I. Natura, ¿nuestra esencia o nuestra base?
Los seres humanos somos parte de la naturaleza, la evolución humana no se desliga del medio natural en que nos desenvolvemos. Desde los albores de la humanidad, siempre fue un reto sobrevivir en ella. En el continente americano, coexistían diversos tipos de culturas, un punto en común entre ellas era –y sigue siendo– su profunda relación con la madre Tierra.
II. Amenazas contra el mundo natural.
En el contexto actual de un capitalismo posmoderno globalizado, o como se llame, se incrementan las amenazas contra el mundo natural. Pero si analizamos varias de ellas, vemos que las muestras de destrucción ambiental tienen las mismas raíces.
En primera instancia, la idea de que el individuo es un ser superior a todos los demás y que, en consecuencia, puede domar y dominar a la naturaleza, considerada como un mundo hostil, lo ha conducido a explotarla para conseguir los bienes materiales necesarios no sólo para subsistir, sino también para “progresar”. Dominación y explotación son, así, un binomio inseparable del “desarrollo”, concebido como un proceso que no tiene límites y se asocia con lo “civilizado”, cuya expresión cabal es el mundo urbano. En esta idea de desarrollo, hay una voluntad de deslindarse de la parte natural (expulsar nuestra pertenencia al mundo silvestre o salvaje).
Los impactos de este modelo en México han sido devastadores, tanto para la vida de los pueblos como para el mundo natural. Los casos son incontables, en todo el territorio nacional.
El recuento de los las repercusiones ambientales y graves amenazas para la continuidad del mundo natural sigue engrosando a la fecha:
• Paisajes destruidos (cerros arrasados) y vidas comunitarias sin futuro a causa de la contaminación de las aguas y los suelos por la minería a cielo abierto de empresas nacionales y transnacionales.
• Megaproyectos, como represas, que desaparecen poblados para abastecer agua a industrias altamente demandantes del vital líquido; autopistas que invaden territorios comunitarios derribando bosques; parques eólicos en manos de grandes empresas, etcétera.
• Derramamientos petroleros que contaminan mares, arroyos y campo.
• Fractura hidráulica que amenaza con quebrar y contaminar la tierra en sus profundidades para obtener hidrocarburos inaccesibles.
• Cultivos transgénicos que amenazan con contaminar semillas, suelos, aguas, seres vivos que conviven en el suelo, en los cultivos y en la naturaleza.
• Simulación de protección de la biodiversidad por parte del gobierno mexicano que pone en venta lo que considera como “capital natural”.
• Simulación de atención a las causas que generan el cambio climático en nuestro planeta.
• Desvío de poder al litigar el gobierno con recursos públicos en beneficio de intereses privados (caso del maíz transgénico).
El mundo natural está bajo acoso, también la vida de los pueblos. En México, la clase política que se turna en el poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) ha construido un andamiaje jurídico-político para sostener ese propósito global y sus beneficios corruptos, con la corta mirada que los caracteriza, sacrificando a la madre Tierra y a la gente en el altar del sistema capitalista neoliberal.
III. Algunas pistas para el rescate del mundo natural.
El daño infligido al mundo natural va a la par con la destrucción del tejido social y de las condiciones para una vida digna y sostenible para todas las personas. A partir de este reconocimiento y de la historia que nos antecede, la segunda pista consiste en reconocer el valor del mundo indígena y campesino, intrínsecamente vinculado al mundo natural, como la base para pensar en la regeneración de la madre Tierra, origen de la vida.
Hemos reconocido el valor de la ciencia campesina, resultado de una evolución socioambiental, de raíz milenaria, como imprescindible para entender la complejidad de la riqueza biocultural en manos de las familias y comunidades campesinas. Ahí están el patrimonio natural y el conocimiento que permiten su constante recreación.
Es decir, la permanencia, resistencia y la fuerza del mundo indígena y campesino es la esperanza para el futuro de una humanidad reconciliada con su base natural, capaz de reconocer que su esencia emana de la naturaleza.
El cuidado de la casa común
I. Destrucción de la casa común, la tierra: el caso del maíz transgénico en México.
La crisis ambiental denunciada desde los años 80 y 90 del siglo XX alcanza a todo el planeta y la biósfera. Refleja una crisis civilizatoria de dimensión global que pone en riesgo la supervivencia de nuestra especie y de muchas otras que pertenecen igualmente al mundo natural que todos compartimos.
El maíz transgénico en México ejemplifica dicha crisis ambiental y civilizatoria global. Este caso resulta paradigmático para México y el mundo, pues este “cuarto” de la casa común, en el que se domesticó y se originó el maíz, uno de los tres principales cereales en la alimentación mundial y el primero en volumen de producción, ya está contaminado con transgénicos.
Las tecnologías al servicio del sistema capitalista neoliberal pretenden suplantar a la ciencia.
Las políticas “públicas” ordenadas desde arriba vienen de más arriba: la Organización Mundial del Comercio, que impone un modelo económico-político capitalista, ecológica y socialmente depredador e injusto, al servicio de las corporaciones y los poderes fácticos.
Esto ha significado el desmantelamiento del sistema alimentario mexicano y de la vida en la medida en que se le dicta al Estado retirarse de sus antiguas funciones sociales (años 80) y se van imponiendo tratados de libre comercio en condiciones de brutal asimetría entre los países “socios”. Lo que está en juego es la libertad de las semillas y de la comida, como base de la vida.
El entramado jurídico nacional favorece esos intereses privados por encima del bien común, lo que ha llevado al despojo y privatización de los bienes comunes, enajenación de la propiedad social de la tierra, expulsión de la gente del campo (millones de migrantes a Estados Unidos), más de 60 millones de mexicanos en pobreza y dependencia alimentaria cercana a 50 por ciento.
II. El maíz y la milpa, base de un proyecto de reconstrucción civilizatoria en México.
Al tiempo que la FAO ha reconocido lo valioso que es la pequeña agricultura familiar para alimentar a la mayor parte de la humanidad y para frenar los efectos climáticos del calentamiento global, en México planteamos que el maíz es un invaluable patrimonio biocultural vivo para el país y para el mundo. De este modo, con base en los saberes y las memorias, y con un respetuoso diálogo de saberes, se avanza de la parcela a la comunidad, en lo que llamamos la agroecología comunitaria. Ahí florece la ciencia campesina basada en el conocimiento tradicional y la experimentación e innovación campesina agroecológica para resolver los problemas actuales.
Las luchas son múltiples y se libran en todos los ámbitos. En el campo, día a día, es la resistencia, los acuerdos comunitarios, intercomunitarios, regionales, y en vinculación con las luchas que se libran a escala nacional e internacional.
Una colectividad de 53 personas y 20 organismos civiles emprendimos este nuevo camino, y el 5 de julio de 2013 interpusimos una demanda colectiva en contra del maíz transgénico por violar nuestros derechos a la biodiversidad de maíces nativos y a un ambiente sano, además de los derivados de una alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, a la protección de la salud y los derechos culturales.
Con esta acción colectiva, el 17 de septiembre de 2013 obtuvimos la medida cautelar de suspensión de todos los permisos y cualquier acción tendiente a la siembra de maíz transgénico (experimental, piloto o comercial) en el territorio nacional, decretada por el 12º Juzgado Federal en materia civil del entonces Distrito Federal.
En eso estamos y hacemos un llamado a no bajar la guardia, a seguir luchando desde todas las trincheras, a informar a la gente de los riesgos que enfrentamos si llegaran a ganar las transnacionales apoyadas por el gobierno mexicano. A generar todas las confluencias posibles para defender el maíz en su centro de origen.
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