras pintadas, entré a trabajar de lleno a este taller con una serie de gráficas de gran formato del artista Sergio Hernández. Aunque seguía produciendo en casa, estar ahí me motivó a explorar la gráfica nuevamente, pues al ver en vivo la obra de distintos maestros, incluso al convivir con ellos, se volvió a despertar el gusanito que me ha llevado hasta ahí. Y me metí un poco más. Ahora ya no pinto tanto, pero siento que en las piezas que estoy construyendo queda algo de esa intención pictórica.
Si bien es cierto que las piedras dejan de ser lo que son, en algunos casos adquieren otras formas con significantes precisos. Por ejemplo, hay una serie de piedras que forman una mesa. ¿Cuál es tu relación con el arte objeto?
Sí, me gusta mucho. En mi caso, viene de ese gusto por objetos naturales, como los caparazones, las conchas, los nidos, los caracoles. Son objetos que ayudan a resguardar y conservar. Aprecio su estructura, cómo están hechos, cómo funcionan. He tomado algunos elementos de ellos. Me gusta esa parte de intervención para hacer arte objeto, pero cuido que el objeto mismo sea la inspiración, por su función y forma.
En tus piezas se percibe una exploración hacia los mundos ínfimos y microuniversos, cuyas figuras son muy parecidas a las de los primeros organismos que habitaron el mundo. No es una indagación sólo hacia lo diminuto, sino también un viaje a lo primitivo. ¿Cómo llegaste a este punto de encuentro?
Parte de lo mismo: son detalles que pasan desapercibidos porque son pequeños o porque son antiguos. Si no tienes un microscopio, difícilmente los puedes distinguir. Me gusta eso, hacer visible lo que existe, pero que es invisible al ojo humano. Alejarte tanto en el tiempo y mostrar elementos diminutos, que además son prehistóricos, es parte de un mismo punto que nos sitúa en el origen de la vida. Como rescatar algo que existió desde tiempos inmemoriales, desde las sombras, pero que uno no tiene consciencia de su existencia. Me baso en las formas de la naturaleza; no necesariamente las reproduzco de manera fiel. Las estudio, descubro de qué materiales están hechas. Intento profundizar en el objeto para empezar a descomponer y hacer otra construcción que me remita al origen. Buscar qué es lo que había antes de que tú existieras. Sí, desde lo pequeño y hacia el pasado, buscando las formas primitivas y elementales de la vida.
Las figuras que elaboras suelen ser fractales: las estructuras se desdoblan para formar un todo y se percibe una armonía. ¿Cuánta de esa armonía se desvela desde el proceso creativo?
Me pasa con regularidad que quiero decir varias cosas en una misma pieza. He aprendido a decir algo distinto en cada imagen. Los procesos de estos espacios serenos y organizados surgen a partir de ese caos en el que comienzan. Como el Big Bang. Se crea un caos con los materiales y con los discursos, de ahí parto para ordenarlos. Al principio tengo una idea, una imagen formada con base en transparencias, por ejemplo; pero en el proceso van surgiendo otras ideas y, al final, casi nunca es aquélla de la que partí. Suele generarse un resultado más interesante. El orden y la armonía vienen después de mucho caos.
Tanto en la forma como en el fondo, tu obra se conecta profundamente con la naturaleza. Los colores y las texturas refieren a una época de despojo: el otoño, en la que los árboles deshojan, el bosque se vuelve ocre y todo se prepara para el invierno. ¿De qué te despojas cuando terminas una pieza?
Principalmente, de una idea. Pero también de un modo de hacer las cosas. Tengo una idea y la llevo a cabo con sus consecuencias, con sus materiales nuevos, sin ellos, siendo fiel al origen o abriendo caminos de exploración plástica. Son pequeñas etapas, como pasa con las series. Haces un número particular de piezas que se corresponden, que se pertenecen y son similares. Pero das pasos. No sé si hacia adelante pero sí hacia otras posibilidades. Entonces me voy despojando de la posibilidad de trabajar con dicho material de tal manera, y en la siguiente etapa puedo considerarlo o no, todo depende de cuáles sean las posibilidades que haya encontrado en aquel momento. Es importante saber que esa primera intención ya ocurrió. Navego en el proceso creativo, despojándome de ideas, para dar pie a otras por medio de la investigación. Me gusta mucho el otoño como concepto. Es cierto. Te preparas para lo que viene. El invierno y la primavera. Las cosas renacen y florecen y hay una vida nueva a partir de lo que murió en el otoño. Es una cuestión cíclica.
Sin embargo, hay un rasgo particular en esa naturaleza que plasmas. Las flores, por ejemplo, mantienen una actitud de rebeldía. El contexto es otoñal, sí, pero las flores se abren con esplendor y se rebelan a la época en que las sitúas.
Es cierto, son flores que están floreciendo en otoño. Es como utilizar dos tiempos del mismo objeto y hacerlos que se encuentren, pero no de manera que choquen, sino como un diálogo, en armonía. Es la renovación y a la vez el florecimiento, que también sucede en mi proceso. Por otro lado, las formas de las flores son muy sexuales y nos remontan al origen de manera poética. Siento que en algunas piezas sólo reproduzco mi fascinación por la naturaleza. Las traspaso a la plástica. Si ves bajo la lupa cómo está constituido el caparazón de una catarina, es alucinante. Puedo tomar de ahí la forma o los colores o la textura, y combinarlo con el caparazón de un molusco. En particular con las flores, soy una espectadora que intenta que los otros miren lo que me ha maravillado.
En octubre de este año –en otoño, por cierto–, expones en la Galería Víctor Manuel Contreras de la UAEM. Has venido trabajando con una serie de originales sobre papel en los que mezclas técnicas y que involucran las formas del nido y del huevo: dos elementos que de alguna manera retoman tus ideas acerca de la creación…
Será una exposición generosa. Habrá diversas piezas conviviendo entre sí. Ahora estoy muy interesada en la idea del nido de las aves. Lo que significan; qué símbolo adquieren con los huevos; qué es el nido vacío; qué es el nido vivo; cómo es la construcción. La exposición no sólo será de nidos, también habrá una serie amplia de caparazones hechos en barro y piezas que parten desde un mismo origen gráfico para explotarse a sí mismas en un entorno de mezcla de materiales. En general, en esta exposición abordaré una serie de objetos naturales que cuidan, resguardan y cubren. Curiosamente son espacios íntimos y muchas veces sitios de retorno; es como volver a la vieja casa pero con otros ojos. Siento que será un parteaguas en mi proceso creativo. Una pieza siempre te lleva a la siguiente, y una exposición te impulsa más allá. Estoy ansiosa y lista para descubrir mi siguiente destino. La universidad es mi casa, ese nido al que retorno. ❧