Miscelánea

poesía y movimientos sociales

“En todas las cosas hay una palabra interna, una palabra latente que está debajo de la palabra que las designa. Ésa es la palabra que debe descubrir el poeta”, dice Vicente Huidobro, quien bien sabía de la fuerza del lenguaje. Quizás esa palabra interna de la que habla es aquélla que supieron encontrar Octavio Paz y José Emilio Pacheco en los poemas que escribieron con motivo del Movimiento Estudiantil del 68 y la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco; y Efraín Huerta, en los versos que dedicó al llamado “Halconazo” del 71. Poesía representativa que cimbró en las conciencias de los mexicanos, y nos recuerda que la literatura puede ser también una extensión de la historia; por tanto, en estas páginas la presentamos con el ánimo de que los lectores aviven la memoria.

Asimismo, publicamos los poemas con la intención de conmemorar los 100 años del natalicio de Huerta y Paz, y a modo de homenaje, por el fallecimiento de José Emilio Pacheco. En paralelo, actualmente esta poesía retoma su importancia y se vuelve aún más significativa por la situación que vive México; por las manifestaciones del reciente movimiento estudiantil del Instituto Politécnico Nacional, que logró hacerse escuchar por la vía pacífica; y, en un hecho contrario, regido por una violencia irracional, el caso indignante de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Iguala, desaparecidos el pasado septiembre.

Para los mexicanos, existe un antes y un después del 68, ¿será el caso del 2014? ¿Cuál es la lectura de los sucesos violentos? ¿Hacia dónde se dirige el país?… Las imágenes imborrables de ambas épocas dejan en claro que la mejor forma de luchar por un cambio y hacer política es mediante la democracia, el diálogo y la justicia. Mientras tanto, nos preguntamos quiénes serán ahora los poetas que puedan registrar y descubrir la palabra –ésa de la que hablaba Huidobro–, y logren alzar la voz y la pluma.

MÉXICO: OLIMPIADA DE 1968

Octavio Paz
Delhi, a 3 de octubre de 1968
Siempre! núm. 801, octubre 30

A Dore y Adja Yunkers

La limpidez
(Quizá valga la pena
Escribirlo sobre la limpieza
de esta hoja)
No es límpida:
Es una rabia
(Amarilla y negra
Acumulación de bilis en español)
Extendida sobre la página.
¿Por qué?
La vergüenza es ira
Vuelta contra uno mismo:
Si
Una nación entera se avergüenza
Es león que se agazapa
Para saltar.

(Los empleados
Municipales lavan la sangre
En la Plaza de los Sacrificios.)
Mira ahora,
Manchada
Antes de haber dicho algo
Que valga la pena,
La limpidez.

 

 LECTURA DE LOS «CANTARES MEXICANOS»

José Emilio Pacheco
Siempre!, núm. 802, noviembre 6, 1968

El llanto se extiende
gotean las lágrimas
allí en Tlatelolco.
(Porque ese día hicieron
una de las mayores crueldades
que sobre los desventurados mexicanos
se han hecho en esta tierra).

Cuando todos se hubieron reunido,
los hombres en armas de guerra,
los hombres que hacen estruendo,
ataviados de hierro
fueron a cerrar las salidas,
las entradas, los pasos.
(Sus perros van por delante,
los van procediendo.)
Entonces se oyó el estruendo,
entonces se alzaron los gritos.
Muchos maridos buscaban a sus mujeres.
Unos llevaban en brazos a sus hijos pequeños.
Con perfidia fueron muertos,
sin saberlo murieron.

Y el olor de la sangre mojaba el aire
y el olor de la sangre mojaba el aire.

Y los padres y madres alzaban el llanto.
Fueron llorados,
se hizo la lamentación de los muertos.
Los mexicanos estaban muy temerosos:
miedo y vergüenza los dominaban.
y todo eso pasó con nosotros.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.
En la montaña de los alaridos,
en los jardines de la greda
se ofrecen sacrificios
ante la montaña de las águilas
donde se tiende la niebla de los escudos.

Ah yo nací en la guerra florida,
yo soy mexicano.
Sufro, mi corazón se llena de pena.
Veo la desolación que se cierne sobre el templo
cuando todos los escudos se abrasan en llamas.

En los caminos yacen dardos rotos.
Las casas están destechadas.
Enrojecidos tienen sus muros,
Gusanos pululan por calles y plazas.
Golpeamos los muros de adobe
y es nuestra herencia
una red de agujeros.
Esto es lo que ha hecho el Dador de la Vida
allí en Tlatelolco.

 

DEL MIEDO Y LA COMPASIÓN

Efraín Huerta
Noviembre 24 de 1971

A mis amigos y compañeros del IPN

A las 5:30 del día diez
fulguré como un elemental agonizante.
No veo el año ni el mes
ni los secretos podridos
ni los silencios rotos pero prolongados
como los gusanos y las babosas.

Hoy debo repetir mi miedo
la fisura de mi pánico
la verde costa de los desnudos pies
sobre las calles ultrajadas.

Dulcemente a solas me miento la madre,
porque yo sí procure, procuro algo,
canceroso procurador
-hígado roto, riñones de cemento-,
procurador de la miseria y de los muertos,
muerto vivo, poeta funeral,

nacido en junio, en junio muerto,
testigo, testimonio,
dolorido hasta los ascos,
ardido por mis hijos y mis hermanos apaleados,
asesinados.

Dios nos bendiga,
diez, dieces de junio, dioses de siempre,
y compadezcamos a Dios
que tampoco vio nada. 

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