El arroz es uno de los alimentos base y de mayor significado para los mexicanos, no sólo por los nutrientes o su variedad, sino también por su lugar en la tradición gastronómica nacional. En Morelos, su producción es notable y reconocida mundialmente. Durante tres días el arquitecto y fotógrafo Miguel Ángel Reza se adentró en los campos del estado y registró el proceso del cultivo del arroz, logrando un archivo de imágenes únicas y bellas que forman parte del proyecto Arroz en los campos de Morelos,un despertar de origen. En las siguientes líneas nos comparte cómo logró llegar al fondo de esta actividad y convertir las etapas del cultivo en piezas artísticas.
¿Qué te motivó a realizar un trabajo sobre el arroz y no otro producto agrícola, como la caña, por ejemplo, que también es representativa en la entidad?
En realidad, estoy por realizar varios estudios de fotografía sobre los cultivos en Morelos, y no sólo de la caña, también del maíz, el jitomate, el sorgo, entre otros. Morelos es tierra fértil. Empecé con el arroz por una recomendación del pintor Jorge Cázares, quien expresó que mi mirada fotográfica es diferente. Así inicié este ensayo sobre el cultivo y la cosecha, que es un homenaje a los hombres y mujeres que día a día se involucran con esta tierra soleada.
¿Cómo fue el proceso de creación de este trabajo que dio por resultado más de 90 fotografías?
Antes voy a confesar que no soy fotógrafo, es decir, mi mirada está alejada de la influencia de conceptos, preceptos y autores, en términos técnicos, teóricos y estéticos de las escuelas de fotografía. Mi padre es cómplice de mi amor por la fotografía. Él es quien me muestra este camino del arte fotográfico. A temprana edad, siendo aún niño, me compartió sus conocimientos en el manejo de la cámara, sin imposición alguna, con confianza y completa libertad. Al ver mi profundo interés me regaló su cámara, una Pentax de aquellos años, réflex, como dicen los fotógrafos.
Para este proyecto investigué sobre los orígenes del arroz, técnicas y procedimientos de cultivo y las épocas de siembra en Morelos y el mundo. Esto me permitió plantear un esbozo de los campesinos en su entorno. La travesía fue el alba, cénit y crepúsculo en los campos. Es fascinante vivir de esta manera; para mí, la fotografía es una oportunidad de compartir la belleza.
¿De qué manera influyó tu vocación de arquitecto?
La importancia del suelo para el cultivo y los desarrollos inmobiliarios masivos son temas que me interesan mucho. Cada vez se pierde más la tierra de cultivo y se incrementan las construcciones de vivienda de interés social. El desarrollo urbano devora lo rural, quizá por la falta de apoyo al desarrollo agrario, específicamente al campesino, que se ve tentado a vender sus tierras.
Entonces, ¿dónde está la relación armónica que mantiene el equilibrio entre lo rural y lo urbano en las políticas de desarrollo social? El doctor Bruno Parodi dice: “La tecnología es la hija rebelde de la ciencia”. Gracias a los avances tecnológicos casi podríamos edificar en cualquier sitio. Con este paradigma de “inteligencia científica” hemos convertido un desierto en un vergel (como Las Vegas o los desarrollos arquitectónicos en Dubái), sin que importen las afectaciones al medio ambiente. La ciencia avanza en el discurso político del “progreso”, o quizás en el interés de un sistema económico de hegemonía mundial.
Mis días de niño curioso jugando en el jardín de casa y los viajes en familia por casi todo el territorio nacional han sido un referente importante en mi interés por la naturaleza, el humano y su cultura. El contacto directo con la madre tierra es una experiencia que atesoro y sigo procurando. Creo que esta convivencia vuelve al individuo consciente de su entorno, de su riqueza e importancia, y del ser. Así, mi mirada como arquitecto impuso, a través de la lente de mi caja negra, un respeto absoluto por la naturaleza, por el humano y su campo. Mi campo. El de todos. Sólo soy un curioso que teje historias con la lente, historias que hoy comparto, como un homenaje a las mujeres y hombres que con sus manos siembran la semilla que nos nutre.
