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El mundo que conocemos llega a su fin: ¿cómo es el mundo que nace?

Fotografía de la Universidad IberoamericanaFotografía de la Universidad Iberoamericana

Ángel Kú
Maya peninsular

Soy y vengo del pueblo maya, de la península de Yucatán. Para nosotros hoy es un día Akba’al, esto significa: la unidad, el anochecer y el amanecer. En estos días hemos estado tejiendo nuestras voces, nuestros caminos, nuestras luchas, conociendo el anochecer que han impuesto los poderosos y los malos gobiernos, pero no solamente eso, sino que, en este tejido estamos tratando de caminar, de reconocernos en la otra, el otro, para dar pie a un nuevo amanecer.

Hemos escuchado de las comunidades, de las personas que nos acompañan de otras partes de México y del mundo, la tormenta que se avecina, como mencionan las hermanas y los hermanos zapatistas. Vemos con gran tristeza cómo el mal gobierno y los poderosos quieren apropiarse de todo, porque su ambición es tan grande que quieren hacer de todo una mercancía. Del viento con sus eólicos; de la tierra para hacer excavaciones y encontrar minerales; del agua para el fracking; de las semillas para crear sus patentes y sus paquetes tecnológicos; para los poderosos todo es un negocio, en este negocio que les causa “ceguera” destruyen de los pueblos, la vida de las generaciones futuras.

Los poderosos y el mal gobierno han encontrado resistencia en los pueblos, una resistencia que tiene más de 500 años. No lograron acabar con nosotros, y por eso hoy estamos aquí, contando nuestra historia y tratando de encontrar cómo volver a tejernos en esta noche que buscamos amanezca.

Cuenta el Popol Vuh, libro sagrado para el pueblo maya, que en un principio todo era oscuridad, entonces llegaron Tepeu y Gucumatz, hablaron entre sí, consultando y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. Entonces, dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre y la mujer. Al principio, de lodo hicieron la carne de la mujer y el hombre, pero era frágil. Tepeu y Gucumatz dispusieron deshacer esta creación. En el segundo intento hicieron muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la Tierra. Existieron y se multiplicaron, pero no tenían alma ni entendimiento, caminaban sin rumbo. Enseguida fueron aniquilados. Cuentan las abuelas y abuelos que algunos lograron escapar. Llegaron a un acuerdo de nuevo Tepeu y Gucumatz, y decidieron crear a la mujer y al hombre de maíz, de maíz blanco y maíz amarillo hicieron sus huesos y su carne, soplaron sobre ellos y nacieron y vieron el amanecer y agradecieron al formador y creador por haberles dado vida, así fue como las mujeres y los hombres de maíz poblaron la Tierra. Esto nos hace preguntarnos, ¿qué mujeres y hombres queremos ser en este mundo que nace?

Uno de los fenómenos naturales que más se dan en la península de Yucatán son los huracanes; las casas mayas han logrado resistir a éstos. En una plática con un abuelo, decía que su casa tenía 40 años en ese entonces, que había resistido varios huracanes, que sólo le había hecho algunos remiendos al techo. Nos comentó que una de las costumbres de los pueblos era que cuando alguien se casaba, la comunidad se juntaba para ponerse de acuerdo sobre qué materiales requerían y a quién le tocaba la tarea de traerlos, la comunidad le construía su casa a los recién casados. Él decía que la resistencia de la casa no sólo dependía de haber cortado las maderas en luna llena o que los que ayudaron a la construcción de la casa eran mejores que los arquitectos. Con un susurro confesó: “El secreto está en los horcones”. Siguió con su relato y dijo que los horcones están cargados de comunidad, de solidaridad, del trabajo colectivo y de dignidad. En estos días he escuchado a quienes nos han compartido su lucha y resistencia, que la casa común por la cual luchan tiene horcones parecidos a los de las casas mayas.

La realidad de nuestros pueblos es de lucha: lucha por sobrevivir, lucha por la tierra, por el territorio, por el agua, por un cambio justo. Quienes nos sentimos convocadas y convocados por la iniciativa Tejiendo voces por la casa común creemos en el principio zapatista de hacer un mundo donde quepan muchos mundos. Nuestras abuelas y abuelos nos dicen que esta casa común que compartimos hay que cuidarla, respetarla, caminarla, construirla, respetando la diversidad, escuchando a las abuelas y abuelos, recuperando nuestra manera de ver el mundo y entenderlo. Comprometernos a construirlo y ser responsables de lo que pase en ella.

En este mundo que nace escuchamos la palabra de las mujeres, palabras cargadas de vida, de esperanza. Munir Fasheh dice: “La lucha palestina no hubiera sido sin la lucha de las mujeres, de las madres”. Las luchas en todo México tampoco hubieran sido sin la lucha de las mujeres por defender la vida. Desde Palestina hasta México y muchas otras partes del mundo, las mujeres son quienes caminan este nuevo amanecer. El mundo nuevo que nace debe ir más allá del patriarcado, la espina dorsal del capitalismo. La nueva forma de existencia debe estar basado en el cuidado de la vida, no en la muerte.

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