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El CEDIC y la proyección social de la universidad

15559529969_9ed26e74db_oForo Internacional Comunidad, Cultura y Paz

Desde 2012, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) emprendió un proyecto sin antecedentes que tiene como uno de sus propósitos devolver a la máxima casa de estudios su sentido social. Este esfuerzo, que requirió innumerables espacios de diálogo, se vio reflejado en la creación del Centro de Extensión y Difusión de las Culturas, el cual llevó a cabo durante un año una serie de acciones concretas en pos de la justicia y de la extinción de la impunidad.


En los albores del siglo XXI el país y el mundo se encuentran en un momento de peligro. El derrumbe de los pilares en que se sostuvieron las verdades más conocidas de la modernidad –la razón arrogante y su noción de progreso–, y del Estado liberal y sus variantes totalitarias, confirma la preeminencia de una crisis civilizatoria que representa el fin de la concepción del mundo que surgió en Occidente con el Renacimiento europeo y hoy adquiere el rostro del mayor absurdo posible: la deshumanización.

En el parteaguas histórico de esta crisis, el presente siglo tiene un rostro apocalíptico en tanto se han desencadenado fuerzas del mal que nos sumergen en el horror. Pero tal vez sea más que eso y hayamos enterrado la posibilidad de salvación al incrementar demencialmente nuestra capacidad autodestructiva y utilizarla para introducir la muerte con virulencia en la experiencia humana.

Como escribió Elias Canetti:

Desde que les confiamos a las máquinas la tarea de predecir nuestro futuro, las profecías han perdido todo su valor. Cuanto más nos separamos de nosotros mismos, cuanto más nos entregamos a instancias sin vida, tanto menos logramos dominar lo que sucede. Nuestro creciente poder sobre todo, sobre lo animado y sobre lo inanimado, y en especial sobre nuestros semejantes, se ha transformado en un contrapoder que logramos dominar sólo en apariencia.1 Elias Canetti, La conciencia de las palabras, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, p. 11.

Según Canetti, este poder acumulado por “los enemigos de la humanidad” ya está cerca de su meta: “la destrucción de la humanidad”. Sus palabras nos remiten a la más apremiante de las cuestiones: la defensa de la vida.

Asumir una verdadera responsabilidad hacia la vida, que se está destruyendo, es la cuestión de fondo. Hacerlo implica, entre otras cuestiones, volver la vista a lo más próximo y concreto, es decir, prestar atención a la cercanía de la experiencia, con el fin de desvelar la lógica del poder y los mecanismos de producción y reproducción desde los cuales se ha construido el mundo absurdo en donde millones de vidas son destruidas y sus destinos aniquilados cotidianamente; trazar líneas de fractura lo suficientemente profundas como para subvertir dicha lógica y, a partir de ahí, ampliar los horizontes de análisis de la realidad y dar cabida a los diferentes actores sociales en la construcción de opciones de vida incluyentes; comprender la historia para darle a ésta un nuevo rumbo y así reavivar la esperanza.

Inserta en ese mundo absurdo que emerge como el más ciego de todos los posibles, caótico, convulsionado y poblado de irracionalidades, del cual es producto y producente, la UAEM está expuesta cada vez más a fuertes presiones y restricciones que acotan su capacidad de respuesta ante la creciente demanda de educación superior, y al mismo tiempo exigida por la sociedad a la que sirve para que amplíe y profundice su función social de cara a los desafíos actuales que tienen como epicentro, justamente, la defensa de la vida ante la violencia demencial que está acabando con ella.

En este escenario, la presente administración planteó un proyecto académico y ético-político de universidad pública incluyente y socialmente responsable que, bajo criterios de interculturalidad, convivencialidad y sustentabilidad, postula una educación universitaria humanista “comprometida con los valores y la cultura a la cual sirve, capaz de superar los riesgos de un futuro deshumanizado, de la economía a ultranza, del éxito sin ética, del progreso sin sentido ni significado”2 Plan Institucional de Desarrollo PIDE 2012-2018, p. 24..

