El surgimiento de las autodefensas en Michoacán ha hecho visibles diversos escenarios en donde la violencia es protagonista. Sin embargo, también ha dejado en claro la posibilidad de hacer valer la justicia por la propia mano del pueblo, una acción civil que, en la actualidad, parece retomar fuerza. En esta crónica, escrita meses antes de la detención del doctor Mireles, el lector conocerá ciertos aspectos de los Consejos de Autodefensas de Michoacán y sus formas de organización, a través del testimonio de la comunidad de Los Reyes que se ha mantenido cerca de este movimiento.
Algo sentíamos en el espíritu, en el espíritu y de ninguna manera como sensación física. Como si se regresase a un lugar ya conocido en el tiempo, pero el cual no se hubiera visto jamás; conocido sólo en el tiempo. O como si fuese uno testigo de alguna cosa anterior a uno mismo y anterior, igualmente, a los demás hombres.
JOSÉ REVUELTAS, Visión del Paricutín
Sábado, 12 de abril
A LAS VEINTE MENOS siete habíamos llegado a Los Reyes, Michoacán, poblado húmedo, caluroso, casi taciturno. No hay mucho tiempo para informarse. Fue fundado en 1594, históricamente sus tierras y las aledañas han sido cañeras y, hasta hace poco, la zarzamora se ha convertido en el cultivo hegemónico. ¿Pero es lo único que se protege?
En tiempos de la Revolución, el bandido Inés Chávez (1889-1918) intentó saquear el pueblo un primero de enero, acto reprimido por los mismos habitantes que, encomendándose al Señor de la Misericordia, lograron contener el avance. Eso dicen los libros, la gente. Su único logro fue incendiar la estación del ferrocarril y salir huyendo. Aunque Chávez no es el único saqueador.
Según datos del INEGI, Los Reyes alberga cerca de 64 mil 141 habitantes y es la cabecera municipal. En sus alrededores pueblos como Cherato, Cheratillo y 18 de Marzo cuentan con grupos de autodefensas conformados desde 2013. Son éstos, junto con el grupo de José Manuel Mireles, los organizadores posicionados en la cabecera municipal.
Es sábado y el día de mañana, 13 de abril, las autodefensas tomarán la plaza. Eso nos han dicho. Eso nos han confirmado. El taxi nos deja en una calle del centro. El chofer señala hacia la plaza, dice que él estaba allí, a un costado, en el billar, cuando escuchó los disparos. Era 22 de julio de 2013. Era mediodía y los sicarios abrieron fuego sobre propios y extraños. Desde entonces no hay paz, recalca. Caminamos hacia el billar. No han cerrado desde anoche. El locatario nos recibe con los ojos enrojecidos por el sueño, abre dos refrescos y mientras acciona la caja registradora precisa: “Ahorita todo está muy tranquilo, han disminuido los cobros de cuotas o, por lo menos, ya no son tan evidentes”. Avanzamos hacia una de las mesas, dispuestos a poner a prueba nuestra destreza.
Mañana los habitantes de esta localidad se reunirán para exigir la renuncia del presidente municipal y de la policía local, a quienes se incrimina de sostener vínculos con el crimen organizado. Con este fin decidieron conformar un consejo ciudadano para evitar el desarme con que el gobernador de la entidad, Fausto Vallejo, pretende silenciar a los Consejos de Autodefensas de Michoacán (CAM). Se le acusa de proteger a los Templarios, quienes lo hicieron llegar al poder, y por la participación de su hijo, conocido en el medio como “El Gerber”. Desde las diez de la mañana los habitantes de este poblado se congregarán para aguardar el arribo de los grupos comandados por el doctor Mireles. Se rumora que sus escoltas entrarán la tarde de este sábado en la cabecera municipal de Tingambato, con lo que han podido computar una presencia del 50 por ciento en la geografía michoacana.
No obstante, y tras una supuesta emboscada de Mireles y sus escoltas en Tingambato, en su lugar hará acto de presencia otro de los líderes de este movimiento, Estanislao Beltrán, conocido entre la comunidad como “Papá Pitufo”, quien llegará a Los Reyes poco después del mediodía*.
Beltrán se referirá a la necesidad de un consejo ciudadano que obtenga una legalización como policías que les permita una mayor libertad de acción en el marco de su lucha; es indispensable el nombramiento de autodefensas ciudadanas en dicha localidad. Beltrán advertirá que “no porque ya se abatió al Chayo, a Plancarte se cruzarán de brazos pasivamente. Aún quedan los operativos”, insistirá, “pese a que se ha podido reducir en un 80 por ciento los actos de criminalidad, los secuestros, los cobras de cuota, los cateos caseros…” Es preciso derrocar a los terratenientes y conseguir la tan anhelada autonomía. Por ello, la invitación a otras comunidades como Cherato, Cheratillo, Atapan o Pamatácuaro a sumarse voluntariamente a la lucha.
