Las obras del artista Alejandro Aranda fusionan siglos, épocas y personajes, conformando una lectura personal de la historia de las luchas y de la búsqueda de la justicia para el pueblo. Sus pinturas y grabados han sido expuestos en varios países. Desde 1975 a la fecha su obra gráfica ha acompañado de manera solidaria los movimientos populares más importantes de Morelos y de México.
Fuimos conquistados por la espada y la cruz, desde esos tiempos nuestros indígenas han resistido estoicamente; fueron destruidos sus ídolos, derribadas y sepultadas sus pirámides sobre las cuales construyeron sus templos. Símbolo aberrante de la imposición de una cultura a otra.
Somos los hombres de maíz, nos da cohesión, fuerza, vida e identidad. Somos los colores del maíz, nuestras pieles se tiñen a través del mestizaje; de negro, amarillo, rojo y blanco.
Esta pintura es una visión sintética, de la historia social de México y Morelos. Pretendí unir los eslabones a través de los movimientos populares independientes más importantes del siglo pasado, a partir de la Revolución de 1910, los posrevolucionarios y contemporáneos históricamente, con sus personajes emblemáticos como Emiliano Zapata y Rubén Jaramillo, más recientemente el surgimiento en 1994 del movimiento de los pueblos indígenas encabezado por EZLN.
Zapata y Jaramillo han traspasado el pórtico de la historia, sus idearios y su congruencia llegan como un ejemplo para retomar, más que nunca en nuestros días, por la defensa de las libertades, la justicia, la democracia y la tierra. Esta obra es un modesto reconocimiento a todas esas mujeres y hombres anónimos que lucharon y ofrecieron su vida por un México mejor. Algunos de ellos aparecen como los veteranos zapatistas; Emeterio Pantaleón, Estanislao Tapia, Félix Garduño Nava, José García Medina, Victorino García Sánchez, Longino Rojas Alonso, Gonzalo Gutiérrez, los veteranos jaramallistas; Félix Serdán Nájera, Pedro García Velázquez, José Rodríguez Pérez, Paula Batalla, Ricarda Juárez, Epifanía Zúñiga, activistas sociales como Mónico Rodríguez, Debaki Garro, Gerardo Teissen y el subcomandante Marcos.
Rubén Jaramillo luchó al lado del General Emiliano Zapata, y don Félix Serdán tomó las armas al lado de Rubén Jaramillo en 1943; fue el último movimiento armado en Morelos. Rubén Jaramillo y don Félix Serdán Nájera representan los eslabones del pensamiento zapatista en nuestros tiempos.
En 1994 Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) convocó a los veteranos zapatistas y jaramillistas; don Estanislao Tapia, veterano zapatista, y don Félix Serdán, veterano jaramillista, a través de la Convención Nacional Democrática (CND), como miembros honorarios del EZLN. A Don Félix se le otorgó el grado de Mayor Honorario del EZLN y se le confirió el resguardo de nuestro lábaro patrio.
El legado de Emiliano Zapata
Los ideales zapatistas han traspasado nuestras fronteras y se han colocado en el centro de la historia; la imagen de Zapata no es sólo icono sino bandera de lucha que enarbolan los movimientos sociales contemporáneos por demandas de libertad, justicia y democracia; por la defensa de la tierra, agua y sus semillas nativas, contra la desigualdad y el olvido, contra el capitalismo salvaje, la globalización neoliberal, su esfuerzo por revertirlos y hacer posible la utopía de otro mundo posible.
Rubén Jaramillo
Hoy, cuando la política está tan alejada de la ética, los principios y valores, como la congruencia y la lealtad hacia el pueblo, es oportuno recordar la experiencia y aportaciones del líder campesino Rubén Jaramillo Ménez, quien fue salvajemente asesinado junto con su familia el 23 de mayo de 1962.
Rubén Jaramillo representa el eslabón más importante a nivel nacional entre el zapatismo histórico y el movimiento campesino contemporáneo. Fue un ejemplar soldado del Ejército Libertador del Sur, que después de la muerte del general Zapata, puso en práctica muchas de las enseñanzas adquiridas durante la Revolución.