En el marco de este proyecto, la UAEM ha asumido plenamente su compromiso social, entendido como “compromiso auténtico propio de la existencia humana, que sólo existe en el engarzamiento con la realidad, en la solidaridad con los seres humanos concretos”3 Op. cit., p. 28.. Para responder a este compromiso, la actual administración asumió el desafío de darle una nueva centralidad a la proyección social de la universidad, con el fin de ampliar y fortalecer su articulación con las problemáticas sociales reales que requieren solución urgente en el actual momento histórico. Es decir, “aquella función que pone a la universidad como totalidad, aunque a través de sus partes, en relación directa con las fuerzas y los procesos sociales”4Ignacio Ellacuría, “Universidad y política”, Voz de la tribu, UAEM, núm. 1, agosto, 2014..

Con la mirada en este desafío impulsó un proceso de resignificación y renovación de la extensión universitaria tradicional, concibiéndola como función integradora de la docencia y la investigación, orientada a construir una relación de comunicación horizontal, estrecha y comprometida, de la universidad con su entorno; una relación de mutuo aprendizaje basada en el diálogo intercultural y el intercambio de saberes y experiencias entre interlocutores universitarios y sociales igualmente importantes. Es decir, la extensión como atributo esencial de la formación universitaria.

Se trata de adjudicarle y reconocerle a la UAEM un papel protagónico en cuestiones tan apremiantes como la reconstrucción de la cohesión social, la construcción de democracia, la restauración de la paz y, en general, la lucha contra la injusticia estructural y la violencia de todo tipo, causantes de la destrucción de la vida en el planeta. Se trata, asimismo, de contribuir a consolidar la autonomía y la legitimidad social de nuestra universidad.

Este proceso de resignificación y renovación posibilitó la realización de actividades estratégicas de especial relevancia que permitieron profundizar en la articulación universidad-sociedad. Entre ellas destacan el ciclo Cultura de Paz y Noviolencia Activa, el foro internacional Comunidad, Cultura y Paz, los Diálogos Políticos por la Seguridad Ciudadana, el Diálogo Bienestar Ciudadano y Tejido Social, el Diálogo con los Pueblos de Morelos, y el encuentro internacional Tejiendo Voces por la Casa Común. Estas actividades son sólo algunos ejemplos paradigmáticos de la manera en que el espacio público universitario se abrió al encuentro de ciudadanos plurales que, mediante el juicio reflexivo y la deliberación crítica, pudieron imaginar y construir opciones de vida ante la realidad que se les impone como única posible.

Con actividades de esta naturaleza, la resignificación y renovación de la extensión universitaria, en términos de proyección social, condujo a la propuesta de creación del Centro de Extensión y Difusión de las Culturas (CEDIC), aprobada por el H. Consejo Universitario, en su sesión ordinaria del 11 de diciembre de 2015.

La misión definida para el CEDIC fue:

Orientar la extensión, entendida como proyección social de la Universidad, hacia un diálogo entre las culturas y sus saberes, con el fin de contribuir a la transformación de la sociedad, mediante el cambio de las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales que la determinan, y en articulación con los centros de decisión, sean comunitarios, institucionales, organizacionales o ciudadanos que definen cuestiones importantes en la marcha de la sociedad5Centro de Extensión y Difusión de las Culturas, UAEM, diciembre de 2015..

A su vez, se definió como su objetivo general:

Proyectar dinámica y coordinadamente la interacción de la UAEM con la sociedad y con los diversos actores y culturas que la componen, a fin de reafirmar su autonomía y generar un nuevo paradigma de conocimiento que, enraizado en los saberes propios de la gente común, articule con ellos los saberes abstractos de una academia que deberá ligarse a una realidad concreta que nos afecta, en el ámbito de los programas que lo conforman6Ibidem..

De acuerdo con esta misión y objetivo general, el CEDIC organizó su quehacer en torno a cuatro programas estratégicos que definieron su sentido e identidad: Atención a Víctimas, Intervención Comunitaria, Movimientos Ciudadanos, y Convivencialidad y Noviolencia. A través de ellos, el Centro proyectó dinámica y coordinadamente la interacción de la UAEM con la sociedad morelense y con los múltiples actores y culturas que la componen.

