Miscelánea

La física de la orfandad

Los versos que acompañan este número de Voz de la tribu surgen de las historias que Denisse Buendía (Morelos, 1979) encontró durante el trabajo con mujeres en prisión y casas hogar para niñas, cuyos testimonios fueron el detonante para plasmar en una serie de poemas las experiencias de abandono, incesto y muerte.

LA AUSENCIA LO CAMBIA TODO,
el modo de sentarse frente a la mesa,
la luz de la lámpara que viene de noche,
el aliento y la memoria.
Nos deja en el sillón de la esquina,
los abrazos rotos, las palabras graves.
No encontramos acomodo en lo amado que habita la memoria.

La ausencia cambia el sitio de la nube,
donde nos reducimos a un par de manos,
diciendo adiós inagotablemente,
y el corazón se vuelve una azotea
y la azotea un insomnio.
Y la casa una isla sin presentimientos,
nos cambia de sitio la ternura
y la extraviamos.

Lo cambia todo la ausencia
y vamos ciegas al parque donde los niños;
arrancan con su maldad gratuita,
las últimas flores de la esperanza.
Ciegas releyendo en la memoria,
las letras que el amor guardó,
ciegas como un cuerpo inasible arrullando vacío.
Todo lo cambia la ausencia,
esa pequeña eternidad donde ya nadie duerme solo recuerda.

UNA SIEMPRE REGRESA a la oscuridad donde fue niña,
a la diminuta cama donde se reducían en sí mismas la tarde y sus promesas:
un trozo de carne con ojos-anzuelo,
cautiva, coloreando a plumón el nombre de las muñecas.

La vida pasó como un telegrama:
tu padre ha muerto (punto)
no habrá paz que lo contenga (punto)

Desde el olvido la casa parece más pequeña;
solía quedarme quieta en la azotea
esperando ver caer heridas a las golondrinas
con los pequeños dardos del vecino del cuarto piso.

Una tarde de agosto decidí perseguirlas;
caí en el árbol de mandarinas con la clavícula de fuera y mis ojos en el vuelo.

La suicida fue mi madre desatándose las venas en la tina,
el asesino fue mi padre con su crueldad como ejercicio.
(no aprendí a amar sin desmembrarme hasta que murió)

A la memoria, al agujero de tierra oscura donde fui niña
suelen tragársela las hormigas panteoneras.
Siempre regreso a preguntarle:
¿hace cuánto que estoy viva?
¿estoy viva?
Seguro te dolió toda la vida no morirte a tiempo,
deberías estar tranquilo;
un muerto siempre ha sido lo que ha querido:
un fantasma, una pesadilla, un epitafio,
una fila interminable de nostalgias,
el canto de un grillo que no nos deja dormir.

¿Hace cuánto que estoy viva?

A la oscuridad donde fui niña, siempre vuelvo.
A la nada en que escribiste la promesa de cuidarme.❧

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Denisse Buendía
Denisse Buendía
Poeta mexicana y activista por los derechos de las mujeres.
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