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Construir un mundo nuevo más allá del capitalismo y del patriarcado

IMG_5859_Fotografía de la Universidad Iberoamericana

Guillermo Palma
Rarámuri, Construcción de Mundos Alternativos Ronco Robles (COMUNARR)

Me ha enriquecido mucho el encuentro. Compartimos palabras, sonrisas, nuestros tejidos y, sobre todo, pensamiento. La palabra que tejimos en estos días se hace un pensamiento de todos, y eso es una riqueza enorme, la diversidad de pensamientos. Durante estos siglos, sobre todo el pasado, ha habido intentos de uniformarnos, de que haya una sola educación, una sola lengua, una sola manera de ver la economía y de entenderla. Estos encuentros nos ayudan a volver otra vez a pensar que todos somos diferentes, y que cada pueblo, cada familia, cada persona tiene diferente manera de estar en este espacio que nos ha reunido.

Parece necesario todo este esfuerzo para encontrarnos y escucharnos en el otro, vernos en el otro, pensarnos en el otro y compartir nuestras sabidurías y, principalmente, nuestras ignorancias. Si compartimos ignorancias, empezamos a construir saberes nuevos. Desde aquí, en estos espacios de pensamiento diverso, los caminos nos juntan en algún momento; estos caminos se intersectan. Si mi camino va hacia la vida, a la conservación del pensamiento de mi propia cultura, y ese camino es en espiral, y otras culturas van de manera lineal, en algún momento, en algún espacio, nos tenemos que encontrar. En estos espacios podemos encontrar distintos caminares en la vida.

Siempre ha habido encuentros como éstos. En toda la existencia del hombre, y del no-hombre también, de nuestros hermanos árboles, nuestros hermanos venados, aves; la naturaleza en sí… ha habido siempre encuentros. Pero creo que hace 100 o 200 años encuentros como éste no eran posibles. Que yo pudiera escuchar a personas de Palestina o del movimiento kurdo no hubiera sido posible. El encuentro era mucho más regional, mucho más intercomunitario. Había intercambio de productos y otras cosas en distintos lugares, no era posible ese encuentro, este tipo de encuentros con compañeros colombianos o yucatecos. Pero ahora existen, y agradezco a todos ustedes por compartirme su pensamiento, su palabra, porque eso nos enriquece a todos.

¿Cómo seguir construyendo, cómo seguir tejiendo? Esto de ahora es sólo un intento, una primera fase de algo mucho más grande. Si seguimos construyendo de esta manera, va a haber mucha más fuerza para este mundo que aparentemente está olvidado, para esta otra nueva manera de convivir con lo que el Creador nos dejó y la responsabilidad de cuidarlo.

También creo que es muy importante no desaparecer todo lo que Occidente brinda. Considero que tiene sus cosas bonitas, cosas importantes que nos ofrece. Hay que aprovechar lo que cada cultura da. No podemos decir que los pueblos indígenas son totalmente buenos, que no existe maldad en ellos. Claro que existe. Tenemos zonas oscuras, igual que en el mundo mestizo. Hay rasgos positivos en cada pueblo, que nos pueden enriquecer y hacernos más responsables uno del otro, más solidarios, y sobre todo aprender a aprender del otro, aprender a escuchar al otro y animarnos mutuamente.

Ánimo, la vida sigue, y por aquí nos seguimos viendo en este tiempo, en este espacio.

 

Fernando Soberanes
Integrante del Movimiento Magisterial y Pedagógico de Oaxaca

Después de estos días del encuentro siento que tengo muchas cosas que decir, pero la verdad es que no sabría por dónde empezar. Ante todo, quiero decirles que no voy a hablar de la extrema derecha ni de la extrema izquierda ni de la violencia del centro. Voy a hacerlo desde una postura mucho más importante que cada día toma más fuerza. Cada día hay más voces, más sesiones, más gente. Hablaré desde Tejiendo voces por la casa común, para construir un nuevo mundo más allá del capitalismo y del patriarcado.

