Hace un par de años, en la facultad de Psicología de la UAEM, un grupo de estudiantes comenzó a vender café para continuar con sus estudios. Esta iniciativa se fue transformando hasta convertirse en una organización estudiantil llamada La Carpa, que pretende vincular a la comunidad a través del comercio justo, actividades culturales y deportivas y, sobre todo, la convivencia. La construcción de un bebedero público en la explanada de dicha institución ha sido una de sus aportaciones. Luis Marín, quien integra la organización, escribe sobre esta experiencia.
En la facultad de Psicología de la UAEM se ha construido un bebedero comunitario con forma de pozo de pueblo. Aunque modesto y humilde, podría resultar risible, la verdad sea dicha. Al lado del bebedero que la comunidad estudiantil ha tenido a bien nombrar “psicobebedero”, se yergue también una carpa maltrecha y corroída, hecha a base de bambú que, a pesar de todo, ha soportado embates con estoicismo. En este ensayo proponemos detenernos ya no sólo a contemplar esa mole de hormigón cilíndrico y la tienda bajo la cual se venden productos alimenticios, sino también a pensar lo que se esconde más allá de la apropiación de un espacio público, ya que, como dijo el arquitecto Juan José Kochen: “El espacio es público sólo cuando se activa por la presencia de una acción colectiva”. Para ello es necesario repensar La Carpa.
Que narra cómo la melancolía revolucionaria de la organización estudiantil, después de ser infértil, dio fruto. Y que narra también cómo la palabra empezó a andar, y otros afortunados sucesos
Suponga usted que estudia en la facultad de Psicología de la UAEM y que, con un poco de mala suerte, fue matriculado en el antiguo plan de estudios que se presumía “flexible”, para que el estudiante pudiera estudiar y trabajar, sin que eso fuera en efecto cierto o posible siquiera. Suponga que en dicha facultad los sueños altivos proliferaban, y las buenas lenguas hablaban de proyectos estudiantiles como, por ejemplo, una copiadora y biblioteca comunitarias, una cooperativa, etcétera, los cuales, por cierto, no dejaban de ser rumores de pasillo. Suponga que, como estudiante, le guste o no, debe ceñirse a los parámetros o reglamentos que imponga un estatuto, mandamiento o ley orgánica, a pesar de que estas legislaciones no respondan a la lógica de lo que es justo e injusto, sino de lo que es legal o ilegal. Suponga que, constreñido por una apabullante realidad externa y cansado de las melancólicas promesas revolucionarias, decide organizarse con otros igual de constreñidos y cansados que usted. Los busca. ¿Hay otros? Suponga que sí. Aunque, contrario a lo que esperaba, no son cientos, sino apenas unos cuantos. Acaba usted de entrar al intrincado camino de la resistencia. Si pensaba que las cosas serían sencillas a partir de este punto, se dará cuenta al poco tiempo de que en este mundo, como dicen, el sentido común es el menos común de los sentidos. Ha decidido comer del fruto prohibido, del Árbol del bien y del mal, y ha desobedecido la norma, ha faltado al estatuto, ha infringido la ley y debe ser expulsado del Edén, del sagrado pasto verde. Por así decir, se ha quitado una venda de los ojos y puede ver con mayor lucidez el panorama completo. Puede ver, por ejemplo, que al igual que usted, con limitadas posibilidades o alternativas, sus compañeros padecen la crisis económica, como el resto de la población en México, y que estudiar y trabajar es simplemente imposible. También puede ver que la coherencia entre lo que aprendemos en clases no coincide con lo que pasa fuera del aula. Discierne, entonces, que tras esa cinta amarilla que taladra un “PRECAUCIÓN” en la pupila, para no pisar el pasto, en realidad se esconde un macabro privilegio de clases que enaltece las apariencias. Se preguntará, entonces, ¿por qué es más importante el pasto que lo que hay sobre él? Y lo que ve encima del pasto es un verdadero acontecimiento: compañeros jugando voleibol, almorzando o durmiendo, leyendo o platicando, sentados o caminando. Es capaz, entonces, como quien dice, de voltear a ver al otro con una mirada compañera, ya no desde o hacia abajo o arriba, sino de frente. Descubre que hace falta la palabra que mancuerne con acciones, y que esa palabra colectiva ha empezado a andar. Que no estamos solos. La fortuna es que ha encontrado una actitud hospitalaria ante oídos y corazones atentos. Invariablemente la pregunta obligada es: ¿qué hacer?
