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El fin de la era instrumental

LA HIPÓTESIS DE ILLICH SOBRE LA CRISIS
DE LA CIVILIZACIÓN CONTEMPORÁNEA

Durante mucho tiempo la cultura occidental se comprendió a partir de la invención de herramientas materiales e intelectuales con la idea del desarrollo. Para Illich este factor significó uno de los principales detonantes de la época instrumental. La actual crisis civilizatoria, afirmó, señala su fin. ¿Qué nos depara? ¿Es posible vislumbrar un escenario?


UNA CRISIS SIN RESOLUCIÓN
NI DECISIÓN

Muchas de las certidumbres que fueron fundamentos de las ideas filosóficas, sociales, económicas y políticas de Occidente se han quebrantado en los últimos treinta o cuarenta años. Dicho de otra manera, los postulados o axiomas que sostenían nuestros teoremas sociales están perdiendo fuerza de persuasión.

En las últimas conversaciones que mantuvo con David Cayley1, Iván Illich atribuyó la “crisis” civilizatoria de nuestra época a una profunda transformación de las ideas y percepciones que, durante siglos, dieron coherencia a la cultura de Occidente. Para ser concisos, digamos que estas ideas y percepciones estaban relacionadas con las herramientas o instrumentos que, específicamente, fueron occidentales durante mucho tiempo. La cultura occidental era instrumental. Había desarrollado herramientas o instrumentos para todas las intenciones pensables. Con el escudo del colonialismo, y luego del desarrollo, ofrecía sus instrumentos materiales e intelectuales al mundo entero2. El rechazo de esta oferta pasaba por una falta de civilización. La ausencia de la caja de herramientas occidental se definía como subdesarrollo. Illich veía la crisis actual como una crisis de la mentalidad económica, colonialista y desarrollista y de la supuesta superioridad de Occidente. Hace años que él mismo había renunciado a utilizar la palabra crisis porque implica una decisión –uno de los sentidos del vocablo griego krisis– y, por consecuencia, un más allá temporal. En cambio, cuando se usa para referirse a la situación actual, se le emplea cada vez más en el sentido de “crisis duradera”, sin más allá, sin resolución, sin posibilidad de decisión: crisis sin krisis, terremoto cultural sin fin imaginable.

En el epicentro de este sismo duradero, Illich ubicaba el derrumbe de certidumbres –que durante mucho tiempo fueron incuestionables– sobre lo que es una herramienta, un utensilio, un instrumento. En otras palabras, la crisis sin resolución actual correspondería al derrumbe de las categorías instrumentales que habían caracterizado la cultura occidental. De acuerdo con Illich, este derrumbe es una señal de que la época instrumental está llegando a su fin.

En resumen: la hipótesis de Illich es que la actual crisis de civilización señala el fin de una época de larga duración de Occidente, la época instrumental.

Lo que viene después no se deja vislumbrar, pero Illich propone, por falta de una opción mejor, el nombre de edad de los sistemas. Muchos artefactos, aún llamados herramientas por una especie de histéresis, son en realidad sistemas o terminales de sistemas.

Printing Gallery, de Maurits Escher, 1956

EL DESPLOME DE LAS CATEGORÍAS
INSTRUMENTALES DESDE LAS
DÉCADAS DE 1970 Y 1980

Alrededor de 1970 un coctel de certidumbres empezó a desmoronarse. Las ideas de la edad instrumental que perdieron progresivamente fuerza habían reinado tanto tiempo que parecían naturales y evidentes. Algunas de ellas fueron:

• Una herramienta es un medio para un fin; cada medio para un fin puede definirse como una herramienta. En la medida en que tienen un fin, las instituciones pueden considerarse como herramientas.
• Una herramienta está al servicio de intenciones personales “anidadas” en ella.
• Sin embargo, en tanto causa instrumental, una herramienta es una causa sin intención.
• La herramienta se distingue claramente de la mano que la dirige. Es distal en relación con ella. Su distalidad es una distancia crítica que permite decidir agarrarla o dejarla.
• Todo lo que tiene una utilidad puede considerarse como una herramienta: la utilidad es una característica hermana de la instrumentalidad.
• El cuerpo está en relación de vis-à-vis con la herramienta: claramente separados, el cuerpo y la herramienta se “enfrentan”.
• En la óptica, el cuerpo del pintor está en una relación análoga con la imagen que pinta: su ojo no es parte de la imagen, así como la mano no es parte del instrumento3.

En resumen: durante la edad instrumental, la posibilidad de distinguir y decidir, pensar y ver claramente, era la existencia de una distancia crítica entre la herramienta y su usuario, el observador y el objeto. La desaparición de esta distancia sería el detonador de la crisis, de la crisis sin krisis.

Esta computadora en mi mesa no es un instrumento. Para ello, le falta lo que, desde el siglo XII, se consideraba específico de toda herramienta: la distalidad entre el usuario y la herramienta. Un martillo, puedo dejarlo o agarrarlo, lo que no me transforma en parte de él. El martillo sigue siendo un instrumento de su usuario. En un sistema, el usuario se vuelve, por la lógica del sistema, parte del sistema4.

