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Desde la frescura, la esperanza y la humanidad

GC-29_Caravan For Peace, Nueva York, E.U., 2012. Fotografía de Germán Canseco, Foto/Proceso El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (Ediciones Era, 2016)

El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad: el libro

El dolor y la indignación de Javier Sicilia y otras víctimas transformados en movilización social; la visibilización de las víctimas a través de las caravanas al Norte, al Sur y a Estados Unidos; los debates, consensos y disensos de Ciudad Juárez, y las acciones de resistencia civil llevadas a cabo por el movimiento dentro de la cultura de la noviolencia, son algunos de los factores que dieron vida al libro El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (Ediciones Era, 2016). En esta reseña, Ethel Krauze acerca a los lectores al trasfondo de dicha obra, la cual representa un memorial indispensable para conocer el México del presente.


Lo sagrado y lo inaudito

Lo primero que aparece en las páginas son los rostros. Fotografías en blanco y negro, sin adornos, reales. Hombres y mujeres cargando cruces, abrazando retratos de hijos muertos o desaparecidos, caminando por las geografías del país, concentrándose en plazas, formando corros, caravanas, lazos que nos envuelven a todos más allá del papel impreso.

Ninguna imagen muestra sicarios ni cabezas cortadas ni mantas amenazantes. Desde ahí empieza la dignidad para tratar el dolor. Y, paradójicamente, la frescura, la esperanza y la humanidad en ese laberinto del horror donde andamos sumidos.

El volumen recientemente publicado por Era, con el apoyo de la Secretaría de Cultura de Morelos, y la edición de Javier Sicilia y Eduardo Vázquez Martín, es una luz a la mitad del túnel. Lejos de que sea un recuento de atrocidades, efectivamente cometidas con la eficacia del crimen organizado y por la inoperancia y aun la colusión de buena parte de las instituciones públicas, esta reunión de testimonios que conforman la historia del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) es una invitación a mirarnos con los ojos de quienes han levantado la cabeza y dado los pasos necesarios para recuperar nuestra palabra y nuestro corazón.

Desde el prólogo, Javier Sicilia se asienta en Giorgio Agamben para explicar la extraña figura del derecho arcaico romano: el homo sacer u “hombre sagrado”, un ser que el Estado incluye en sus códigos, a fin de que exista en la reglamentación de la vida para poder excluirlo inmediatamente. El Estado moderno parece que sigue cumpliendo este cometido en los seres sagrados de hoy, llámense herejes, emigrantes, desplazados, negros, judíos, musulmanes, indios, pobres, a quienes hay que someter, encauzar, utilizar en aras de algún proyecto político-ideológico.

Qué contradictorio resulta este concepto ante la cosmovisión tradicional de lo sagrado como la aproximación a lo divino o aquello digno de veneración y respeto. Por eso, la palabra del poeta, resulta siempre una herida en la conciencia. No podía ser de otro modo, que un movimiento de esta naturaleza no tuviera en su centro el espíritu de la poesía. “La poesía [dice Sicilia] es siempre inaudita”. Así, el MPJD ha llegado a ser y a hacer y a provocar y a despertar y a reflexionar, lo inaudito en este país.

Poesía y autoridad

Desde que se inició todo trato simplemente de ser fiel a mi corazón y a lo que la oscuridad de mi noche interior –una extraña manera de la luz y de la poesía– me dice; trato de mantenerme, por lo mismo, en una íntima posesión de mí, de mi libertad y de mi amor”. Con estas palabras, Javier Sicilia tiende, al mismo tiempo, esa luz de su poesía para todos los que viven, como él, una noche oscura y reclama para todos la legitimidad del dolor. “Ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre”. Quien ha sido víctima de esta inefable violencia, es una autoridad en el sufrimiento. Y toda palabra del corazón es un poema en ristre.

Instantes para siempre

Muchas de las crónicas que forman este volumen coinciden en que la historia del movimiento no puede contarse sin los instantes que lo alumbran y que han dejado huella en la conciencia de los participantes, como la súbita revelación que Eduardo Vázquez Martín describe durante la marcha nacional del 5 de mayo de 2011, cuando se dieron cuenta de que no era una manifestación silenciosa, sino una gran conversación trashumante. Silencio y acompañamiento. Silencio para escucharse por dentro y para escucharse entre sí.