En esta corriente, en estas voces, cada vez hay más gente trabajando todos los días. A veces conscientemente, otras sin mucha conciencia de ello; estamos, de alguna manera, trabajando y transformando este mundo. En esta idea, los pueblos originarios están tomando en todas partes un papel fundamental, importantísimo y están influenciando a los demás. Es el caso del Movimiento magisterial de Oaxaca, que tiene fuerte influencia indígena. Este movimiento se mantenido durante por 35 años, cuando otros también de naturaleza magisterial en algunos estados de la República no han podido subsistir durante mucho tiempo. En muchos estados sólo quedan pequeños grupos dentro de las secciones sindicales. Sin embargo, la reforma educativa está haciendo que emerjan movimientos en muchísimas partes.

Es la primera vez que vengo a la Ibero. No lo hacemos con frecuencia. Cuando veníamos a la Ciudad de México nada más llegábamos al Zócalo, pero el 13 de septiembre de 2013 nos desalojaron y nos mandaron al Monumento de la Revolución. Nos dijeron: “Éste es el gobierno del cambio, tienen que cambiarse de aquí del Zócalo. Tienen que irse a un lugar más restringido, porque también las reformas que tienen son todas restringidas, van a restringirles su perspectiva de vida, van a restringirles sus esperanzas”. Parece, sin embargo, que no ha sucedido. Al contrario, creo que esto ha permitido también que más gente nos sumemos, que la rabia que está despertando en mucha gente pueda hacer que nos integremos más voces a esta corriente que mencioné al principio.

La fuerza de los pueblos originarios es muy importante, pero también la cuestión de la educación. Nos oponemos a la reforma educativa no sólo porque arriesga el salario y el empleo de los maestros, o porque privatiza la educación. Nos oponemos también porque arriesga la orientación de la educación. Las reformas se alejan cada vez más de los intereses de la población. Para contrarrestar esto, desde antes de las reformas y gracias al movimiento magisterial, en el país han surgido propuestas de educación alternativa que ponen en entredicho a todo el sistema educativo. Por ejemplo, nuestras secundarias comunitarias en Oaxaca son una fuerte crítica al sistema educativo. Se basan en proyectos que conciben y realizan niñas y niños de acuerdo con los maestros y la comunidad. No tienen clases formales ni horarios. Hay, sobre todo, mucha investigación en la comunidad. En el primer año se trabaja con proyectos de aprendizaje; en el segundo y tercero, con proyectos de investigación; proyectos de aprendizaje en los que se reúne mucho del conocimiento de la comunidad. En el tercer año se intenta, junto con la comunidad y a partir de sus experiencias, generar nuevos conocimientos. Éste es uno de los proyectos más avanzados, pero no es el único que estamos defendiendo.

Nos oponemos abiertamente a la demagogia que se hace con la educación bilingüe intercultural. No la vemos por ningún lado. Y cuando hay educación bilingüe, son compañeros que han desobedecido las normas, que se han salido de la formación que recibieron, y consiguen lo que necesitan por otro lado. La educación, aunque sea bilingüe, está colonizada. A veces se promueve la colonización de manera monolingüe, otras de manera bilingüe.

En el fondo, nuestra lucha es por descolonizar la educación. En eso estamos. A partir del 29 de octubre, tenemos en Oaxaca cuatro presos políticos y 30 órdenes de aprehensión, más otro tanto en Michoacán y Guerrero.

No se trata sólo del movimiento magisterial. Los maestros hemos empezado a tomar, no en nuestras manos, sino junto con la población, el destino de la educación.

 

Claudia von Werlhof
Universidad de Innsbruck

Tengo sólo unos minutos para tratar de convencerlos de un concepto nuevo, útil para entender nuestro tiempo tan peligroso y sus luchas desde sus raíces.

No hay tiempo ya para hacer muchos chistes y equivocarse. La tormenta de la que nos hablan los zapatistas se nos acerca cada vez más rápido.

Necesitamos acabar con las confusiones.

El sistema mundial que nos amenaza a todos se basa esencialmente en un fenómeno muy raro que noté hace poco: el odio a la vida. Se ha vuelto sistema, sociedad y civilización global. El odio a la vida está encarnado en todas las instituciones de la civilización moderna: en la economía, en la política, en las ciencias, en las relaciones sexuales y especialmente en la tecnología moderna. No hay lugar en que no se encuentre el odio a la vida como idea y sentimiento básicos, como hecho concreto. El odio a la vida, entonces, no es un odio cualquiera o una emoción meramente personal-individual y dependiente de la situación o del momento. Es el odio a nada menos que a la vida propia, tomado como fundamento, motivo y criterio más esencial y general para la construcción de la civilización llamada patriarcal desde hace cerca de 5 000 mil años.