¿Hubo cierta dificultad para adentrarte en la dinámica del campo?
Ninguna. Las fotografías que aquí se presentan son el resultado de tres días en el campo, bajo el mismo sol que sofoca el jornal de los campesinos. Un dato importante que cabe mencionar es que empecé a fotografiar la cosecha ya que la siembra se había dado, y al año siguiente trabajé en otros campos las fotografías del cultivo del arroz.
Cuéntanos un poco sobre las etapas de la siembra que pudiste registrar.
Se realiza en dos etapas. En la primera se prepara la tierra en forma de tajos y melgas (superficies pequeñas de dos a tres metros de largo y ancho), con bordes que permiten retener agua en cada uno de ellos. Aquí se requiere la conformación de terrazas para aprovechar el agua que anegará los demás tajos y melgas; en estas superficies anegadas se arroja la semilla del arroz.
Una vez tiradas en las melgas, las semillas seleccionadas son cubiertas con estiércol de caballo, para evitar que las aves se las coman. Cuando la semilla empieza a germinar, se desarrolla la planta en forma de pastizal a una altura de entre 20 y 30 centímetros; a esta planta se le conoce como almácigo, y tiene un tiempo de crecimiento de entre seis a ocho semanas, aproximadamente.
El almácigo se arranca del suelo; es colocado en bolsas y trasplantado para cultivarse en un campo más grande, donde previamente varios campesinos, llamados “abordadores”, hacen las melgas (forman terrazas con bordos para retener el agua). Los abordadores tienen la vista muy desarrollada y saben la dirección del agua. A su vez, deben “saculear”, es decir, ubicar la salida del agua de la primera melga con las subsecuentes en forma de zigzag. Para lograr un mejor drenaje de agua entre las melgas, colocan unas bolsas de plástico en las salidas de agua. Mientras avanzan en estas maniobras, otros campesinos empiezan el trasplante del almácigo. Y en un periodo aproximado de 30 días de haber sido trasplantado se retira la mala yerba, llamada “tlamateca”, la cual es cortada con la mano.
Un campesino no sólo es aquél que cultiva y cosecha el arroz. Lo son también varios especialistas que intervienen en diferentes momentos del proceso, como por ejemplo los “regadores”, que trabajan de noche cuidando que el sembradío tenga suficiente agua; su trabajo representa una lucha por mantener el cultivo hidratado, ya que dependiendo de la cantidad de agua será la calidad de la cosecha.
Cuando sale la espiga de arroz, se requiere de los “pajareros”, que son los campesinos que cuidan los campos de las aves y roedores. Estos pajareros emplean diversas técnicas para ahuyentar a los depredadores, como gritar; gritan cualquier cosa. Algunos otros usan chicote, honda, resortera, botes de lata de refresco o cerveza con piedras en su interior, agrupados y colocados en forma de tendedero a lo largo del cultivo; al jalar el hilo emiten un sonido que espanta a los principales depredadores de arroz, ya sean cuervos, urracas o conejos. Son seis semanas de “pajareo” aproximadamente. El proceso continúa hasta la cosecha. Es un trabajo arduo.
Se distinguen dos líneas estéticas: una que documenta este proceso que nos acabas de narrar, y otra que retrata de manera artística los paisajes donde se lleva a cabo. ¿Cómo delimitaste estas dos vertientes?
Este proyecto es como la vida misma: irrepetible en cada momento del disparo. Se vuelve desafiante cuando los recursos técnicos son escasos. A través de una mirada artística y, sobre todo, con completa libertad creativa, procuré fundir el paisaje natural con el trabajo arduo de los campesinos. El resultado son estas fotografías inéditas que constituyen una memoria gráfica en la que se revela el proceso “artesanal” del cultivo y cosecha del arroz, e incentiva las actividades productivas, culturales y gastronómicas del estado y del país. Lo interesante es que todo el material fue realizado con una cámara compacta, no profesional, con un solo objetivo (lente), y en condiciones en las que seguramente cualquier otro fotógrafo hubiera desistido. El resultado lanza una posible pregunta incómoda para los profesionales de este arte: ¿la fotografía es un asunto de cámaras y marcas o un desafío a la capacidad creativa? La fotografía que aquí se muestra provoca, de manera sutil, una importante reflexión sobre los retos que los campesinos enfrentan en la labranza. La cámara es sólo un instrumento, una herramienta del artista para el desarrollo de su obra. Durante tres días en el campo desarrollé este trabajo sin edición alguna, ni repetición de escenas, ni fotos de personajes en poses falsas…
Miguel, ¿cómo se percibe la situación del país en los campos de Morelos?
