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Los nuestros

7098846371_455cb99b8e_oFotografía de Íñigo Royo

Luego de la Segunda Guerra Mundial, en Alemania se intentaron suprimir algunas palabras que habían sido utilizadas principalmente por el nazismo. Paul Celan erradicó esto a través de su poesía, resguardando el lenguaje “prohibido” en los versos y salvándolo de la desaparición. El horror que enfrentamos en la actualidad, si bien es distinto –aunque no menor–, tiene efectos similares. La palabra se debilita ante nuestra mirada y cada vez pierde sentido, ya no es suficiente para describir la realidad. Sin embargo, lo que nos demuestra Celan es que la poesía puede representar ese último refugio de todo aquello que se está perdiendo, y este poema lo refrenda.


Para María Herrera

Están aquí
entre nosotros
los desaparecidos de México
A veces parecen invisibles
pero están aquí
no pueden irse
porque no hay dónde para ellos
que no sea estar entre nosotros

Míralos
son tuyos
son nuestros desaparecidos
y cuando entre las sombras buscas su rostro
el corazón quiere arrojarse al árido paisaje y sus espinas
y el costillar le recuerda la cárcel en que habita
y el esternón afila su estructura vertical de puñalada
y dice tente
no te desboques corazón
no dejes que tu boca grite su hiel amortajada
calla
serénate aun cuando te duela tanto

Al corazón que cede
no le queda del llorar más que el salitre
Al que teme mirar
se le desaparece el alba

Sótanos camastros cinta canela
negras bolsas basura puntapiés gritos de odio
muertas de Juárez cabezas de Michoacán colgados de Morelos
levantados de Acapulco
billetes sobre el torso inerte de los capos
Ése es el lenguaje que quieren imponernos
ese su día a día
el de la costumbre mansa de quedarse muerto
o la insensatez de sentirse a salvo
que hace voraces a los cerdos del chiquero
antes que la matanza los desangre de cabeza

Importa
y no importa
en qué cajuela
dónde les cortaron la garganta
en qué solar les fueron arrancados los pechos de muchacha
con qué artes carniceras se empeñaron en borrar
los trazos viriles de los jóvenes
cómo acabaron de desfigurarle el rostro los verdugos

de vaciar de sus cuencas tantos ojos

para quitarse de encima la obstinada perplejidad
del ser frente a la muerte

Importa sí

en qué rincón de mierda padecen maniatados
y no importa
porque en la imagen que su ausencia nos revela
los desaparecidos recobran su íntegra alegría
de haber sido en los brazos carne viva

porque los desaparecidos

miran con la cara de las horas necesarias
las horas del pan del brindis del abrazo
miran sostenidos por las manos de sus madres
por hermanos brazos
por las manos de los otros
mis manos
que han sostenido al hijo de Teresa de Araceli de Carlos de María
manos para levantar la mirada
de quien celebra un día haber nacido
y estar entre nosotros

La tristeza asedia
porque mira que el dolor de amor que no se cura
sino con la presencia y la figura

Pero ésta es la casa
el pueblo la comarca
ésta la nación el tiempo y el relámpago
ésta la hora donde le hacen falta
a la merienda y al pan y a los cumpleaños
Porque necesitamos
urgentemente
rescatarlos del infierno que narran policías periódicos ministros

rescatarlos de la condena a no ser a no pertenecer
para traerlos aquí
a nuestro lado
y caminar junto con ellos

No son “ausentes para siempre”
como quisieron fueran
los generales de Argentina
Son el concreto vacío de tenerlos cerca
Son tan sangre tan verdad tan vivos tan presentes
que el costillar y el esternón se rinden
y el corazón se nos escapa al monte
vuelve a la sierra
al mar se entrega
canta a su amor desaparecido
Atacama adentro
canta a todos los huesos desasidos
que retoñan como aquel árbol talado
del poeta con sangre de cebolla

Canta el corazón
por los restos que ama el poeta Javier
que permanece en los puertos
al vacío de Dios uncido
como África al pecho de una madre muerta

Están aquí los desaparecidos de México
pero también los hijos de un país que quiso llamarse El Salvador
y no hubo quién salvara su cuerpo diminuto
ni la voz de Dalton pudo
asesinado por sus propios camaradas
ni las plegarias de Óscar Arnulfo
ni la sangre del jesuita Ellacuría

Aquí los desaparecidos mayas de abajo del Suchiate
miran con nosotros la desgracia compartida
de ser parientes de sicarios y kaibiles
generales sin honor
inversionistas en el redituable negocio del despojo
políticos sin madre

Aquí también desaparecen los hijos de Nicaragua
que creyeron en redentores rojinegros
y se quedaron sin Solentiname y sin Sandino
Aquí vagan anónimos los hijos de la China
como hormigas rojas
mil veces pisoteados por emperadores
timoneles ebrios de eternidad y mando

Están aquí
juntos y apiñados
en la fosa común de los apátridas
porque no hay nación ni tierra ni cielo
que contengan tanto hueso triste
Ellos están aquí también
y son igualmente nuestros
y cada quien canta por los que conoció un día
aunque incomoden el canto

el sueño del orden y la plaza pulcra
y se convierta la tristeza en piedra
para quien patrocina el maquillaje del progreso
la peste del olvido

No podemos volverles la cara
ni negarles el saludo
Pecado es no besar sus mejillas de humo
y faltar a sus labios y a las frutas y a la cita

Digo con Gelman

¿rostro es el tuyo?/ ¿qué no vemos?/ ¿cerca?
¿muriendo?/ ¿desmuriendo?/ ¿para siempre?
¿tan para nunca?/

Alcanza para poco
lo que de tanto dolor nos queda ahora
Apenas para decirles
y no más
como se dice aquí
mi casa es la casa de usted
y abrirles en el cuerpo una morada

Los ojos de aquéllos que los buscan
son ahora sus ojos
son los ojos de los nuestros que nos buscan. ❧

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