Tanto en la pintura como en la poesía, Kenia Cano (Cuernavaca, 1972) nos lleva a sitios donde convergen la sombra y la luz. En este sendero de claroscuros, el lector se encuentra ante un doble fenómeno: el del poema escrito con la precisión de un trazo y la pintura plasmada con un lenguaje vivo. la respiración pausada que no tuvieron los antiguos habitantes, el temblor en las ventanas, el aire que se cuela por las rajaduras de los vidrios rotos. Y aunque el calor entra por mi oído derecho, no tiene sonido el sol. Escucho el interior de la...