Tras un discurso que durará cerca de hora y media, Beltrán bajará escoltado por sus compañeros con un solo fin: acudir a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) y desarmar a la policía judicial, acusándolos principalmente de corrupción. El momento de éxtasis tendrá lugar cuando un contingente encabezado por el así llamado “Papá Pitufo” dirija sus pasos a aquel lugar. Sin embargo, las oficinas de la procuraduría se encontrarán cerradas. “Tuvieron tiempo de enterarse para irse”, dirá alguno. Pero la puerta principal no estará sellada a piedra y lodo, y luego de ciertos intentos lograremos ingresar. Una vez allí, Beltrán tomará de nuevo la palabra para indicar que todo será legal y pacífico. Y, en efecto, los CAM apaciguarán los furores, manteniendo el control necesario para que el ingreso a las instalaciones sea sosegado. Más tarde, diversos voluntarios abordarán las camionetas de los CAM. Tenían como finalidad dirigirse a la comunidad de Cotija, que se encuentra a 45 kilómetros de esta comunidad y continuar allí con su reclutamiento. Pronto la gente se dispersará, pero quedará inevitablemente la expectativa ante un porvenir que nos asfixia.
Domingo, 13 de abril
“El Cholo” ronda los veinte años. Su forma de vestir no concuerda del todo con su apodo. Es domingo por la noche, en el mismo billar, que parece que nunca cierra. Llega con cautela, le ofrecemos una cerveza; la rechaza. Lo habíamos encontrado durante la marcha hacia la PGJE. Sólo quiere, a cambio de su conversación, que escribamos un corrido para su gente. Cuenta que su ingreso a los CAM de Los Reyes fue de forma muy cuidadosa pues se acercó apenas dos semanas después de su arribo a la cabecera municipal. Su primera medida fue llegar a la barricada usando un pasamontañas que resguardara su identidad, afirma “que tenían poco tiempo de haber llegado y todavía se veían muchos templarios”. Como parte de su entrevista con el encargado de la barricada agrega que le preguntaron por sus actividades cotidianas: estudiar una carrera universitaria y trabajar, en los días hábiles. Durante el fin de semana se ocuparía en apoyar al movimiento.
Las causas por las que se acercó fue porque, dice, ya no soportaba ver tantas injusticias, afortunadamente no extorsionaron o levantaron a nadie de su familia, pero al ver a vecinos y amigos que sufrían por la presión de estos delincuentes, tomó como propia la ofensa y, desde entonces, “está al pie del cañón”. La mayoría de los integrantes de las autodefensas son de su colonia.
“Lalo” estuvo en los primeros momentos de las autodefensas de Tepalcatepec y Buena Vista. Cuando tocó el alzamiento en Los Reyes fue él quien motivó a los vecinos de la colonia La Paz a unirse al movimiento; gracias a la amistad que han mantenido desde hace tiempo entablaron conversaciones en las que poco a poco se fueron convenciendo de la legitimidad y necesidad del movimiento. Tenía, de manera independiente, cerca de ocho meses en estos grupos.
…No pienses que me acostumbro
Este rumbo no es mi rumbo
Precisó Lalo el Cerillo
Cuando regrese a Los Reyes
Vendré por todos ustedes
Pa’ fruncirles el fundillo
A los temidos Templarios…
“El Cholo” nos dice cuáles son sus actividades en el grupo: guardia en barricadas y operativos dentro y fuera de la ciudad. En estos casos porta una pistola calibre .380. Lalo, “Nene”, “Chuche” y el “Güero”, sus compañeros, los héroes del corrido que tendremos que escribir, cargan “cuernos de chivo” y R-15.
-¿Cuánto tiempo piensas estar dentro del movimiento?
–Hasta que se limpie, hasta que ya no haya nada. Desconozco las intenciones futuras de mis compañeros, pero parece que también estarán hasta el final.
–¿Desde cuándo estas personas estuvieron asolando al pueblo?
–Desde hace nueve años, que eran la Familia Michoacana.
…Huevos le sobra a esta raza
Y yo no seré el primero
En aventarme a la riña
Me secundarán Aviña
“El Cholo” y Pedro Contreras…
La Paz tiene aproximadamente tres mil habitantes. Al principio tenía miedo, pero Lalo, a quien le tocó participar en la balacera que hubo en la plaza el 29 de enero, fue quien los motivó a integrarse a las filas y se acabó la incertidumbre. Como dijo el doctor Mireles: “Nos quitaron tanto que hasta nos quitaron el miedo”. Además, la mayoría de los integrantes son vecinos de esa colonia. ¿Qué los motivó a formar una mayoría? Que siempre han sido gente “de huevos”.
La gente esperaba la junta que los CAM harían el primer día y los Templarios llegaron disparando; no le dieron a nadie. Las autodefensas respondieron, los hicieron correr.