O el del 15 de septiembre de 2011, en San Cristóbal de las Casas, cuando en lugar de dar el Grito en el teatro Belisario Domínguez, donde se reunieron los caravaneros, Javier Sicilia “propuso que gritásemos un silencio de cinco minutos”, cuenta Francisco Rebolledo. Y dice: “El silencio se escuchó fuerte en el recinto de San Cristóbal. Sé que ese silencio retumbará en cada rincón de nuestro sufrido país…”

Cartas, declaraciones, discursos, relatorías, memorias, una sinfonía de voces convergen aquí. Comento sólo algunas, por obvios motivos de espacio.

Estar al frente

¿Qué significa ser líder de este movimiento? Varios artículos aquí reunidos abordan la figura del liderazgo. Francisco Segovia y Jesús Silva-Herzog Márquez. El primero explica que Sicilia es, a su pesar, la cabeza del movimiento, pues “no se ha puesto al frente de la multitud de víctimas y familiares de las víctimas, sino que son éstas las que lo han puesto a él al frente. Esa multitud, que no tenía voz, se reconoce en la voz del poeta, y el poeta le da voz a la multitud (literalmente: cede siempre el micrófono a las víctimas)”. El segundo cuestiona la autoridad de su palabra delante del Congreso, porque le parece que “es palabra envuelta en silencio”, por eso cree que “no embona en un régimen democrático”.

Hay discrepancias entre lo político y lo representativo. Julián LeBarón anota otro aspecto: “Javier Sicilia es tan fuerte que se atreve a llorar en público el dolor que otros no quieren ni siquiera ver. Él es capaz de abrazar a las mujeres y a los niños y estremecerse con ellos en un lazo de hermandad imponente. ¿Hay alguna otra forma de hacer equipo? ¿Hay alguna otra solución distinta al amor?”

María Herrera, madre de cuatro hijos desaparecidos. Fotografía de Eneas de Troya
Ver, hacer ver, valer

Sobre los cuerpos de las víctimas y el dolor de los familiares, sobre el horror de las conciencias y la indiferencia social, el MPJD produjo cambios fundamentales que son su nervadura y que extraemos de las reflexiones de Víctor M. Quintana S.

Visibilizó a las víctimas: “El caminar de tantos pies por la geografía de las violencias levantó, no el polvo de los senderos, sino el miedo de los espíritus, el silencio de los atemorizados, la denuncia de los amenazados. Las víctimas irrumpieron en el espacio público nacional”.

Además, sus integrantes rompieron el monopolio de la esfera pública dominada por gobierno y partidos, visibilizaron la negligencia del gobierno, hicieron vigente una nueva ética pública, empezaron a cambiar los lenguajes, derrumbaron el mito gubernamental de que “se están matando entre ellos”.

Para José Gil Olmos las caravanas del Norte y del Sur tuvieron cada una su sello y sus logros. La primera visibilizó a “los miles de desaparecidos y muertos de la guerra contra el narcotráfico, dictada por Felipe Calderón en el 2006; la segunda, mostró la deuda histórica de la pobreza, la marginación y el olvido de los pueblos indígenas y campesinos, así como la represión militar y policiaca para los inconformes que optaron por la guerrilla o la simple rebeldía”.

La caravana a Estados Unidos, en la pluma de Ted Lewis, ha tenido un impacto duradero, porque ha proporcionado “un nuevo modelo para generar una vigorosa colaboración entre organizaciones que representan a distintas comunidades y distritos electorales”. Reconoce la huella que ha dejado en los corazones y confía en que “la justicia prevalecerá y nosotros lograremos la victoria”.

María Hope dice que este movimiento “nos ha devuelto la dignidad. Los logros más profundos y duraderos no están atados al poder; están aquí, en el corazón de cada uno de nosotros, en el gran corazón de esta nación que se niega a olvidar”.

En palabras de Eduardo Vázquez Martín: “Gracias a ellos el concepto mismo de víctima ha dejado de ser sinónimo de debilidad, mansedumbre, vulnerabilidad o desamparo, para ser el término mediante el cual nos referimos a quienes, a pesar de las pérdidas y el dolor que cargan, busca generosamente la paz para todos”.

Anne-Marie Mergier cuenta una anécdota de cuando entrevistó a Sicilia en la comunidad francesa del Arca, durante su retiro luego de las caravanas. Probablemente es el ejemplo perfecto del significado de este movimiento, que aquí resumo en unos renglones. Sicilia le contó a Anne-Marie el drama de Araceli: mataron a su hijo policía, los criminales le explicaron cómo disolvieron el cadáver en ácido y le dijeron dónde habían tirado los restos. Cuando llegó al movimiento, estaba hecha pedazos. Ella fue en busca de un pedacito de su hijo. Sólo vio un campo de aguacates. “El único consuelo que me quedó fue tomar un aguacate y comerlo. Supe que mientras lo comía comulgaba con mi hijo”, cuenta Sicilia que ella dijo esto con una sencillez que aún lo trastorna, “una poesía que es fuerza de vida”. Ahí radica la fuerza de este movimiento: “Permitió que volviera a florecer la humanidad de las víctimas. Esa humanidad que la violencia, el desprecio, el cinismo y la indiferencia amenazaban con aniquilar”.