El patriarcado, como concepto, parece que está resurgiendo hoy. En los últimos 30 años resultaba casi imposible hablar de él porque era un concepto del feminismo radical que se quería destruir al llegar el neoliberalismo. Los estudios de género ya no hablaban del patriarcado y se unían a las reivindicaciones por mayor iguladad dentro del sistema actual, lo que significa querer integrarse mejor a él y subir al poder –como lo planteó la izquierda desde hace tiempo–.

Hoy se trata de salirse del sistema del odio a la vida en vez de hacerse voluntariamente cómplice de sus masacres.

El sistema patriarcal no es un sistema de la muerte, como se decía antes, sino de la matanza, de la muerte artificial: el ecocidio, el matricidio, el homicidio y, finalmente, el omnicidio, la matanza de todo, que ya se ve en el horizonte con la llamada geoingenería que ha empezado a acabar con el planeta, con nuestra madre Tierra, y con su orden vivo, transformándolo en arma de guerra. Se aplican nuevas tecnologías de destrucción masiva para tomar control del planeta entero y utilizar sus fuerzas para la guerra meteorológica y la de las llamadas armas de plasma, entre otras. Esta geoingenería militar, producto de 70 años de experimentación al aire libre, está apareciendo hoy en el disfraz de una geoingenería civil que supuestamente nos va a proteger del cambio climático y del calentamaiento global, producidos por esta experimentación, más que por la emisión de los gases del efecto invernadero, como se nos quiere hacer creer para ocultar el crimen de los militares. Me complace anunciar que en unos meses aparecerá en México, en español, publicado por la editorial La casa del mago, de Guadalajara, el libro de la doctora Rosalie Bertell Planeta Tierra. La nueva guerra, en el que se expone todo esto con claridad y precisión científica.

Sabíamos que los militares no son una institución del amor a la vida, pero no que el conjunto de las instituciones civiles está contaminado con el mismo odio a la vida, perverso, ilógico y contra-productivo –como lo diría Iván Illich–.

¿Cómo se puede odiar a la vida, que es la nuestra también? ¿Odiarse a sí mismo? ¿Por qué?

Este secreto inefable tenía que ser revelado. El odio a la vida no se confiesa ni se promueve o propaga como tal. No se menciona en ninguna parte. Casi nadie quisiera participar en un proyecto de odio a la vida. El amor por la vida es algo nuestro todavía, que proviene de la civilización no patriarcal, de la llamada matriarcal. ¡Ésa es la civilización del amor por la vida! Es la civilización de la cooperación con ella, de festejarla y del buen vivir en comunidad, sin Estado, ni jerarquía, ni policías ni bancos.

Para que no se vean los crímenes espantosos que todos los patriarcados han cometido contra la vida, los niños, las mujeres, la gente, la tierra, los animales y las plantas, se esconde este motivo oscuro del odio a la vida, que es la racionalidad de la violencia contra la vida, aplicada para evitar la rebeldía y el alzamiento de parte de la gente que ya no creería en este proyecto, sino que lo consideraría un insulto.

Se nos dice que la violencia es necesaria para el desarrollo y el progreso de la vida. Muchas veces esta violencia sólo es entendida y percibida por una parte de los afectados. ¡El consuelo consiste en la promesa de una vida mejor después de haber sacrificado esta vida!

¿Por qué no se habrá entendido esta contradicción insoportable de que debe sacrificarse la vida para tener una mejor? Se debe al proyecto utópico del patriarcado desde hace miles de años, que se explica en los textos antiguos, en especial los de la alquimia antigua, la de los patriarcados tempranos. Se trata del proyecto de invertir el orden natural como tal, para implementar un orden opuesto anatural y antinatural.