Apoyado en el Plan de Ayala y en muchos de sus excompañeros de combate, gestionó y consiguió por medios pacíficos la creación del primer ejido en Tlaquiltenango, en 1921, afectando tierras de la hacienda de San Juan Reyna. Unos años después, en 1926, crea una de las primeras sociedades de productores en el país, la Sociedad de Productores de Arroz en el centro y sur de Morelos. Al arribar el general Lázaro Cárdenas a la presidencia de la república, Jaramillo es uno de los principales promotores de la creación del ingenio azucarero de Zacatepec, operado por una sociedad cooperativa de campesinos y obreros. Por su consecuente defensa de los trabajadores y ejidatarios y su valiente lucha contra la corrupción de los gerentes del ingenio, fue perseguido por los caciques y sus sicarios, así como por las fuerzas represivas de los gobiernos locales, por lo que se vio en la necesidad de abrazar de nuevo las armas, en 1943, para defenderse de sus persecutores. Fue entonces cuando lanzó su Plan de Cerro Prieto.
Convencido de que los tiempos no estaban para ganar la lucha echando balas y que el poder se podría ganar en las urnas, acepta la amnistía ofrecida por el presidente Manuel Ávila Camacho, y de inmediato se aboca a la formación del Partido Agrario Obrero Morelense y lanza su candidatura al gobierno del estado en 1946. Como la participación electoral sólo se veía como un medio y no como un fin, Jaramillo siguió defendiendo a los obreros y a los ejidatarios de los funcionarios corruptos, lo que motivó de nuevo su persecución. Al regresar de la clandestinidad aprovecha nuevamente la coyuntura electoral de 1952 y lanza otra vez su candidatura al gobierno de Morelos, en alianza con el candidato presidencial Miguel Henríquez Guzmán, logrando una alta votación, que por supuesto no le sería reconocida, y tuvo que volver de nueva cuenta a la montaña para protegerse de la represión.
En 1958, Adolfo López Mateos le ofreció garantías para que por medios legales continuara su lucha. Jaramillo le tomó la palabra. Conocedor de las diferentes formas de organización y de lucha, continuó con la lucha agraria y tomó los llanos de Michapa en el poniente de Morelos, inició la democratización de las Ligas de Comunidades Agrarias en el estado, impulsó la lucha en los municipios por sacudirse la imposición de candidatos corruptos del PRI, participó en la construcción de un gran frente del campesinado, avalado por el general Cárdenas, que sería la Central Campesina Independiente (1963), la cual ya no alcanzó a ver. Pero esto no era todo, Jaramillo también apoyaba el movimiento ferrocarrilero y el movimiento magisterial dirigido por el profesor Othón Salazar; tenían gran simpatía por la Revolución cubana y había sido invitado a visitar la isla.
El activismo y la persistente rebeldía de Jaramillo y los jaramillistas no eran las únicas cualidades. Es de destacarse que si bien Jaramillo no hacía teoría, su práctica siempre mostró una gran fusión entre la política y la ética, tan ausente en la actualidad. Nunca vio la política como un fin, sino como un medio para mejorar las condiciones de vida del pueblo; para él, igual que Zapata, la congruencia entre las palabras y los hechos era fundamental en el ser humano, y sobre todo en los revolucionarios. Pero además, Jaramillo no se limitaba a la protesta, siempre tenía un proyecto (como el ingenio de Zacatepec y el proyecto de desarrollo integral en los llanos e Michapa); era un gran constructor e innovador y su visión del desarrollo contaba con ideas y propuestas en los órdenes político, económico y social.
A lo largo de varias décadas de lucha formó a valiosos dirigentes como Félix Serdán, Mónico Rodríguez, Paula Batalla, Apolinar Alcocer, Ricarda Juárez, Raymundo Aranda, José Rodríguez, Pedro y Cirilo García, Adalberta Galarza, José Allende y muchos otros militantes que se mantuvieron en la lucha hasta sus últimos días.
Para 1962, Jaramillo estaba a punto de convertirse en la figura política rural más relevante, junto a la de Jacinto López, en el norte del país, y a la de Genaro Vázquez, en el sur. Sin duda, se trataba de un personaje que para el gobierno era un peligro y había que exterminarlo.
Así, curiosamente, a unas semanas en que el presidente Kennedy, de Estados Unidos visitaría nuestro país, Jaramillo, su esposa e hijos fueron arteramente asesinados por elementos del ejército en las inmediaciones de la zona arqueológica de Xochicalco.
Es bueno que los movimientos sociales actuales echen una mirada a la experiencia jaramillista, como un ejemplo de que junto a la protesta y la propuesta también debe estar la materialización de ideas y proyectos; o sea que, entre los escombros del putrefacto sistema de explotación y corrupción que padecemos, podemos comenzar a crear, desde hoy, lo que queremos tener para el futuro. ❧
Plutarco Emilio García
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