Un nuevo ser

Desde muchas dimensiones, el MPJD ha promulgado la creación de un nuevo ser: la víctima como sujeto social, con su necesidad de ser nombrado, con su espacio jurídico y su legitimidad, con su lenguaje y su significado.

Un nuevo ser en toda la palabra. Raúl Romero narra los encuentros y desencuentros de este movimiento en construcción, y Miguel Álvarez Gándara, entrevistado por Roberto Villanueva, resume los retos a los que se enfrentó en esta tarea. El primero, hace una crónica muy precisa del inicio de los movimientos, organizaciones y colectivos que nacieron contra la violencia que se recrudeció con la guerra desatada desde 2006 por el entonces presidente Felipe Calderón, especialmente en Ciudad Juárez, la Coordinadora Metropolitana contra la Militarización y la Violencia (COMECOM); a partir del asesinato del hijo de Javier Sicilia, en marzo de 2011, la COMECOM envía un enlace a Cuernavaca, donde ya se había conformado la Red por la Paz y la Justicia, que convoca a una caravana a la Ciudad de México, para una manifestación que llevaría por nombre Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad. Había surgido el gran movimiento, en el que habría, a lo largo de las caravanas y las diversas reuniones, desencuentros, discrepancias y rupturas.

El segundo, al plantear los retos que vivió el movimiento, encuentra que la lógica unitaria y la idea de un movimiento de movimientos “hubieran sido viables y posibles, pero tendríamos hoy un movimiento siempre tenso y disperso, entre fronteras distantes”. Entre las lecciones aprendidas está la de haberse desprendido de las organizaciones políticas y mantener su mística generosa y gratuita a partir de las víctimas.

Tere Carmona en entrevista con el semanario Proceso.
22/09/11
Foto: Germán Canseco
Escuchar, entender, transformar

No sólo hablar, alzar la voz, clamar. El movimiento ha tendido los puentes para quien tenga la voluntad de escuchar. Ha tendido brazos y ha respondido con besos y con mesas de diálogo. Pero se necesita tiempo, mucho, para revertir la sordera, eliminar el estereotipo, sacudirse prejuicios, soltar ideologías. Escuchar para entender y transformar el espíritu de una nación no es fácil. Por eso el MPJD es una apuesta de vida.

Cruzan en este libro voces de quienes han sido protagonistas de los puentes. Clara Jusidman, participante en los diálogos con el Ejecutivo federal en el Castillo de Chapultepec, en 2011, concluye en su relato que Calderón “nunca entendió que él estaba en la presidencia por la gran movilización ciudadana para abrir los espacios de gobierno a la diversidad y a la pluralidad política del país y que su primera obligación debió haber sido honrar la lucha por la democracia participativa, escuchando abriéndose al diálogo y a la participación ciudadana y permitiendo el escrutinio de la población sobre su gobierno. Su soberbia y su inseguridad no se lo permitieron”.

Laura Carlsen cuenta que el movimiento resultó toda una hazaña para muchas mujeres, “fue lo que me hizo romper el círculo de sentirme víctima, de querer que me abrazaran todo el tiempo –al saber que yo también tenía que abrazar–”. Dejó de sentirse “sola y paralizada por el dolor, por la sangre, por la frialdad del gobierno, por la indiferencia, por la simulación”.

Y al final, la voz de la tribu, la sección de poemas de hombres y mujeres que han aportado sus versos al movimiento. Y el epílogo de Juan Villoro que saluda la vida de los héroes cívicos del MPJD.

De nuevo

Queda de esta lectura, insisto, un aire de frescura que ilumina la sordidez de las noticias del día. Una puerta abierta a la esperanza para todos los que nos sentimos perdidos en este laberinto de violencia y desamor. Una mirada humana al rostro que tenemos delante. Y el calor de Javier Sicilia, el clamor de su silencio lleno de poesía, su abrazo al mundo, su beso de perdón al pecador. ❧

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Ethel Krauze
Ethel Krauze
Escritora mexicana y promotora de la escritura hecha por mujeres.
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