Mediante estos programas, el CEDIC llevó a cabo una amplia gama de acciones: de formación, capacitación, investigación y difusión; de articulación y colaboración; de convicencialidad y noviolencia; de defensa de territorios y derechos de los pueblos; diálogos de saberes; foros y seminarios, entre los cuales destaca el simposio internacional “Iván Illich: lo político en tiempos apocalípticos, 90 años”; publicaciones y exposiciones de artes visuales; presentaciones de libros; eventos de cine, música, teatro y danza; jornadas de vinculación universitaria e intervención comunitaria; programas de radio; acciones de articulación con los pueblos de Morelos, y encuentros y reuniones con diversos actores sociales en torno a la defensa del territorio y los derechos de los pueblos.

En el ámbito de la reflexión, la crítica y la creación de pensamiento, los aportes del Centro son significativos. Algunos de ellos han sido publicados en Voz de la tribu, revista que surge también como resultado de la renovación de la extensión universitaria y de la iniciativa de quienes, en su momento, la impulsaron desde la Secretaría de Extensión. En sus páginas encontramos aportes filosóficos, teóricos y conceptuales que tienen que ver tanto con los programas estratégicos del Centro, como con los temas centrales abordados hasta hoy en la revista: Universidad y sociedad; Movimientos antisistémicos; Comunidad, cultura y paz; El silencio; La democracia; Literatura; Tejiendo voces por la casa común; Repensar la educación; El horror, e Iván Illich.

Por su relación con el tema del presente número, destaca la participación del CEDIC en la coordinación nacional de la constituyente ciudadana y popular, su asistencia a la Tercera asamblea nacional de la constituyente en Chiapas, sus talleres sobre la nueva constituyente ciudadana en diversos municipios del estado, y su papel activo en la lucha emprendida por la UAEM junto con otros actores y organizaciones sociales para exigir que se dé cumplimiento a la Ley de Participación Ciudadana del Estado de Morelos.

La crisis del Estado-nación que, particularmente en México, está reducido a un ente sin soberanía al servicio del gran capital transnacional, se halla en el centro del debate propiciado por el CEDIC a través de acciones como las señaladas anteriormente. También se encuentra, en consecuencia, la crisis de la Constitución, en cuanto conjunto de normas fundamentales que fijan los límites y las relaciones entre los poderes del Estado y entre éstos y los ciudadanos. Ambos, Estado-nación y Constitución, son construcciones históricas dialécticamente articuladas que tuvieron un principio, un periodo de auge y otro de decadencia. ¿Estamos en el principio de su fin?

“Para tener posibilidades de futuro es tiempo de que abandonemos al Estado como eje de estructuración social y confiemos en la democracia como fuerza vital de organización política”7Roberto Ochoa, “Democracia de veras, la que viene de abajo”, Voz de la tribu, núm. 5, noviembre de 2015, p. 3.. ¿Qué hacemos entonces con la Constitución?

Las reflexiones incluidas en este número iluminan la búsqueda de respuestas en ésta y otras cuestiones relacionadas con el imperativo de construir nuevas formas de organización social verdaderamente democráticas e incluyentes y, en general, con la solución de los problemas del país, cuyo telón de fondo es la actual tragedia humanitaria.

Conclusión

En un escenario de crisis civilizatoria y de presiones de diversa naturaleza a las que es sometida la universidad pública, ampliar y consolidar la autonomía y legitimidad social de la UAEM constituye el gran desafío institucional. Éste implica avanzar decididamente en la construcción de una universidad cada vez más incluyente y socialmente responsable que confiera una nueva centralidad a la proyección social de sus funciones sustantivas, y que desde éstas asuma un papel activo en la reconstrucción del tejido social, en la conformación de nuevas solidaridades, formas de democracia y producción social; en la defensa de los derechos humanos, de la diversidad cultural y de la biodiversidad; en la formación de sujetos políticos, es decir, en la construcción de ciudadanía, y en la lucha contra la exclusión social, la degradación ambiental y la violencia absurda que hoy nos horroriza.

