En 2012, la artista canadiense Andrea Carr y un grupo de curiosos amantes de la música decidieron fundar el coro “Deo Gracias”, en Morelos. No sólo cautiva su dedicación al canto, sino también la pasión con la que se entregan a piezas corales que exigen gran nivel. Recientemente ofrecieron un emotivo concierto en el que interpretaron una obra del compositor británico Karl Jenkins que, gracias a esta interesante crónica, podemos revivir.
Incluso los sobrevivientes pueden ser lastimados por la destrucción causada por la guerra. Las luces de la sala del Teatro Ocampo se apagan a las 8:00 p.m. Sólo pueden escucharse los murmullos, susurros apenas perceptibles, del público que espera. El teatro está lleno. Después de la tercera llamada, nadie se atreve a levantarse de su asiento. El escenario ha quedado completamente oscurecido. De pronto, al coro de l’homme, l’homme, l’homme armé se escuchan unos pasos. Una sola luz frontal ilumina a los coristas que entran en marcha y proyectan sus sombras en la pared. Sombras gigantescas de pies y piernas que, con paso firme, golpean el suelo. Ésta es sólo la punta del iceberg.
La obra The Armed Man: A Mass For Peace (El Hombre Armado: una misa por la paz) del compositor galés Karl Jenkins ha sido representada 2 mil veces en todo el mundo. Esta pieza fue escrita en 1999 por Jenkins gracias al encargo del Museo Real de Armería para las celebraciones del milenio, además de conmemorar el traslado del museo de Londres a Leeds. Sin embargo, Jenkins también dedicó su obra a las víctimas de la crisis de Kosovo. La obra es una composición contra la guerra que, pese a que toma elementos de las típicas bandas militares como las flautas y los tambores, se basa en una misa cristiana combinada con la canción popular del siglo XV L’homme armé, además de cantos gregorianos, fuentes bíblicas, referencias islámicas, entre otros materiales históricos y culturales de diversos orígenes.
En enero de 2015, la maestra Andrea Carr, fundadora de la agrupación coral “Deo Gracias”, compuesta por cantantes de los 25 a los 85 años, y la Orquesta Sinfónica del Fuego Nuevo, integrada por jóvenes músicos morelenses entusiasmados por representar a la entidad, decidieron interpretar la obra de Jenkins como un trabajo en equipo. Entonces no imaginaban la magnitud que tendría el proyecto.
Así, comenzaría una producción grande y ambiciosa que develaría algunas dificultades en el camino. La primera de ellas: el coro. La maestra Carr contaba con pocas voces para una orquesta de 35 elementos, por lo que fue necesario invitar a otros coristas para integrarse al proyecto. Entonces, se unieron dos grupos más: el coro del Centro Morelense de las Artes y el Ensamble Vocal Arión. El trabajo, la colaboración y el entusiasmo por interpretar la obra de Jenkins fue la base que mantuvo unidos a estos grupos artísticos, quienes ensayaban algunas veces por separado y otras en conjunto, como si se tratase de la construcción de una fortaleza que se levanta muro a muro.
Ensayar en espacios prestados, en iglesias o en escuelas, por las tardes, martes, jueves y domingos, ensayar… ensayar… ensayar y construir. El trabajo fue imparable y el proyecto creció más de lo esperado. La maestra Carr supo, entonces, que no podría lograrlo sola. Por lo tanto, coristas y músicos aportaron recursos, unieron fuerzas, orquestaron también fuera del escenario.
Los esfuerzos sumados se dirigían a un objetivo claro: tener la premier de The Armed Man en México, en Morelos, a mitad del año. Sin embargo, cuando estaba ya por anunciarse el magno concierto, llegó la noticia de que en Monterrey ya se había hecho la presentación de la misma obra meses antes. Pero esto, aunque quitaba el título de “estreno” en México, no menguó los ánimos de la organización. Ser los primeros no era garantía de nada. El trabajo continuó.
La maestra Andrea Carr sabía de la importancia de esta pieza; estaba convencida de que la música puede sublimar el alma y provocar alegría, risa, dicha, pero al mismo tiempo llanto. The Armed Man es una profunda reflexión sobre la guerra y sus consecuencias. Presentarla en México tenía todo el sentido del mundo, pues en los últimos años nuestro país se ha convertido en un campo de guerra, en el que la barbarie y la destrucción ha cobrado vidas inocentes por igual. Incluso los sobrevivientes pueden ser lastimados… El compromiso era innegable y la monumentalidad de la pieza comenzaba ya a mostrar sus primeros atisbos. Llevar al escenario una obra así fue la batalla, la lucha que había que sortear.
La suite sigue el orden de una misa. El Kyrie abre con una plegaria: Señor, ten piedad. A la que le sigue el Sanctus, el cual parece ser un llamado de guerra, desgarrador y amenazante, compuesto por elementos tribales y cantos gregorianos. A éste le sigue Benedictus, el cual, con un tono completamente distinto, es una conmovedora afirmación de fe. Después, en el Agnus Dei las voces de los coros adquieren un tono mucho más profundo, rememorando, por supuesto, al sacrificio de Jesucristo. Y, finalmente, el Hymn Before Action, basado en el poema del escritor británico Rudyard Kipling, el cual exalta la ansiedad de los jóvenes soldados por morir. El himno culmina con una frase demoledora: Señor, concédenos la fuerza para morir.
The Armed Man es una apología del fin de las guerras. Jenkins la presentó con la intención de que el cambio de siglo, significara una nueva oportunidad para la humanidad de crear y no destruir. Incluso los sobrevivientes…
En esta oleada de violencia en México, cada muerte injustificada, la impunidad, los 43 normalistas de Ayotzinapa, cada víctima de esta guerra inmerecida, tienen un sitio especial en este magno concierto. Están allí, como un recordatorio de que toda muerte importa.
Este proyecto no sólo significó un esfuerzo redoblado para los coristas y músicos, sino también para la maestra Carr: su visión ha comenzado a debilitarse a causa de una enfermedad degenerativa (síndrome Marfán), y recientemente ha empeorado, por lo que piensa que éste podría ser el último magno concierto que dirige. Sin embargo, su talento le ha permitido bregar en las consecuencias de su enfermedad y buscar alternativas y espacios para presentar su trabajo.
Si algo comparten la maestra Carr y Jenkins es la pasión por hacer de la música un momento, una circunstancia; volver perpetuo lo fugaz, marcar en el tiempo y en el espíritu.
El mismo Jenkins mandó un mensaje a la agrupación entera, agradecido por el hecho de que su obra se presentara una vez más. Con palabras muy breves deseó buena suerte y un concierto memorable.
La presentación en el teatro es el último paso, la pieza finalizada, el ensamble de un montón de eslabones que se sumaron.
Cuando las luces se apagan, cuando la marcha aparece, cuando llaman las trompetas y los tambores estallan, cuando las voces cantan y los instrumentos suenan, aparece el hombre armado. Incluso los sobrevivientes pueden ser lastimados por la destrucción causada por la guerra.
Éste es el inicio del espectáculo. La tercera llamada. Nadie sospecha lo que ha costado. En el escenario se ilumina la oscuridad.
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