Esta idea se forma muy temprano en la historia y tiene origen en las guerras de conquista contra las civilizaciones matriarcales en todo el mundo. Al establecer el control sobre los sometidos se tenía que inventar un sistema –el Estado– que organizara ese control. Y fue el control sobre la vida, la de los sometidos, la naturaleza y la cultura matriarcales.

Para evitar el levantamiento y el fin de la dominación patriarcal se desarrollaba este sistema del odio a la vida, que culminó con el proyecto de querer sustituir el orden natural por uno opuesto, artificial, a fin de quitarse de encima el problema con la vida de una vez por todas. En el orden nuevo se creía que ya no se dependía de la naturaleza, de las mujeres, de las madres y de la tierra. Se inventó un sistema de “creación” masculina patriarcal –más allá de los ciclos, vínculos y movimientos de la naturaleza–. Se pasa de la diosa a un dios creador y hasta a la vida artificial de hoy, pos y transhumana, cíborg, robot o hecha en úteros artificiales, alambiques, retortas, industrias reproductivas globalizadas y todo lo relacionado que podemos ver hoy en día todo el mundo.

Este proyecto de sustituir a la vida por una no-vida sólo se llevó a la práctica en la civilización moderna patriarcal-capitalista y su tecnología de la máquina. Fracasaron todos los intentos anteriores de producir la vida supuestamente mejor, más alta y más divina. Pero la tecnología moderna llevó el proyecto patriarcal a su realización monstruosa y por eso al patriarcado moderno lo llamo El Monstruo.

El Monstruo consiste no solamente en explotar, extraer y apropiar, sino también especialmente en transformar lo apropriado en su opuesto, que hoy se llama capital: mercancía, dinero, máquina y mando desde arriba, según Marx.

En este sistema no puede haber ninguna democracia verdadera. Es un régimen totalitario que no escucha a los afectados, que no se deja frenar y que ha adoptado una velocidad y eficiencia siempre más dinámicas para acabar con la vida en el planeta, haciéndolo un negocio y acumulando poder…

Se trata de que todo sea hecho por los llamados “padres”, que cada origen sea patriarcal y ya no de una madre, de la madre Tierra, de naturaleza maternal.

De este modo, se ve que el patriarcado es una nueva “formación tecnológica” que consiste en transformar todo lo que existe de manera violenta, y continuará con esto hasta cuando ya no exista nada.

El capitalismo es la manera moderna de llevar a cabo este proyecto utópico de transformación. Cuando se termine, con la llegada del patriarcado “puro”, ya sin restos matriarcales, estaremos todos muertos.

Espero que los hombres que han tenido un problema con el término “patriarcado” puedan ver ahora que éste tiene relación negativa con ellos también, y decidan pasarse al otro lado, al de la naturaleza y de las mujeres, pues las mujeres todavía están cerca de la vida que surge de ellas, y por esto aún están cerca de la verdad de la vida.

Cuando las mujeres se levantan, lo hacen por la vida, siempre y desde hace mucho tiempo. Por esto las mujeres empiezan nuevamente a levantarse masivamente en todo el mundo, en contra de la violencia y en pro de la vida. Muestran el camino para salir del patriarcado y su odio a la vida. Hay que seguirlas, hay que abrazarlas, hay que amarlas. No son ellas la amenaza. Es El Monstruo, la hidra patriarcal, que es la combinación de todo a la vez: el capitalismo, el neoliberalismo, el colonialismo, la globalización y el militarismo.

El patriarcado es un proyecto histórico que está llegando a su culminación con el capitalismo. Por su odio a la vida tiene necesariamente que colapsar, porque destruye a la vida de manera continua sin que pueda realmente reemplazarla. Del capital no se regresa a la vida. La “patriarcalización“ es irreversible. Se trata de una religión. Y los patriarcas no pueden dejar de creer en ella, porque de otro modo tendrían que regresar al matriarcado…

¡Sería una gran idea para todos los demás! ¡Qué alegría! Se saldría del fraude patriarcal tan espantoso, que consiste en hacernos creer que no se necesita la vida, y se llegaría a la dignidad humana otra vez, rechazando rotundamente al sistema patriarcal. ¡Y no van a mantener el sistema sin nuestra participación y cooperación!

¡Madre Tierra o muerte! Es el tema de hoy.

