ENTREVISTA AL PINTOR HUÁSCAR TABORGA
Entre las propuestas de pintores radicados en Morelos destaca la obra del acuarelista boliviano Huáscar Taborga, quien desde hace quince años imparte el Taller de las aguas: un espacio de formación artística dedicado a la introspección, el análisis del arte y la búsqueda del lenguaje propio en la pintura. Adentrarse a los senderos de la acuarela, nos dice, es como dar un salto al vacío. En esta conversación nos aproxima a ese vacío, al origen de la pasión y las distintas etapas por las que ha pasado como creador.
MUCHO DE LO QUE sucede en la faceta de aprendizaje de un artista marca de manera definitiva el desarrollo y el estilo de su obra, ¿en qué momento se definió su vocación como pintor?
Primero estudié ingeniería; hice mecánica eléctrica porque mi padre quiso estudiar ingeniería, y en Cochabamba no había ingeniería. Había medicina y otras dos carreras. Entonces él se frustró y entró a derecho, y toda su vida proyectó en mí al ingeniero. Me regalaba mecanos y cosas que tenían que ver con la profesión. Por eso de algún modo me convencí de hacerla. Cuando terminé esa carrera, me di cuenta de que no me gustaba. No era un mundo que me completaba, faltaba algo humano, faltaba una religación proyectiva humana; entonces me metí a artes visuales a la ENAP1 de Xochimilco, y ahí encontré mi mundo: gente sentada en el suelo, pelo largo, platicando… ése era mi mundo. Más humano. Terminando, un par de años después, me fui a Alemania y luego de cinco años de estar allá, hice una especialidad en técnicas del agua (tinta negra, acuarela, acrílico).
Por eso, al llegar a México fundo mis talleres, que tratan y trabajan el agua y buscan directamente ese lenguaje de expresión; no copiar. Es decir: en la primera etapa necesitas una plataforma técnica, necesitas emular, sacar los colores correspondientes; pero la segunda etapa es completamente creatividad. ¿Cómo compongo mi espacio? ¿Qué quiero decir? ¿Qué elementos quiero poner? ¿Quiero ir hacia la abstracción o hacia lo concreto? Son preguntas que mis alumnos tienen que ir haciéndose.
¿Cómo logra que lleguen a esos cuestionamientos? ¿Cuál es la dinámica del Taller de las aguas?
Es muy importante la introspección. Antes de pintar, tenemos un momento, una media hora de lectura de filosofía, psicología y sociología, para saber quiénes somos, qué queremos, qué no nos gusta. Saber cómo está lo social, qué tan patológica es la sociedad en que vivo, qué tanto modifica el capitalismo mi creatividad, qué tanto me mandan los estereotipos de consumo, estereotipos que no tienen nada que ver con mi individualidad. Estas lecturas sirven para allanar el campo y que mis alumnos se den cuenta de qué es lo que quieren. Creo que es una hermenéutica completa, donde vemos lenguajes de expresión, composición y finalmente la expresión personalizada. Al inicio, se muestra el trabajo de uno y todos opinan; a mitad de la clase se hace un segundo análisis con toda la gente y al final otro, pero con cada uno de los trabajos. De esa manera hay opiniones encontradas. Lo importante es que la persona que está recibiendo la crítica pueda cernir, pueda decir esto sí y esto otro no; tener esa capacidad.
Entiendo, con lo que nos comenta, que en el taller no sólo se busca un lenguaje propio sino también la identidad del artista.
La consciencia… Es cierto… porque es muy difícil orientarse en este mundo de tanta información. Es difícil encontrar una isla, un islote de religación, de consciencia, de creatividad. Este taller trata de proponer ese islote en este mundo de competitividad, en este mundo que está dando tumbos de un lado a otro, con este homo demens que tenemos dentro y con el que creamos tanta locura. Necesitamos un equilibrio, un contrapeso; que haya islotes de creatividad, de bondad y conocimiento, y ese islote es lo que yo trato de proporcionar: un lugar donde la gente no sólo aprenda a pintar, sino que sobre todo sepa quién es internamente. La pintura es un pretexto de lo que a mí me interesa, que es formar gente con una introspección consciente de lo social y lo individual.
¿Qué experiencia le ha dejado trabajar con alumnos de diferentes edades y capacidades?
Tengo varios talleres. Trabajo dos días a la semana con niños que tienen parálisis cerebral. Llevo quince años haciéndolo. Son alrededor de 30 alumnos de 4 años en adelante aproximadamente, y hemos trabajado técnicas del agua. Son niños muy especiales porque cuando tienen enfrente un color y un pincel, están viviendo eso, un color y un pincel. No hay otra cosa en su cabeza. Están totalmente entregados a sus pinturas. Por otro lado, tengo 14 años en el CMA2 dando clases. Te puedo decir que por mis talleres han pasado alrededor de 500 personas quienes, a su vez, han formado otros talleres.
Platíquenos más a fondo sobre su proceso creativo.
