La autonomía universitaria es un concepto que define lo universitario en América Latina o el “modelo de universidad latinoamericano”. En esta región del mundo este concepto es particularmente preocupante, esta condición resalta la necesidad que se tiene en la región por separar claramente las acciones que se generan desde el Estado, de aquellas generadas por la institución universitaria y sus intereses académicos; es decir separar lo educativo del aparato del Estado.
Sin embargo, la autonomía no debe considerarse un concepto acabado ni de interpretación unívoca. Es importante destacar que los formatos dirigidos hacia el autogobierno, las formas de acceder a éste, así como el fondo de los reglamentos, su contenido e intención normativa, tienen diferencias sustanciales entre instituciones, la especificidad encontrada en cada institución está determinada por situaciones históricas y los productos particulares emanados de las mismas. En este sentido podemos interpretar que la historia de cada institución queda registrada de alguna manera en los reglamentos y forma de gobierno de la misma.
A pesar de estas particularidades existen lineamientos generales de las condiciones necesarias para poder ejercer la autonomía plena, aunque las condiciones pueden variar en respuesta a las particularidades de cada institución resulta sumamente importante reconocerlas, puesto que, como veremos más adelante, funcionan como ejes conceptuales que se han demandado durante los movimientos estudiantiles y que se pueden identificar para analizar dichos movimientos desde una perspectiva ideológica.
La universidad pública autónoma debe tener: capacidad de autorregularse y autogobernarse, autonomía en lo académico y finalmente, pero igual de importante, necesita autonomía en lo financiero.
La autorregulación se refiere a que la institución emite un reglamento de conductas aceptables dentro del recinto universitario, identificando acciones deseables, y faltas que se deben evitar; así como las consecuencias que tendrá el cumplimiento o incumplimiento de los lineamientos trazados.
El autogobierno se refiere a que la universidad es libre para decidir su propia forma de gobernarse, decidiendo cuáles son las figuras de autoridad dentro de la institución, quiénes son las personas que ocupan esos cargos y los mecanismos institucionales para la elección de esas personas. Estos procesos pueden ser muy complejos y algunas instituciones realizan un gran esfuerzo para que toda la comunidad esté representada en los diferentes cuerpos de gobierno; me parece útil recordar aquí que las diferentes formas de gobierno están muy relacionadas con el devenir histórico de cada institución.
La parte académica de la autonomía universitaria implica que la universidad tiene la capacidad de nombrar y remover al personal académico según sus propios procedimientos, seleccionar a sus alumnos con exámenes avalados y aplicados por la institución, elaborar sus planes de estudio, expedir certificados y diplomas, etc. En este concepto se incluye la libertad de cátedra de los académicos respaldada por muchas instituciones.
La autonomía financiera se refiere a que dispone libremente de su patrimonio, y es responsable de la elaboración y control de su propio presupuesto.
La autonomía implica que el Estado reconoce que la institución universitaria es capaz de tomar libremente decisiones sobre su propia organización, legislación y administración.
Además, frecuentemente, en las reglas que la institución se provee a sí misma, se establece que los miembros de la institución, personal académico, directivos y el estudiantado sean parte reconocida e importante de la toma de decisiones.
Estos lineamientos generales que describen a la autonomía universitaria se buscan y se cumplen en diferentes versiones en países y regiones en casi todo el continente, este fenómeno no es el resultado de la coincidencia, son el producto de una lucha histórica por la incorporación de la población universitaria (estudiantes, académicos y administrativos) a la vida de la institución que conocemos como “Universidad Latinoamericana”.
La historia de la conformación de la autonomía universitaria incluye al movimiento reformista de 1918 en Córdoba en Argentina, una lucha donde no se solicita la autonomía como tal, pero sienta las bases de lo que será esta. Este evento no debe considerarse la única expresión latinoamericana de su época, es parte de un concierto de iniciativas sociales en favor de reformas en el sentido de una autonomía emancipadora, en pos de una autonomía con poder.
La exigencia de autonomía universitaria también pasa por México en las primeras décadas del siglo XX, en este caso la autonomía se pide desde el 1917. Pero serían necesarios varios movimientos estudiantiles, finalmente en 1929 se consigue la autonomía de Universidad Nacional de México.
En ambos casos se luchaba por un Consejo que guiase las decisiones universitarias, particularmente por la elección de las autoridades.
El consejo se convertiría en un cuerpo incluyente donde se discutan los asuntos universitarios de manera libre y con la participación de toda la comunidad, sin embargo la conformación formal de los integrantes de la “comunidad universitaria” varía entre países, instituciones y de un movimiento estudiantil a otro.
Es preciso acotar que la lucha por la autonomía universitaria no es exclusiva de un espectro político o ideológico, es un esfuerzo colectivo para mantener la libertad para ejercer la actividad universitaria, del desarrollo de la academia y el conocimiento en libertad, aun en contraposición a otros poderes si fuese necesario, por ejemplo del poder gubernamental.
Las diferencias entre instituciones en la aplicación de la autonomía ponen de manifiesto el carácter democrático de la Universidad y los Consejos Universitarios, estas instituciones no obedecen ninguna ideología única, sus integrantes están comprometidos con la cultura democrática y la incorporan a la toma de decisiones.
Diferentes gobiernos, como las dictaduras militares, o gobiernos civiles, que han tenido la intención y en muchos casos han logrado erosionar las libertades conquistadas al lograr la autonomía, estos gobiernos tienen como eje ideológico el impulso autoritario y la promoción del pensamiento único.
La cultura democrática ha sido incorporada a la institución universitaria, el proceso no está libre de dificultades, la historia institucional es testigo y evidencia de ello, sin embargo se puede decir con confianza que, en general, los integrantes de la comunidad universitaria aprenden la cultura de la democracia por la experiencia en un ambiente, donde sus acciones de participación tienen efectos visibles.
El papel de la universidad autónoma en la promoción de la democracia a nivel nacional, debe ser considerado como sumamente importante por su influencia en los estudiantes emanados desde esos recintos.
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