De la casa común a la causa común, que significa liberarnos del odio absurdo a la vida como enfermedad colectiva y como subconciencia colectiva.

¡La vida no se mata, se ama y se combate por ella!

 

Gustavo Esteva
Universidad de la Tierra en Oaxaca

Nuestro encuentro llega a su fin.

Hace poco más de un año fue el sueño de unos cuantos amigos, de unos poquitos colectivos que empezamos a soñar juntos cómo podíamos ponernos en camino ante el horror que todos padecemos. Discutimos, hablamos de distintas opciones, de varias posibilidades, y cuando empezamos a soltar la idea vimos que empezaba a crecer como una bola de nieve. Se producía una especie curiosa de contagio. Sin darnos cuenta, pasamos de la promoción, que nunca realmente hicimos, a la conmoción. La promoción es esta idea de promover, mover en pro de algo. Promover al otro implica una de dos cosas: suponer que el otro no se está moviendo, lo cual es siempre falso porque la gente no deja de moverse; o algo peor, está moviéndose pero en el sentido equivocado, y que uno sí sabe hacia dónde debe moverse, y por eso hay que promover el camino adecuado. Conmoverse es diferente. Conmover es una palabra muy fuerte en español, que implica, entre otras cosas, que se mueve todo, no solamente la cabeza, sino también el estómago, el corazón, todo lo demás. Y conmover implica moverse con el otro, con la otra. No tratas de llevar a nadie a ninguna parte, sino de moverse con el otro, con la otra, como cuando bailamos, para encontrar juntos qué hacer. Y así fue haciéndose esta bola de nieve.

En el camino, cuando surgieron diálogos, cuando se empezaron a dar, nos llenó de alegría y esperanza la alegría y esperanza que se producía en esos diálogos. Veíamos que grupos, que a lo mejor estaban en el mismo camino, que a lo mejor estaban viviendo en la misma ciudad, que a lo mejor sabían uno del otro pero que nunca habían estado juntos, no se habían puesto a platicar entre sí, atendían el llamado y se encontraban, se peleaban, discutían, llegaban a algunos acuerdos y salían llenos de alegría y esperanza.

Eso nos produjo nueva alegría y esperanza para hacer lo que estábamos intentando. Nos hizo ver que una parte terrible de lo que nos han hecho es esta fragmentación: que nos dividen en clases, en grupos, en muy distintos tipos de divisiones, y finalmente en la fragmentación extrema en que estamos viviendo, en una sociedad que alimenta constantemente el individualismo. La fragmentación de todos los individuos que estamos cada quien tratando de hacer su vida y de sobrevivir en esta situación extrema. Desde esa fragmentación empezamos a ver cómo los diálogos, las diferentes maneras de encontrarse que presenciamos en este año, empezaban a dar un resultado muy interesante, claro, concreto, un resultado que se puede tocar, oler, sentir, y empezar a ver de qué se trata.

De ese modo se empezó a fraguar el encuentro, que para quienes estábamos envueltos en esta iniciativa era una especie de plataforma de lanzamiento, nuestra presentación en sociedad. Aquí estamos, esto somos. Somos los que estamos tratando de hacer esto, de tejernos con otros y otras para ver cómo podemos, juntos, definir nuestro caminar, detener el horror y construir un mundo nuevo.

Así llegamos a este encuentro, que resultó muy complicado. Algunos consideran que fue un disparate hacerlo en cinco sedes y que enfrentó una serie de complicaciones muy grandes, algunas enteramente inesperadas y circunstanciales. Pero eran dificultades inherentes a lo que intentábamos. No existió una decisión suprema. No hubo alguien que dijera de pronto: “Vamos a hacer el coloquio de esta o aquella manera”. Fue saliendo con su propia dinámica interna, con las distintas fuerzas y concepciones. La bola de nieve creció por sí misma. Alguien levantó la mano en alguna parte, en Guadalajara, por ejemplo, y dijo: “Yo quiero tomar parte”, y empezaron a pasar cosas en Guadalajara, y así comenzaron a tejerse con nosotros. Ése es el estilo de esta situación. Empezaron a tejerse esas posibilidades del encuentro, que fue efectivamente muy complejo, pero que resultó claramente una oportunidad de escuchar a una inmensa variedad de voces.