–¿Ahora cuáles son las estrategias a seguir?
–Seguir peleando en los demás municipios que todavía no están limpios. Hasta que limpiemos todo Michoacán.
…Ya nos cagaron el palo
Sicarios y federales
Si nuestro ejemplo fue Lalo
Es porque todos los males
Vinieron en uno solo.
A mí me dicen “El Cholo”
Quise cantar estos versos
Para que sientan influencia
De todos estos esfuerzos
De nuestras autodefensas…
Lunes, 14 de abril
Punto final del itinerario. Ancaguan. En las faldas del cerro se recorta el mítico Paricutín. Al bajar del autobús es imprescindible la evocación del “sudario negro” que Revueltas vislumbró en este mismo lugar hace 71 años. Retorno al “pavor oscuro” que decía el pie de foto de alguna de las tres entregas que El Popular publicara entre el 9 y el 11 de abril de 1943. Hoy que asimismo se cumplen 38 años de su muerte, habrá que seguir las huellas del muerto cuando una palabra resuene en nuestros oídos… en el camino, en el camino… Ixumo, cielo negro y plomizo, en purépecha, al avanzar el aire de la mañana parece reanimar la inmovilidad perpetua de los indios. Dos de ellos se acercan, nos ofrecen caballos, pero hay que seguir la ruta del muerto. Entramos a una tienda, no hay café, sólo gelatinas de rompope y agua. Adelante encontramos a dos niños que se ofrecen como guías para conducirnos al volcán. El rostro se les ilumina cuando aceptamos y las voces de lava empiezan a ceder a nuestro interrogatorio.
Nuestras pisadas son espesas, como la arena misma y los cascos de las bestias que se dirigen al monstruo volcánico. Nuestros guías hablan apenas, dicen que tienen un equipo de futbol; Bola Ocho, se llama. Su español es trunco, pero sonoro, espeso también como el suelo que pisamos. Miramos el reloj, nos dicen que para llegar hasta el volcán tendremos que rentar una camioneta, o caminar dos horas más. La fatiga nos detiene en un comedero, sólo debemos tomar algo y subir más tarde al Santuario. Hemos decidido volver después, y por eso nos internamos en las salientes rocas que rodean la torre, cuyo ojo de cíclope es bañado por las luces de las cámaras fotográficas de los turistas. Pronto nuestros guías encuentran dos chicos más. Deben tener la misma edad, diez, once años. También forman parte de Bola Ocho, advierten para que los aceptemos. Se hablan entre sí, divertidos. Puesto que hemos postergado nuestra visita al volcán nos conducen a grutas que pocos turistas conocen. En todo caso, turistas que como nosotros piensan en el privilegio de ser “iniciados” en la enigmática entraña de la tierra caliente cuyas vaharadas son frías, como alientos en boga de guerra y ceniza.
Al volver son ellos quienes nos interrogan, dicen que algunos de sus parientes están con las autodefensas, porque al único narco que respetan es al “Señor de los cielos”, que llegaba allí con sus camionetas para repartir dinero entre la gente. Niños como ellos corrían entre el grosor macilento cuando las lluvias remojaban el piso del único “Señor” que veneran. Por eso, si alguien les preguntaba sobre el “Señor”, ellos simplemente se referían a los favores que éste les prodigaba cuando sacrificaba su ubicuidad por Ancaguan.
«…habrá que seguir las huellas del muerto cuando una palabra resuene en nuestros oídos… en el camino, en el camino…»
Una procesión de extranjeros se cruza con nosotros. El caballo relincha, pero no es él quien está nervioso, sino la chica que lo monta. Se lo mencionamos a uno de los guías y asiente; parece que su confianza crece, quizá porque hemos comprendido ese dolor de las bestias que lloran como sólo es posible que lloren las bestias, diría Revueltas. El caballo se aleja sin entender el miedo que le transmiten. Mientras cae la tarde aquellos niños nos dan lecciones de purépecha, pronto subimos al pueblo, todo ocurre en esa lengua, incluso el camión que anuncia las ofertas del Centro Comercial lo hace con ese crujido de palabras. Nos preguntan si volveremos. Uno de ellos quiere ser profesor. Tiene madera, es bueno para enseñar. Propone que escribamos un cuento en las dos lenguas, dice, y nosotros aceptamos el reto, y mientras el autobús que nos regresará a Los Reyes hace su parada, y los vemos avanzar, discutir democráticamente cómo repartirán el dinero, el ronco atardecer golpea nuestros ojos, con un sueño antiguo que despierta sin salir de su asombro, con la piel amarilla del cielo que labra en los párpados el clarinete de batalla, y sabemos que debemos regresar a terminar con el comienzo, aunque sepamos que nunca hay prórroga para la defensa propia.❧