Traducción de Francisco Rebolledo
La construcción de una casa con muros transparentes y bases de metal al oeste de Chicago, a cargo del prestigiado arquitecto Mies van der Rohe, significó para muchos estudiosos un fenómeno conceptual que cuestionaba la capacidad del ser humano de habitar un sitio en que se irrumpe todo espacio considerado íntimo.
Una y otra vez a los teóricos de la arquitectura les gusta citar la parábola de Adolf Loos acerca del “pobre hombre rico”. Pero, ¿realmente comprenden la moraleja?
Cuenta esa historia que un nuevo rico quería celebrar su cambio de estatus pidiéndole al mejor arquitecto del pueblo que le construyera una casa nueva. Trabajaron muy duro, y un par de meses después, se mudó a su nueva residencia. El arquitecto había pensado en todo, por ejemplo, el papel tapiz de las paredes armonizaba con los camisones que se supone debían vestir en esa parte de la casa.
El hombre rico estaba realmente contento, y, como el emperador Nerón en su casa dorada, podría haber exclamado: “Por fin, ahora sí me siento completamente humano”. Las revistas de arquitectura publicitaron ampliamente la mansión y describieron a su propietario como un hombre que había hecho de su vida una obra de arte. De hecho, no había un solo acto de su existencia que no fuera una obra de arte.
La euforia duró hasta el día de su cumpleaños. En aquella ocasión, la casa fue invadida por sus nuevos aduladores que llenaron la sala de estar con regalos, todos ellos destinados a contribuir al arte de vivir de ese hombre. Cuando lo dejaron solo, pasada la media noche, el hombre rico inspeccionó los regalos y trató de averiguar en qué forma encajaba cada uno de ellos en su obra de arte.
De repente, el arquitecto salió por detrás de una cortina y ordenó: “Quiten inmediatamente esa basura. Me contrataron porque soy un artista renombrado y querían que les proveyera de una vida perfecta. Esta casa, con sus interiores, es mi obra maestra y no voy a permitir que la profanen. Por otra parte, vean sus pies: esas zapatillas rosas pertenecen a la recámara, no a la sala”. El hombre rico enseguida se dio cuenta de que, a lo que su arquitecto llamaba una vida perfecta, era una vida a la cual él no tenía nada que aportar. “Soy perfecto, estoy acabado”, se lamentó 1 Alice T. Friedman, “Diferencias domésticas: Edith Farnsworth, Mies van der Rohe y el cuerpo de género”, en Christopher Reed, Not at Home. La supresión de la domesticidad en el arte y la arquitectura modernos, Londres: Thames y Hudson, 1996, pp. 179-192. Cuando escribió esa broma en 1908, Loos quiso ridiculizar las pretensiones de los arquitectos que se consideraban a sí mismos como “artistas generales de la vida” (“Gesamtkünstler”) mientras que dejaban a sus clientes casi sin decisiones vitales sobre su propio espacio vital..
Aun así, pese a esas advertencias tempranas, la mayoría de los arquitectos modernos actúan como dios con sus clientes. Véase por ejemplo lo que lo ocurrió a la pobre de la señora Edith Farnsworth, una de los primeras clientas estadunidenses de Mies van der Rohe. De mediana edad, soltera y socialmente exitosa (era nefróloga en el hospital de Chicago), la doctora Farnsworth conoció a su futuro arquitecto en una fiesta en 1945. Cuando ella le externó su deseo de construir un refugio para escapar de la soledad de los fines de semana en la ciudad, Mies inmediatamente se ofreció a diseñarlo. Él no cobraría ninguna tarifa de arquitecto. La señora Farnsworth había comprado un terreno en un lugar llamado Plano, a 60 millas al oeste de Chicago, cerca del río Fox. Una visita al lugar con su arquitecto los puso eufóricos.
Ella (en sus Memorias): “…el efecto fue tremendo, como una tormenta, una inundación, algún otro acto de Dios”.
Él: “Creo que aquí donde todo es tan hermoso, y la privacidad no es un problema, sería una lástima erigir una pared opaca entre el exterior y el interior. Creo que deberíamos construir la casa de acero y vidrio; de esa manera, dejaremos entrar al exterior”.
Pronto se hizo un proyecto. Se exhibió en una exposición de la obra de Mies en el Museo de Arte Moderno, organizada por Philip Johnson en 1947. Edith Farnsworth se sintió orgullosa del proyecto y del papel que desempeñó. A partir de ese momento y durante los tres años siguientes, se sintió más una mecenas que una clienta.
La construcción comenzó en el verano de 1949 y duró aproximadamente un año y medio. Cuando Farnsworth finalmente se mudó, en diciembre de 1950, nada funcionó realmente: el techo goteaba, la calefacción apestaba y los costos de construcción ascendieron al doble de las estimaciones originales. La clienta volvió a ser una clienta ordinaria y se quejó amargamente. El arquitecto respondió reclamando los honorarios adeudados por los servicios de otros arquitectos y supervisores, que ascendieron al 20% en el caso de los primeros y al 15% de los costos reales de construcción. Las contrademandas siguieron a las reclamaciones hasta que el asunto finalmente se resolvió en 1956. Mientras tanto, Farnsworth intentó construir un hogar en la casa de cristal que uno de los arquitectos modernos más importantes del mundo había construido para ella.