En esta fase final del encuentro, aquí en la Ciudad de México, repetimos algo que se dio en cada una de las sedes y se manifestó todo el tiempo. Son las organizaciones las que hablan primero. Hablan ante todo quienes llamamos la gente común, una voz, una palabra, una expresión, que crea muchas confusiones. No, no es gente común ésta que tengo a mi derecha; al contrario, es muy poco común, no encontramos todos los días a alguien como él, con su talento y capacidad de lucha. ¿A quiénes vamos a llamar gente común? ¿Es sólo gente común la que está lejos, la que tiene “la legitimidad”, que porta la etiqueta “yo soy pueblo indígena”, y como ahora los pueblos indígenas tienen prioridad…? ¿Cómo vamos a definir a esa gente común?

Estamos creando, y esto tiene mucho sentido, un fondo histórico y una experiencia concreta, que es el momento de escuchar a los pueblos, de escuchar a hombres y mujeres ordinarios que están teniendo un comportamiento extraordinario y que son siempre los que producen los grandes cambios, los cambios profundos de una sociedad. Cuando un mundo se derrumba y empieza a nacer otro, no lo hacen los grandes líderes, no es la toma de la Bastilla o del Palacio de Invierno, lo llevan a cabo la gente común y ordinaria, las personas que están haciendo su vida de todos los días y que, de pronto, por razones de estricta supervivencia o en nombre de antiguos ideales empiezan a hacer algo radicalmente distinto a lo que hacían, algo que representa una transgresión cultural y ya no pertenece al mundo que se derrumba.

Los primeros burgueses y proletarios murieron sin saber que lo eran. Ya habían creado las relaciones sociales de producción que definen el modo capitalista. Eran empresarios capitalistas o trabajadores al servicio del dinero, proletarios. Pero sus cabezas seguían hundidas en el mundo feudal, en la monarquía. Esta analogía es solamente para subrayar que hoy no podemos darnos ese lujo, no es posible ignorar el mundo nuevo que está naciendo aquí abajo, ante nuestras narices, ante nuestras miradas ciegas, que siguen atrapadas en el mundo que se va, en las viejas categorías, en un conjunto de instituciones que han adoptado comportamiento de zombis: están muertos, pero no se han dado cuenta. Un conjunto de instituciones, categorías, palabras, formas de existencia, han dejado de tener vida, no pueden ya reproducirse, pero aunque se estén cayendo a pedazos siguen pesando sobre nosotros y no nos dejan ver lo nuevo, lo que está naciendo.

Esta iniciativa y este encuentro, tienen un propósito inmediato muy claro: ¿cómo podemos despertarnos juntos de la pesadilla? Se trata de despertar juntos, sufrir juntos, sentir juntos el dolor. Lo hemos padecido estos días con el dolor que nos puso sobre la mesa Javier Sicilia, el dolor de las víctimas. De alguna manera, sabemos que todas y todos somos víctimas. Nos hemos encontrado para compartir este dolor, pero también la posibilidad de una nueva mirada.

En mayo, los compañeros zapatistas convocaron a un gran encuentro, a un semillero. Esta semana hemos estado escuchando buena parte de lo que se discutió en ese semillero, que lo fue realmente: se dispersaron las semillas y se han estado sembrando en muchas partes. Algo de lo que nos dijeron fue que tenían una práctica distinta y una capacidad de producción social diferente, que tenían una práctica que en sí misma era teoría, pero que les hacían falta conceptos. Nos compartieron su metáfora del vigía en medio de la tormenta: alguien con pensamiento crítico que esté analizando lo que pasa y advirtiéndonos de lo que viene. Hace falta alimentar esa mirada. Necesitamos nuevas palabras, nuevos conceptos. Los viejos ya no sirven, no nos permiten entender lo que pasa ni mucho menos construir el mundo nuevo.

En esta iniciativa sentimos una clara urgencia de invitarnos a pensar, a reflexionar, a estar juntos, a intercambiar ideas, experiencias y luchas, para que en este intercambio podamos ir tejiendo nuevas ideas, nuevos conceptos, nuevas palabras que nos permitan iluminar nuestro caminar, luchando.

