La investigación realizada por la familia de Oliver Wenceslao Rodríguez Hernández, quien fue secuestrado y luego asesinado en 2013, y cuyo cadáver fue colocado “por error” en una de las tres fosas clandestinas de Tetelcingo, Cuautla, por personal de la fiscalía de Morelos, a pesar de que estaba plenamente identificado por la familia, reveló uno de los escenarios más terribles y dolorosos de la barbarie que se vive en México1. Luego de momentos de tensión por exigir al Estado que se aclarara la procedencia y se llevara a cabo otra exhumación de más de cien cuerpos –de adultos y niños–...