Ella confesó a un periodista:
La verdad es que en esta casa con sus cuatro paredes de vidrio me siento como un animal merodeando, siempre en alerta. Continuamente estoy inquieta, incluso por la noche. Me siento como un centinela en guardia día y noche. Raramente puedo estirarme y relajarme… ¿Qué más? No guardo el bote de basura debajo de mi fregadero. ¿Sabes por qué? Porque se puede ver toda la “cocina” desde la carretera; el bote de basura estropearía la apariencia de toda la casa, así que lo tengo que esconder en un armario lejos del fregadero. Mies habla de “espacio libre”, pero en realidad es un espacio fijo. No puedo poner una percha de tela en mi casa sin considerar cómo afecta todo desde el exterior. Cualquier disposición de muebles se convierte en un problema importante, porque la casa es transparente, como una radiografía2Citado en Alice T. Friedman, op. cit., p. 188..
La Casa de Farnsworth se convertiría en un acontecimiento célebre con significados que iban mucho más allá del diseño arquitectónico3Op. cit., p. 181. Las revistas especializadas, como House Beautiful, Architectural Forum, House y Garden, publicaron sucesivamente el caso hasta que se convirtió en objeto de un debate nacional sobre “Good and Bad Modern Houses”. Si bien esta publicidad contribuyó a la fama del arquitecto (pudo discutir sus ideas con críticos arquitectónicos famosos), no fue benéfica para su cliente. Una vez que el caso fue llevado a la atención del público, multitudes de personas viajaron los fines de semana para ver la casa “con reputación de ser la única de su tipo”, pero en realidad era “una estructura de una habitación y una planta con techo plano y paredes exteriores de vidrio y acero”4Op. cit., p. 187..
En sus memorias, Farnsworth escribió que encontró “difícil soportar la insolencia y la grosería de quienes invadieron la soledad de mi remanso y de mi hogar… las flores traídas para sanar las cicatrices del edificio fueron aplastadas en esas cabinas con las narices presionadas contra el vidrio”5Op. cit., p. 187..
A pesar de todo, Edith Farnsworth logró permanecer casi veinte años en la casa de cristal, tratando de convertirla en un hogar. Pero finalmente se dio por vencida: a principios de la década de 1970, vendió la casa y se mudó a Italia. Durante mucho tiempo había sido objeto de la curiosidad de otras personas; estuvo muy inconforme toda esa época. Ahora, no quería nada más que volverse invisible: “Preferí mudarme, como lo hacen las mujeres en el Casco Antiguo de Trípoli, en una de esas confortables casas sin blanquear, hechas de manera que sólo les queda un agujero para poder asomarse”. Lo mejor de todo, dijo, es que el mundo exterior ni siquiera sabría dónde estaba el agujero6Op. cit., p. 192..
La primavera pasada visité el Museo de Arte Moderno de Mies van der Rohe en el Kulturzentrum de Berlín. Pocas obras de arquitectura me afectan tan poderosamente. El paseo arquitectónico a través del museo te deja con la sensación de que cada espacio particular se abre a un misterioso más allá, que estás en tránsito a un lugar donde los dioses juegan con números y proporciones (y, como dijo Mies, donde residen detalles bellamente diseñados). La simplicidad cisterciense de las formas, la ingeniosa claridad de la composición, la naturalidad de la luz, la presencia del jardín “en el interior” antes de que sea físicamente accesible, todo contribuye a una sensación de gran complejidad, una palabra que aquí casi significa lo contrario que complicación. Una espléndida “leçon d’architecture”.
En este lugar la arquitectura es tan interesante que casi te olvidas de ver las pinturas en las paredes. En cuanto a las esculturas, parecen engendrar su propio “Eigenspace” y modificar las “métricas” de la percepción del espacio. Cada vez que visito una obra de Mies van der Rohe, descubro nuevos aspectos de ella, me entusiasma la manifestación de intenciones siempre nuevas. Sus espacios son literalmente extraordinarios. Son para momentos muy especiales. Te sacan de ti. Ahora bien, ¿me gustaría pasar mi vida ordinaria (con su aparente desorden, su necesidad de cambiar los arreglos) en ellos? No. Sin embargo, Mies encontró clientes que apreciaban justamente eso: estar fuera de sí mismos, alejados de las circunstancias normales, “desfamiliarizados”. Así lo confirmó Grete Tugenhat, una de las primeras clientas europeas de Mies, sobre el efecto que su casa había tenido en sus habitantes: “Una persona parece, tanto para sí misma como para los demás, estar más claramente separada de su entorno”. En cuanto a la señora Farnsworth (obviamente no era esa persona), experimentó que esto se desataba como una represión de ella como una mujer7Op. cit., p. 190.. Su casa no era un verdadero hogar para ella.
Cuáles son las lecciones de “leçons d’architecture” de Mies van der Rohe? Déjenme intentar sugerir esto: un hogar es lo que haces de la casa que se ha hecho para ti. Una casa es “hogareña” cuando te permite tocarla. Una casa de perfección intocable es difícil de encontrar.
¿Cómo entienden los teóricos de la arquitectura contemporánea esta lección de una lección? ❧
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