Las palabras son puertas de la percepción. Según las que usamos, así experimentamos el mundo. Estamos invadidos por palabras amibas, y han ido perdiendo sentido muchas de nuestras viejas y buenas palabras. Una tarea central, que planteamos con urgencia, es cómo le damos nuevo sentido a viejas palabras, o inventamos nuevas que nos permitan ver el nuevo lugar, la nueva época en la que estamos.

Esta iniciativa tiene ante todo esa tarea. Ha sido creada hoy, se instituye a diario, una red que no llamamos red, sino tejido, en congruencia con nuestro nombre, un tejido de un grupo de 42 personas que nos podemos sentar juntos para pensar, desde diferentes partes de México, desde varias partes del mundo, para previsualizar juntos ese nuevo camino, esas palabras, esas posibilidades. Es una red inicial que se ampliará rápidamente.

Este mismo día nace una intención. Los compañeros de colectivos, pueblos, comunidades y movimientos que participaron nos dijeron que les había dado gusto encontrarse con otros y otras como ellos, y querían seguirse encontrando, y acordar nuevos encuentros en el curso del año próximo.

Éstas son las dos iniciativas que salen del encuentro y que, a partir, de hoy vamos a estar tratando de tejer. Pueden verse de inmediato cuáles son las dificultades que tenemos, y se observan en esta mesa. ¿Cómo hacemos un tejido que tenga sentido? Tenemos ese análisis feroz y contundente de Claudia, que nos pone frente a la catástrofe, con algunos tintes apocalípticos, pero que no nos deja en el fin del mundo, sino que nos regala también un aliento de esperanza. ¿Qué hacemos? ¿Cómo podemos tejer esa voz, ese discurso construido en la sociedad cosmopolita occidental, con la voz de Memo, la voz de un buen rarámuri que viene de allá, desde el norte del país, de esa sociedad peculiarmente dispersa de ser, que en un sentido preciso es lo opuesto a este lugar en que estamos, en este monstruo de 25 millones de habitantes que tienen una noción completamente diferente de la vida? ¿Cómo tejemos la voz de Claudia con la de Memo, y con este esfuerzo que están haciendo desde la propia base social los pueblos indios y los maestros de Oaxaca? Hubo muchas voces, algunas que no están pensando lo mismo, que no están yendo en la misma dirección, que quizá comparten la misma angustia, la percepción del horror, pero que no tienen nada en común. Al parecer.

En esta iniciativa no estamos buscando crear un partido ni un grupo dirigente. No estamos tratando de crear una nueva corriente política. Sólo tejer nuestras distintas voces para caminar juntos. No hay un aparato, no habrá una oficina, no vamos a tener una dirección específica en la cual alguien pueda decir “tú puedes entrar a nuestra iniciativa y tú no; tú puedes inscribirte, registrarte o cualquier cosa”. La decisión de participar en la iniciativa es de quien participa, de nadie más. Para concertarnos vamos a utilizar algunos medios electrónicos modernos cuya administración se está descentralizando todos los días. Por lo pronto, iremos encontrando ahí quienes deciden participar. Y así iremos tejiendo juntos el camino para enfrentar el horror y para construir el mundo nuevo.

Quiero subrayar que sólo estamos empezando. De alguna manera, hoy es el día oficial en que lanzamos la iniciativa, pero llevamos un año tejiendo algunas vocecitas aquí y allá. En este momento nos sentimos suficientemente fuertes como para lanzarnos a la aventura, la que hoy arranca de manera oficial.

No puedo concluir esta intervención sin expresar mi más sincera gratitud y nuestro profundo agradecimiento a las universidades que nos cobijaron, en particular a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, a la Universidad Iberoamericana y a la Universidad de la Tierra. Me resulta imposible mencionar a todas las personas que pasaron sin dormir muchas noches, que realizaron una inmensa cantidad de esfuerzos, que gastaron muchísimas energías, que pusieron una inmensa pasión y compromiso en que esto pudiera tener lugar; es una lista muy grande y seguramente quedaría incompleta. Les agradecemos a todas ellas, a todos ellos, el esfuerzo que hicieron, y a todos ustedes su presencia al estarnos acompañando en esta sesión de clausura, aquí o a distancia. Muchas gracias. ❧

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