Miscelánea

Los amantes de Tlatelolco

tlatelolcoarchivoespecial-851d753c3fb6ee7a0563735b893bc948-1200x600

La poesía fue una de las primeras respuestas literarias que hicieron eco tras la matanza de Tlatelolco, y plumas como la de Rosario Castellanos, Carmen de la Fuente, Thelma Nava, Elsa Cross, entre otros, fueron indispensables para generar una memoria. Compartimos dos poemas de esta última escritora cuya obra le ha valido varios premios, entre ellos el Xavier Villaurrutia en 2007.

A quien corresponda  

 

Y bien señores:
en la ciudad y el idioma que prefieran
tenemos quince, veinticuatro, dieciocho años,
cuerpos hermosos, saludables;
tenemos la cabeza y la conciencia claras
y derecho a vivir humanamente.
¿Hasta aquí vamos bien?
¿A alguien le parece injusto o torvo?
Casi todos tenemos una gana profunda de armonía:
lo que nos pertenezca sea como nosotros,
abierto y transparente,
la tarde mejor del mes de octubre.
Nos gusta la escuela.
Y también irnos de pinta al bosque
y poner a los maestros un apodo irrespetuoso,
y sonar muchas veces con torpeza ardiente,
el mismo sentimiento en la guitarra.
Nos gustan los Beatles, las fiestas y el fútbol,
y todos amamos a una muchacha de grandes ojos negros,
o a un muchacho y pensamos en trabajar para casarnos.
Somos tan jóvenes aún que no tuvimos voluntad ni tiempo

de crear más intereses

que nuestra propia virtud de adolescentes locos
o de muchachos sabios y serenos.
Muchachos simplemente.
Violenta capacidad para el trabajo y el amor,
violenta también para la rebelión, la ira, el combate,

violenta, triste para la evasión y la anarquía.
Pero amamos, sin retórica, la belleza y la paz.
Y no nos gusta, señores, a ninguno de nosotros,
yo lo juro, que un muchacho de nuestros mismos años
(ni cualquier hombre o mujer sobre la tierra)
se vuelva difunto o asesino en las guerras imbéciles,
sea aplastado por presupuestos o por tanques,
castrado, encerrado en la prisión.
No nos gusta que no le enseñen a leer,
pero si a engordar políticos ladrones,1Perdón por la redundancia.
a tener hambre y dar gritos solamente para aclamar
“el acelerado desarrollo y el nacional y unánime progreso…”
Cómo que lo del hambre suena ya muy dicho,
¿no les parece así?
Ni modo, gracias a ustedes la miseria
en todos los colores y niveles es un lugar común.
(¿Miseria? ¿Cuál? Si el generoso pueblo
costea nuestros estudios y además
paga fiestas, joyas caras, yates, pieles…)
Pero vamos al grano. En dos o tres palabras,
lo que pasa, poderosos señores,
es que el mundo que ustedes nos heredan
es un poco demasiado puerco, viejo y podrido
y definitivamente no nos gusta2Este poema fue publicado en la revista ¿Por qué? del 11 de octubre de 1968.

Septiembre de 1968 

 

Los amantes de Tlatelolco3Del libro Jaguar.

 

Para Teresa Franco

 

Apenas se desprenden de la sombra.
Sus murmullos
alzan leves señales
al pie del contrafuerte.
Sus tenis blancos fulguran.

Ajenos a esas piedras,
vueltos uno hacia el otro,
olvidan en sus labios
el grito de las masacres–
pechos abiertos a punta de obsidiana
o bayoneta.

Indiferentes a la sombra que los cubre,
los jóvenes amantes murmuran
o quedan en silencio,
mientras la noche crece sobre las ruinas,
engulle los basamentos de los templos,
la urna
donde dos esqueletos se abrazan
en su lecho de polvo,
bajo el cristal que sostiene
las flores de una ofrenda.

 

1992 

 

ARTÍCULO SIGUIENTE:

Alfonso Reyes en una nuez. Una carta de navegación para las Obras completas.

 

0
Leave a Comment