Mira, yo tuve un momento, digamos, muy importante, donde me pregunté qué tanto mi consciente, qué tanto mi juicio, mi razón y mi lógica están determinando mi proceso creativo, y qué tanto mi parte inconsciente está presente en lo creativo. Entonces empecé a investigar técnicas orientales: la caligrafía china, la síntesis del modelo, el Sumi-e, la pintura zen, que es introspección con tinta negra, y en todas había un elemento característico: la velocidad. Cuando yo trabajo lentamente, estoy integrando mi juicio permanentemente en cada pincelada; cuando mi trazo es más rápido, me salto el juicio, me salto el consciente, y mi impresión puede ser más interna, más del inconsciente. El inconsciente trae todo lo instintivo, todo lo creativo; pero también hay agresión. Y en nuestro sistema capitalista hemos aprendido a neutralizar el inconsciente, a no darle cabida ni expresión, porque puede ser peligroso. Mediante este método, descubrí que salían partes de mí que yo no conocía, partes auténticas, originales, únicas. Aparecían accidentes, aparecían cosas que no podía controlar, y cuando me fui soltando a ese descontrol expresivo, fui entendiendo cuál era mi verdadero lenguaje. Fue muy importante poder internalizarme y salir sin juicio.
Ha experimentado diversas técnicas que están relacionadas con el agua, ¿fue intencional trabajar desde un inicio con este elemento?
Surgió en el camino. Yo trabajaba oleo y acrílico, y vi la obra de Ricardo Pérez Alcalá, un gran acuarelista. Fui a su exposición y me encontré con trabajos muy sólidos en la acuarela. No era esa acuarela transparente, bonita, ortodoxa… Allí había violación de la acuarela, una penetración al claroscuro; una fuerza que nunca había visto. Entonces le pedí a Ricardo que me dejara ayudarlo y fui su ayudante durante varios años. Ahí encontré que la técnica del agua tenía una característica que sobrepasaba las demás técnicas. Es que la técnica en acuarela es pintar en presente, y no hay para atrás. En oleo puedes borrar y volver a empezar, en el acrílico también. Pero en la acuarela no hay para atrás. Empiezas y tienes que ir determinando hasta el final. No hay posibilidad de regreso. Ese presente se me hizo como la vida. Si yo decido algo en la vida no puedo irme para atrás. Si decido comprometerme con una mujer, con un trabajo, ya lo decidí y no puedo regresar al punto de inicial. Es más o menos lo mismo en las técnicas del agua: no puedo borrar, tengo que asumir el presente.
En este sentido, el acuarelista tiene que ser valiente al enfrentarse con los caminos del papel y los colores.
Sí. Por eso hay tan pocos acuarelistas buenos. Hay muchas personas que trabajan óleo y acrílico que, después de años y años de trabajar, al pasar a la acuarela les cuesta trabajo, porque entrar en la acuarela es un salto al vacío, un espacio que hay que estar vaciando y llenando constantemente, y no es tan fácil.
Tiene una serie de pinturas en las que nos muestra aspectos de los elefantes, ¿qué conexión tiene con estos mamíferos y cómo surgió la idea de retratarlos?
Estaba muy pequeñito y por primera vez, a los cuatro años, vi cómo mi abuelo dibujaba un elefante, cómo el lápiz se iba moviendo, construyendo un claroscuro y un significante, y al final aparecía un elefante mirándome. Y esa imagen de la infancia me quedó muy grabada en relación con mi abuelo. Mi padre tenía un vínculo muy especial con el elefante, y cuando muere mi padre, empiezo a hacer como un ritual de despedida a través del elemento significante que es el elefante.
Algo que caracteriza a los elefantes es la memoria. Usted utiliza a los elefantes como un símbolo para acudir a la memoria; un encuentro con su pasado…
Sí, lo has interpretado muy bien. La memoria es el objetivo de traer a ese ser tan importante que es el elefante y mi vínculo con mi abuelo y mi padre. Ahora estoy terminando la serie de los elefantes con uno enorme, de tres metros por dos, y éste va a ser el término de toda mi serie. Creo que internamente me siento más en paz con mi abuelo y con mi padre, siento un equilibrio que ha sido muy terapéutico en estos dos años de trabajar con los elefantes: he visto la parte vital de mis abuelos.
Caligrafía de un zapato es una colección de pinturas en tinta china en la que logra transformar la figura del zapato hasta volverla abstracta. ¿De dónde viene esta idea?
Normalmente, sólo tengo un par de zapatos, no tengo dos; es decir, me los pongo hasta que se empiezan a romper y al final del año, hago algo con los zapatos. Uno de los trabajos que hice fue poner un par de zapatos desgastados en una almohada limpia, blanquísima, lo que era una dicotomía del paso del tiempo. ¿Por dónde me llevó el zapato? ¿Qué me hizo conocer? Toda la relación que tuve con el zapato y el ritual de la muerte del zapato en una almohada muy limpia. El zapato puede llegar a ser simplemente un gesto. Pero me pregunté cómo un significante, un zapato, que está destruido, puede convertirse en un gesto zen. Entonces fui destruyendo el significado.
El primero era muy realista y el segundo menos y el siguiente aún menos. Así se logró esa expresión inconsciente, absolutamente inconsciente, sin el proceso del juicio y logré el último trazo que culminaba con la designificación del elemento zapato. Esos son mis procesos, busco mi parte inconsciente. Por ejemplo, en otra serie donde retrato de mi nacimiento a mi muerte. Mojé el papel de atrás para adelante, y lo empecé a llenar de color, no sabía por dónde iba a ir en el presente producible, donde una mancha se convierte en un rostro. Voy comunicándome con el agua, no voy imponiéndome al agua con mis decisiones y puedo sacar mi expresión más interna, y eso es básico.
¿Qué proyectos tiene en mente? ¿Qué viene para el taller?
Tendremos la octava muestra colectiva del Taller de las aguas en Toluca; vamos a presentar treinta trabajos de lo más destacado, y de los que van empezando y también se destacan. Respecto a la acuarela, la verdad tengo la mente abierta para el siguiente tema de pintura, no lo voy planeando. Vamos a ver.❧