Si hace décadas el imaginario acerca del porvenir estaba colmado de avances tecnológicos que parecían hacernos la vida más fácil –naves orbitando grandes urbes, robots haciendo labores domésticas, medios de intercomunicación eficaces; todo conviviendo en gran armonía con la sociedad–, hoy la apreciación del sino de la humanidad, al menos en la literatura y el cine, son las geografías distópicas: territorios desolados, secos, compuestos por vestigios metálicos que sobrevivieron a un colapso mundial que terminó con los recursos naturales; las condiciones son hostiles e irreversibles, no hay edificio que se salve del deterioro. ¿Qué cambió la visión sobre el futuro? ¿Cómo pasamos de un extremo a otro?

En pos de la modernidad, la idea del progreso trajo consigo un presente experimental que se devora a sí mismo y termina nutriéndose de necesidades artificiales. Las libertades de los individuos se ven cada vez más cuartadas, entre cámaras de seguridad, computadoras y celulares inteligentes, aplicaciones virtuales (App) que modifican la forma de relacionarse, que indican a quién conocer, qué comprar, qué comer, etcétera. En otras palabras, uno deja de tomar las decisiones a veces sin saberlo. El sistema tecnológico-industrial nos trajo hasta aquí. En México existe una tendencia por la modernización. Las acciones de los últimos gobiernos y, al parecer, también del actual, han dejado claro que existe un consenso favorable por el progreso, pero éste nunca se cuestiona. No es fortuita la proliferación de termoeléctricas, gasoductos, empresas mineras, mega proyectos de centros comerciales, explotación irracional de suelos, segundos pisos viales, trenes con fines turísticos…

En concreto, México parece estar destinado a convertirse en una sociedad industrial a costa de la destrucción de formas alternativas comunitarias, que ofrecen bocanadas de oxígeno en un marco de desigualdad y corrupción.

Para Iván Illich, esto que estamos viviendo es la era de los sistemas, una época en la que los artefactos no están al servicio de la persona, sino que son éstos los que dictan las órdenes, convirtiendo al ser humano en una extensión de sí, en un subsistema. Sobre este tópico, en Foro te ofrecemos un fragmento de las conversaciones que mantuvieron Illich y David Cayley durante varios años y que se publicó en un libro que es referencia obligada, En los ríos al norte del futuro, título sacado del poema de Paul Celan; en esta sintonía, Jean Robert nos ofrece un análisis de las eras históricas que Illich define para entender la transición de la herramienta al instrumento al sistema; como complemento, Juan Francisco García Reynoso entrevista a Jean Robert para conectar estas ideas con el contexto nacional; Ethel Krauze reflexiona acerca del progreso y el futuro propuesto por el escritor y filósofo Noah Harari en Homodeus, y finalmente, a una década de publicar Muerte al Leviatán, Roberto Ochoa hace una revisión crítica de su libro y ofrece claves para una relectura.

En Visiones conocerás las fotografías de Bela Limenes, quien ha desarrollado un ensayo visual sobre el cuerpo femenino y la memoria, a través de la exploración de espacios; por otro lado, encontrarás las pinturas de Leonel Maciel, una propuesta rica en colores y formas, en la que reinterpreta sus propias vivencias.

Esta vez celebramos la aparición de una nueva columna en la sección Voces de la comunidad: “Universidad y sociedad”, que en cada número se irá nutriendo de la palabra de diferentes integrantes de la comunidad UAEM.

Cabe mencionar que esta publicación es una especie de preámbulo a la edición 17, en la que partiremos de una lectura del zapatismo ante los escenarios que la idealización del progreso ha dejado: ¿quién fue Zapata?, ¿qué significa el zapatismo?, ¿cómo se entiende en la actualidad? ¿Hacia dónde nos lleva la ola del neoliberalismo?

En los ríos, al norte del futuro,

tiendo la red que tú

titubeante cargas

de escritura de piedras,

sombras¹]Traducción de José Ángel Valente. ❧

Al norte del futuro

Número 16

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