Que narra las dificultades de organizarse, y de cómo fue necesario buscar un detonador que nos obligara a vernos a nosotros mismos. Y que narra también la incomodidad que provocamos y otros hechos igualmente fantásticos
Cuentan nuestros compañeros que hay un pueblo llamado San Felipe del Progreso, en el que cada año se realiza un Congreso Internacional de Salud que lleva el mismo nombre que la Universidad Intercultural del Estado de México. Cuentan que en esa universidad hay bebederos y que para todo estudiante el agua es gratis, y más que gratis es, por así decirlo, libre. Cuando vieron esto, nuestros compañeros se preguntaron por qué no podemos tener algo así también. Encontraron, entonces, de la manera más insospechada y natural, el pretexto perfecto para despertar al gigante dormido de la organización de estudiantes. ¿Quién, con dos dedos de frente, podría permanecer indiferente y apático frente a un asunto de vital importancia, como lo es liberar el vital líquido? Con un bebedero comunitario, además de liberar el agua, también ayudas a la economía del compañero: ya no es necesario invertir en comprar agua embotellada a empresas privadas como Coca-Cola (por cierto, es curioso que en la UAEM abunden las máquinas expendedoras de refresco y que no haya un solo bebedero comunitario) que, además, generan basura. Todos tendrían acceso al agua potable purificada para consumo humano. Además de un golpe directo al capitalismo y, por lo tanto, a un modelo general de pensamiento promovido por un sistema establecido, fomentas el cuidado del medio ambiente, el sentido comunitario, darle valor a las cosas y no a un precio, y a dejar de pensar a la naturaleza como un recurso.
Contrario a lo que esperábamos, descubrimos que la apatía y el conformismo se sientan a diario a comer en nuestras mesas. La mayoría de los estudiantes se rigen bajo la lógica del individualismo y del menor esfuerzo posible. Por su parte, la institución minó nuestro paso y se encargó de colocar toda suerte de obstáculos so pretexto de que por más justo que resultara, no era legal. En una palabra: era imposible. Nos abocamos entonces a la tarea de transformar esa imposibilidad. Fue necesario romper el diálogo con una institución que, al igual que todas –copiando, de hecho, el modelo del sistema imperante– constriñe, limita, impone, e impide el crecimiento. Elegimos el camino de la autonomía.
Vivir como uno vive es ya resistir: que narra el nacimiento imprevisto de una organización estudiantil, y de cómo ésta fue creciendo insospechadamente o, dicho de otro modo, ¿qué fue primero, el psicobebedero o la carpa?
La Carpa es una unidad. Es una organización estudiantil. Es, también, una conjunción de múltiples visiones. Es un espacio, en términos topográficos; si se busca, se encuentra en la explanada de la facultad de Psicología de la UAEM, ofreciendo diferentes productos alimenticios a través del comercio justo. La Carpa, como organización, propone, organiza y vincula actividades con la comunidad estudiantil para la integración de los estudiantes. Se rige bajo una visión comunitaria y, por lo tanto, solidaria; pretende trabajar en horizontalidad y en colectivo, lejos del protagonismo, de líderes y falsas representaciones. Todas las decisiones se toman en colectivo y la autoridad máxima de sus miembros es la asamblea. En La Carpa cada quien ocupa un lugar igual de importante que todos y todas. Es un pequeño espacio autónomo en dos sentidos: en un lugar donde habita la organización, y en la palabra de quienes la conformamos, defendemos y buscamos la continuidad del proyecto. Pero ¿cómo surgió La Carpa y cómo se consolidó como organización?
Decía Paul Goodman:
Supongamos que la revolución de la que hemos estado soñando y hablando haya ocurrido ya. Supongamos que nuestro lado ganó y que tenemos el tipo de sociedad que deseábamos. ¿Cómo viviría cada uno de nosotros, personalmente, en esa sociedad? ¡Empecemos a vivir así ahora! Y cuando nos topemos con obstáculos, cosas o personas que no nos permitan vivir de esa manera, entonces busquemos formas de pasar por encima o por debajo de esos obstáculos, o de hacerlos a un lado, y así nuestra política será concreta y práctica.