Pero en la misma conversación, Illich dijo también:

Si es cierto que el concepto de herramienta es histórico, es decir característico de determinada época, en la cual el concepto de herramienta o de tecnología, como se suele decir, fue el menos cuestionable de todas las certidumbres cotidianas, entonces se abre la posibilidad de hacer legítimamente lo que intenté durante los últimos quince o veinte años: pretender, por lo menos como hipótesis, que en cualquier momento en los años 1980, la sociedad tecnológica, que empezó a tomar forma en el siglo XIV, se acabó5.

EL INICIO DE LA HISTORIA DEL
DESARROLLO DE LA INSTRUMENTALIDAD COMO POSIBLE QUIEBRE EN
LA FILOSOFÍA DE LA TECNOLOGÍA

El 23 de marzo de 1996, en Los Ángeles, Iván Illich impartió una conferencia en la Catholic Philosophical Association6. Su tema era la aparición de un novedoso concepto de herramienta en el siglo XII. Antes de esta época reinaba la herramienta orgánica. La nueva puede definirse como herramienta instrumental. Mientras que la primera expresaba correspondencia entre cuerpo y cosmos, la segunda rompió con ella7.

El punto clave de la conferencia fue que la distinción entre la herramienta orgánica y la herramienta instrumental es una condición necesaria de la práctica ascética, es decir, de la buena vida en el mundo de la técnica. Sólo mediante esta distinción puede evitarse confundir la producción útil de un servicio con el amor al prójimo.

“La instrumentalización de la herramienta cegó, paralizó y enmudeció el sentido del amor gratuito y llevó a la confusión del amor y del servicio (…)8”.

La idea de una intención anidada en una herramienta es tan específicamente occidental como el sexo o la velocidad medible en kilómetros/hora. La ceguera en torno a esta especificidad puede conducir a las iglesias a justificar el crecimiento de las agencias estatales de servicio para una clientela en constante aumento. Pero lo que Illich temía, sobre todo, eran los efectos simbólicos de este crecimiento: que el valor instrumental de las personas oscurezca su vocación de misericordia.

Pero ¿qué puede significar herramienta en la óptica de la herramienta orgánica? Un griego antiguo entendía un hacha como un organon: un órgano, como la pala o el cuchillo, o la mano, “órgano de todos los órganos”. Pero, durante el segundo milenio cristiano, el hacha fue redefinida como un instrumentum. Illich veía este cambio como un paso mayor hacia el mundo moderno.

Si su idea sobre la instrumentalización de la herramienta pudiera hacerse camino en la historia de la filosofía de la técnica, se volvería su punto de partida. Sin embargo, esto no ha ocurrido y hay poca esperanza de que suceda. La filosofía de la técnica es el infantado de filósofos que no distinguen la diferencia entre organon e instrumentum, razón por la cual su comprensión de las herramientas es completamente a-histórica. Además, el ser humano contemporáneo ya no se concibe como hacedor, sino como usuario de herramientas. Cada herramienta que utiliza incorpora una intención definida por un diseñador, un educador o un ingeniero. Las herramientas y la técnica hoy se encuentran en una esfera de heteronomía que estorba toda reflexión filosófica fundamental independiente. ❧


1.  Iván Illich y David Cayley, The Rivers North of the Future. The testament of Iván Illich as told to David Cayley, Toronto, House of Anansi Press, 2005.
2. Wolfgans Sachs (comp.), “Un mundo”, Diccionario del desarrollo. Una guía del conocimiento como poder, Lima: PRATEC, Proyecto Andino de Tecnologías Campesinas, 1996, [Londres, 1992], p. 387. “La ciencia, el Estado y el mercado se basan en un sistema de conocimientos sobre el hombre, la sociedad y la naturaleza que pretende ser válido en todas partes y para todos. Como conocimiento que se ha despojado exitosamente de todos los vestigios de su particular origen, lugar y contexto, no pertenece a ningún sitio y puede en consecuencia penetrar en todas partes”.
3. En cambio, el grabado Printing Gallery (1956), de Escher, es un intento de integrar el ojo a la imagen que mira.
4. Illich y Cayley, op. cit.
5. Illich y Cayley, op. cit.
6. Iván Illich, “L’ascèse à l’âge des systèmes. Propédeutique philosophique à l’usage chrétien des instruments (1996-2002), La perte des sens, París, Fayard, 2004, pp. 279, 80, nota 1.
7. Marianne Groenemeyer, Wer arbeitet sündigt. Ein Plädoyer für gute Arbeit (Quien trabaja peca. Un alegado por el trabajo bueno), Darmstadt: Primus Verlag, 2012, pp. 102-111. De acuerdo con Aristóteles, “un organon es todo lo que ayuda a un ser vivo a vivir y contribuye a su salud”. En sus obras, el alma “quiere realizar lo que es en esencia y llega a ser”. Para ello, “necesita un cuerpo (…) constituido de tal manera que pueda servirle a cumplir con sus tareas”. Cada ser vivo tiene que realizar las obras que necesita “para ser lo que es”. A partir del siglo XII, se rompió “el juego inseparable del alma con el cuerpo, que le permitía devenir lo que puede y debe ser y (…) la herramienta, que había auxiliado el cuerpo –en su juego con el alma– a devenir que debía devenir, pudo ser aislada”. La separación de la herramienta de la mano y de su servicio al devenir del alma hace de ella un medio que ya no es un intermediario “entre dos”. La herramienta se autonomiza y se “redefine como un puro medio instrumental para fines arbitrarios”.
8.  Illich, op. cit., “L’ascèse à l’âge des systèmes”, p. 280
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