Visiones

Jorge Cázares Campos: un Clásico del paisaje mexicano

Nadie podrá jamás ver el paisaje como lo pinta Jorge Cázares, pintor, gran pintor. Necesitaría unos ojos del tamaño del paisaje, omnipotentes. Mis ojos no pueden dominar la interminable distancia blanquecina que se incrusta en el confín, al mismo tiempo la delicada minucia de la hoja que tiembla en el árbol, el millón de hojas que tiemblan en el árbol en primer término, la danza sube-y-baja de las colosales peñas, la tersura del camino de hormigas y el humo dormido cerca del horizonte y la encajería de las nubes en un cielo que canta glorioso, soberano en el alma de Cázares pintor, en mi alma absorta delante de su paisaje.

Ricardo Garibay


Más que un artista, Jorge Cázares Campos es la conciencia de una ciudad, de un país. Su obra no es la copia fiel de una realidad que los demás apenas perciben, no. Es la amorosa recreación del instante, la búsqueda de lo trascendente en medio de tanta fugacidad atrapada por los ojos. Cada paisaje o retrato suyo quieren inmortalizar a las plantas, los árboles, los animales, los hombres, las ciudades y las ideas para dar testimonio de que fueron, y entonces aunque vivan sólo unas horas, unos días, unos años, los ojos venideros puedan crecer sabiendo lo que fue y entiendan lo que es.

Vino al mundo en una Cuernavaca que era el paraíso. Su temprano mundo infantil se componía de música, olores, sabores, gente amable y de un horizonte limpio, vasto que le llenaba las pupilas, los pulmones, las manos y el alma. Sus juegos involucraban insectos, una glorieta y la gente trabajadora que se cruzaba en su camino. Su mundo luego comenzó a ensancharse a fuerza de curiosidad y observación, por la necesidad de verlo, de saberlo todo. La escuela lo enfrentó con varias emociones: felicidad, orgullo, vergüenza, la mentira, y la insatisfacción, y ante ellas desarrolló la necesidad de no encorsetarse, de aprender, de crecer.

De la mano de su padre conoció el campo morelense y se maravilló ante todo: los valles y las serranías, la flora y la fauna, los cielos y los pueblos, la gente buena que cultiva el alimento y los voraces “coyotes” que ancestralmente les robaban el producto de su trabajo, por ello su obra está llena de certeros homenajes a hombres y mujeres del campo, a quienes ve como seres limpios y honestos, que de uno u otro modo sostienen al resto del país con su solo esfuerzo.

Jorge Cázares Campos

El celebrado paisajista morelense considera al arte como el medio de comunicación eficaz e irrenunciable. A través de sus piezas ha creado un universo paralelo en el que la naturaleza habla y la obra humana puede verse y juzgarse desde puntos de vista varios: la historia, el progreso, la ecología, la creación y la belleza. Su obra se conoce en todos los niveles. No hay familia que no recuerde sus cuadros impresos siempre al dorso de las cajetillas de cerillos Clásicos de La central, encargo que lo llevó a recorrer todos los rincones de México para pintar plazas, valles, catedrales, cerros, lagos, sembradíos, bosques y demás paisajes nacionales.

La colección de los Clásicos, sin embargo, no es lo único que lo ha acercado a la gente de Morelos, sino su generosidad, su bonhomía, que lo han motivado a proponer, impulsar, coordinar, operar y a veces hasta financiar espacios y programas de difusión cultural sin cobrar nunca un sueldo.

Como artista, está convencido del potencial del mexicano, del morelense, y piensa que tarde o temprano se mostrarán para asombro de propios y extraños, porque hasta ahora han podido más nuestros complejos de pueblo pobre y conquistado; pero es necesario actuar con dignidad y plena conciencia. En su obra lo expresa con la fuerza del detalle, en esos murales ejecutados con técnica de caballete, que le permiten dar mayor expresión al conjunto; lo ha dejado dicho todo.

Cuernavaca, Morelos, 1978

En sus actividades como promotor cultural ha creado, adaptado, rescatado y dirigido espacios para la difusión de la obra de diversos artistas emergentes, también ha desarrollado campañas de sensibilización artística en colonias de escasos recursos, con o sin el apoyo de las instancias públicas cuya misión era llevar a cabo esa tarea, lo que lo obligó más de una vez a reprender a delegados, presidentes municipales, directores y hasta gobernadores de corta vista en torno a la importancia de dicho trabajo.

Entre los logros concretos derivados de su actividad pueden contarse la creación de los jardines del arte de Cuernavaca, el rescate del abandonado Jardín Borda, la creación del Comité Municipal de Cultura de Cuernavaca, el nacimiento del Instituto de Cultura del estado de Morelos, el rescate del Teatro Morelos y muchos otros. En general, puede afirmarse que existe un Morelos antes y uno después de las acciones de Jorge Cázares Campos; su trabajo como promotor cultural honorario le confirió autoridad moral y generó un movimiento artístico que aún cosecha frutos. Existen museos, teatros, auditorios, cines, galerías y salas de concierto que de una u otra forma son el resultado de su ambición más grande como artista y promotor de la cultura: convertir a Cuernavaca en la ciudad de los cien museos. Su ejemplo de artista abriendo espacios para otros artistas ha cundido tanto que Morelos tiene ya nuevas generaciones de artistas-promotores y jóvenes empresarios que abren cada día galerías, teatros y cafés, como espacios dedicados al arte.

Hoy, mientras trata de retirarse de la vida pública para cuidar de su salud, es llamado desde todos los foros, invitado por artistas de diversas generaciones y tendencias, colectivos y fundaciones culturales, para que forme parte de sus consejos, para que inaugure exposiciones, para que dicte conferencias, para que participe como experto en el desarrollo de nuevos proyectos culturales. Y a veces, incluso, contra consejo médico, acude a algunos de esos llamados, pues sigue sintiéndose responsable de su ciudad y de su estado en una tarea que se impuso desde el principio, cuando participaba en esas tertulias con Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, y el Dr. Atl, en el Chez Gastón.

Ya como artista, ya como promotor de la cultura morelense a nivel nacional e internacional, ha compartido proyectos o tratado de primera mano a grandes, como Roberto Montenegro, David Alfaro Siqueiros, José Luis Cuevas, Gabriel Figueroa, Manuel Felguérez, Luis Nishizawa, Francisco Toledo, Juan Soriano, Santiago Genovés, Gutierre Tibón, Ricardo Garibay, James Fortson, Carlos Monsiváis, Rufino Tamayo, Blas Galindo, Banda de Tlayacapan, Rodolfo Stavenhagen, Alberto Darszon y Francisco Bolívar Zapata, entre otros.

“El país tiene hambre y necesidad de ser culto”, expresa siempre Jorge Cázares; está convencido de que eso le permitirá ser generoso y pródigo en seres humanos éticos, honrados, honestos y que amen a su patria. Afirma: “Se requiere de un humanismo integral que dignifique a todos y cada uno de los mexicanos sin distinción alguna”. Por eso Cázares Campos es un hombre entendido del signo de su tiempo, desea que su obra le recuerde a la gente la importancia de la naturaleza y su conservación al contemplar cómo lucía cada ciudad, cada hacienda, cada ingenio azucarero, cada parcela trabajada por los buenos campesinos. Ese recordatorio es un llamado a la acción, más que a la contemplación. 

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Pablo Picazo
Pablo Picazo
Escritor y periodista morelense.
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