Precaria, sin apoyo al campesino. Los anuncios de radio y televisión tienen un discurso político que refiere a un absoluto apoyo al “amigo agricultor… amigo productor…” Pero existe una desigualdad que va desde los jornaleros agrícolas, que en su mayoría son emigrantes, hasta el campesino, poseedor de tierras o parcelas. Sólo el productor o agricultor es quien se beneficia de los apoyos del gobierno.
Es notoria la diferencia de clases sociales que aún se vive en el campo. Me da la impresión de que el feudalismo está vigente, pero llegó al siglo XXI con el disfraz de la modernidad. En el escudo del estado de Morelos, hecho por Diego Rivera, en 1922, en el cual aparece la milpa como símbolo del fruto de la tierra fértil, están los lemas revolucionarios: “La tierra volverá a quienes la trabajan con sus manos” y “Tierra y libertad”. Ante esta evidente desigualdad, pregunto, ¿dónde quedaron los logros de la Revolución mexicana en apoyo al campesino para gozar de mejores condiciones de vida?
¿Cuáles son los retos que se viven hoy en los campos de arroz?
Frente a las reformas y tratados internacionales que México firmó con otros países, principalmente con Canadá y Estados Unidos, nos encontramos con una desventaja no sólo en el cultivo del arroz, sino también en otros alimentos agrícolas. El Tratado de Libre Comercio abrió las puertas a productos de importación que, en su mayoría, son transgénicos y se comercializan sobre todo en las tiendas de autoservicio, o peor aún, en los mercados sobre ruedas; sin embargo, nunca serán una competencia en calidad, pues nuestros alimentos conservan los nutrientes naturales, consecuencia del proceso de cultivo y de las semillas sin modificación genética.
En México no existe una ley que controle los cultivos transgénicos. La frontera y la discusión sobre el cultivo con semillas modificadas genéticamente son polémicas, desafiantes; por ello es necesario replantear nuestras acciones en materia educativa, social, económica, cultural y de salud. Aquí hago un llamado de atención a las secretarías y autoridades encargadas de las medidas sanitarias, la planeación e instauración de estrategias, proyectos y la creación de leyes que garanticen el desarrollo urbano, agrícola, social y económico para el cultivo de productos nutrimentales al 100%, asequibles a cualquier sector de la población.
¿Por qué crees que en el cultivo del arroz existe “un despertar de origen”? ¿Qué significa?
Debemos recordar que en cada ecosistema habitan diversos microorganismos de flora y fauna que se autorregulan naturalmente. Cuando el ser humano interviene en alguno y lo altera, no sólo modifica su aspecto formal, sino que también rompe el equilibrio ecológico y propicia el aumento de plagas y alimañas, que ocasionan problemas sanitarios y ambientales. El arroz es el eje central de muchas culturas; incluso, varios países atribuyen el desarrollo de su civilización al cultivo del arroz. Un dato importante es que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (conocida como la FAO, por su nombre en inglés) nombró al 2004 como el año mundial del arroz. En Morelos, el proceso artesanal y ancestral en el cultivo del arroz valió para obtener la denominación de origen en 2011, un año después de haber tomado estas fotografías inéditas. La frase “un despertar de origen” es una invitación a los políticos, economistas, ingenieros agrónomos, académicos, investigadores, científicos y productores agrícolas para conservar y desarrollar de manera natural los cultivos y evitar el uso de pesticidas, plaguicidas o semillas modificadas genéticamente.❧