Sería difícil definir en palabras, y con exactitud, qué fue primero, si el psicobebedero o La Carpa. A decir verdad, nacieron y se hermanaron juntos. La finalidad de ambos proyectos no era simplemente apropiarnos de un espacio al cual tenemos derecho (si lo pensamos con calma, la universidad pública se mantiene de los impuestos que pagan nuestros padres o familiares, e incluso de muchos de nosotros en algunos casos), sino crear comunidad. Ambos proyectos fueron una excusa, un pretexto para construir algo más grande: organización comunitaria.
Los espacios no son casilleros que deben ser llenados por construcciones: son lugares comunes que sirven para propiciar encuentros o, incluso, conflictos1Kochen, J. J., “El espacio es público sólo cuando se activa por la presencia de una acción colectiva”, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Arquitectura, 2015, consultado en http://arquitectura.unam.mx/noticias/el-espacio-es-publico-solo-cuando-se-activa-por-la-presencia-de-una-accion-colectiva-juan-jose-kochen. . La construcción de identidades o simbologías a partir del espacio público sólo es posible a través de una acción que se denomina apropiación del espacio. Esta apropiación es definida por la socióloga Marcela Vergara como el conjunto de acciones sociales que vinculan al sujeto con el espacio a través de su utilización, ocupación y usufructo, siempre que no implique la disposición en forma privada. Esta definición nos obliga a reconocer la existencia de conflictos derivados del acto mismo de apropiación2Martinez, A. G. y López, D., Comercio, política y cultura: La apropiación del espacio público y sus límites, Programa Cultural Tierra Adentro, 2013, consultado en http://www.tierraadentro.conaculta.gob.mx/comercio-politica-y-cultura-la-apropiacion-del-espacio-publico-y-sus-limites..
En lo que a La Carpa respecta, la organización trabaja en cinco ejes generales:
1. Comercio justo y apoyo mutuo con productores locales.
2. Campañas y proyectos enfocados en el uso ético de los recursos naturales.
3. Biblioteca autónoma: se pone a disposición de la comunidad estudiantil literatura universal y de las diversas corrientes de la psicología.
4. Participación y acción directa para incidir en asuntos que nos conciernen, como nuestra educación integral, hasta el apoyo y respaldo con causas que consideramos justas y legítimas dentro del país y del mundo.
5. Promover y practicar la organización, la autonomía y la autogestión.
Unas de las bases que mantiene firme a la organización son el compañerismo y la confianza, ya que las decisiones que se toman en asamblea son resultado de la opinión de cada uno de los integrantes, por eso las actividades realizadas han sido trascendentes para la comunidad estudiantil. Es cierto que nos apropiamos de un espacio público, como también es cierto que dicha acción es legítima. El objetivo de la apropiación es comunicar algo que a la par provoque una reacción en la vida cotidiana, de forma que la intervención sobre el espacio público se convierta en una marca territorial que exprese la apropiación de una ciudad y la toma del espacio para ser habitado3Ibidem..
Que narra, por último, el camino que nos falta por andar y de cómo nos observamos en el espejo y corazón colectivo que somos, y otras asombrosas verdades
Si bien es cierto que, como nosotros, cualquier compañero puede empezar a ver y a cuestionar para generar otro tipo de propuestas de organización, en el mundo que imaginamos (“un mundo donde quepan muchos mundos”) el conflicto es primordial, así como su solución. Por ello ni la confrontación ni la mentira son nuestros modos. Con aciertos y con errores, quizá con más yerros que tinos, La Carpa sigue avanzando. “Es nuestra convicción y nuestra práctica que para rebelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos, ni mesías ni salvadores. Para luchar sólo se necesitan un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización”.4Subcomandante Insurgente Marcos, Entre la luz y la sombra, Enlace Zapatista, sitio web: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2014/05/25/entre-la-luz-y-la-sombra/, 24 de mayo de 2014.
Si gusta asomarse un poco, correr el velo de la ilusión para descubrir el mundo tal cual es, puede asomarse al psicobebedero. Una vez hecho esto, observe con detenimiento el mural que sobre él está pintado: verá el agua liberada, verá cómo otro mundo es posible, en efecto, y verá, sobre todo, a la comunidad enarbolando una bandera con el lema: “Organizados y juntos podemos”.
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