Ya sea por el sendero de la narrativa, del ensayo o de la poesía, como es el caso, la pluma de Ethel Krauze, ávida defensora de los derechos de la mujer, atraviesa terrenos que confrontan el imaginario y ofrece nuevas lecturas de las tradiciones literarias. En estas páginas, la autora construye un dios-mujer desde la palabra, resignificando el concepto del creador todopoderoso de las Escrituras.
Hay una mujer bogando en una barca de hojas frescas.
Sus manos son remanso de agua.
La siguen las estrellas.
Su cabellera es roja y ondula y quema sin herir.
Sé que es Dios. Dios es esa mujer.
Debe serlo,
porque huele a senos
pletóricos de fuego,
a leche sideral,
a abrazos nocturnos
que desvanecen el miedo.
Dios debe ser mujer,
Dios madre
que recoge el tiempo
y lo guarda
en el lecho de un instante
duradero.
***
Seguro es una mujer trenzándose
en el agua,
sintiendo que ha llegado al paraíso,
que nada más puede esperarse.
Que se ha llegado a puerto,
a ella misma,
a la palabra Dios.
***
Dios es un dulce remolino
en cuyo centro, un cuerpo de mujer sonríe.
Invita a sumergirse.
En derredor,
el agua permanente.
***
La mujer Dios entra
en una gota de agua.
El agua adquiere el color de la rosa,
danza alrededor de ella.
Yo también entro,
en la misma gota de Dios.
***
Es, de pronto, un torrente
golpeando la ventana,
el relámpago blanco
en el tapiz de la noche
llevándome más allá del aire
hacia un espacio
donde las estrellas nacen.
Dios sabe que la amo,
pero no me revela su misterio.
***
Dios mujer
Dios madre
Dios espíritu de la mano
toque delicado
sitio
luna
ojo
fuente.
***
No me mueve
para amarte,
el alto cielo,
ni me mueve a temerte
el fantasma del infierno.
Tú me mueves, mujer Dios:
no prometes,
no amenazas,
no agonizas.
Eres,
desde la piel
hasta los huesos,
la claridad de la montaña,
el relámpago de oro
de la vida.
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1 Comment
Es algo tan unico leer estos poemas se agradecen inmensamente