Se trata de una universidad concebida como espacio público de democratización de los conocimientos, abierta a un diálogo de saberes entre los actores universitarios y los actores sociales cuyo horizonte histórico sea la construcción colectiva de opciones de vida que tomen en cuenta la diversidad cultural y la heterogeneidad del pensamiento, intereses, historia y cultura de las comunidades y los grupos sociales que las conforman. Abierta a un diálogo de saberes como forma de extensión a la inversa, es decir, desde fuera de la universidad hacia su interior, desde los saberes de las culturas no occidentales, generados en el entorno social, hacia los saberes científicos y humanísticos que se producen en la universidad.

Se puede afirmar que los programas, proyectos y acciones que llevó a cabo el CEDIC responden a este gran desafío, y que con ello ha contribuido, de acuerdo con su misión y objetivo general, a revalorar y aprovechar los “saberes sometidos”8Michel Foucault, Defender la sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 2012. , esos bloques de saberes históricos que han estado presentes pero negados, enmascarados dentro de conjuntos funcionales, y que la crítica local que emerge desde diferentes actores y movimientos sociales han permitido visibilizar.

De esta manera, el CEDIC propoció el intercambio de conocimientos con actores sociales que, con sus propios saberes, pueden intervenir en la construcción colectiva de opciones de futuro. Asimismo, facilitó que el conocimiento científico universitario fuera puesto al servicio de las víctimas de la violencia, e impulsó la formulación de propuestas que tienen como horizonte nuevas formas de ser y de vivir en el mundo.

En este sentido protagonizó, junto con otros actores institucionales, una ruptura epistemológica que abre nuevos horizontes de pensamiento y acción para promover la construcción de realidades alternativas que conjuguen ética y política, experiencia histórica y contexto, asumiendo plenamente la complejidad de lo social, de lo natural y de la relación social-natural, con una docencia, investigación y extensión renovadas.

A partir de la experiencia del CEDIC, la UAEM puede plantearse nuevos desafíos epistemológicos, cognoscitivos, interculturales y políticos que estimulen la creación de pensamiento, el diálogo de saberes entre culturas, la convivencialidad y la construcción de nuevas formas de ser, saber y conocer, más allá del régimen dominante. Asimismo, que propicien la formación de la ciudadanía y el estudio crítico de la diversidad, del cual puedan derivarse elementos teóricos y prácticas específicas que rompan las tendencias dominantes de homogeneización de la pluralidad.

El abordaje de esos desafíos le dará a la UAEM la posibilidad de realizar un profundo ejercicio de autocrítica que sirva como punto de partida para superar prácticas históricamente conformadas y profundamente enraizadas en la cultura institucional; de igual modo, romper con los parámetros del discurso hegemónico a fin de vislumbrar realidades diferentes de la que se impone como única posible y constituirse en un espacio de creación simbólica y cultural que provea a la acción educativa de un sentido y significado profundamente humanos. Hay que valorar la relevancia y pertinencia del trabajo realizado por el CEDIC desde esta condición de posibilidad y proyectar, a partir de esa valoración, nuevos horizontes hacia el futuro.

Para enfrentar esta tarea puede servir de estímulo una de las muchas provocaciones de Iván Illich:

La universidad no necesita de la ciencia para afirmar su legitimidad… La universidad existía mucho antes de que existiera la ciencia y puede sobrevivir al efímero periodo en que ha sido legitimada por ella. Tal es, queridos anfitriones y colegas, la reflexión que quisiera dejar con ustedes para el semestre entrante: lo que en universidades más viejas que ésta se ha vuelto parte de la estructura, ustedes lo pueden dejar atrás como una enfermedad propia de la infancia.9Iván Illich, “El texto y la universalidad”, Conferencia en la Universidad de Bremen, 1980; Voz de la tribu, núm. 1, agosto de 2014, p. 6.

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