Miscelánea

El 68: implosión de rebeldía

La razón y la leyLa razón y la ley. Fotografía de Rodrigo Moya

La presencia de ciertos intelectuales durante el movimiento estudiantil del 68 fue un importante núcleo de pensamiento que combatió la censura; con los medios de comunicación tomados por el Estado, la palabra dicha y escrita fue un refugio. Replantearnos ese escenario es, ante todo, un examen de conciencia: ¿las nuevas generaciones permitirían que se repita?


Ésta es una reflexión nacida de la indignación permanente, de rabias contenidas, de emociones inefables. El 68 fue visto y percibido por mi generación con estupor, con muchas preguntas, con innumerables porqués. Los “sesentayocheros”, válgase, fueron nuestros hermanos mayores, para aquéllos que, entonces, terminábamos la secundaria o el bachillerato. Los veíamos con cierta dosis de admiración, nos sentíamos medianamente informados, teníamos la suerte de contar con influencias importantes.

Puedo decir que fuimos una generación que leía los periódicos, que se enteraba, que opinaba, con todo y las escasas entendederas que teníamos. Recuerdo una revista que en casa mi papá compraba con frecuencia: Life –en español– donde aparecieron muchas fotografías de la represión, de la masacre. Una de ellas mostraba a un soldado apuntando y amenazando con la bayoneta del rifle a un joven estudiante que se pegaba acuclillado a la pared sobre la banqueta. Fue la última edición que se permitió circular en México. Y no podía entonces afirmarse que esa publicación era de origen procomunista o radical. El imbécil que gobernaba acomplejado por la fiereza de su rostro, manifestó un acendrado odio a todo aquél que opinara en su contra o que utilizara contundentes argumentos para desnudar su atrabiliario temperamento, o bien que expresara el sentir del pueblo. La revista ¿Por qué? en la persona de su director sufrió contumaz represión por atreverse a publicar lo impublicable, según los sacrosantos criterios utilizados entonces por la siniestra pareja dictatorial: Díaz Ordaz, Luis Echeverría.

Aquí otra personal referencia. Pertenecía entonces a un grupo generacional de amigos, compañeros, estudiantes que estaba en el seminario de Cuernavaca bajo el cuidado y la disciplina académica y espiritual de don Sergio Méndez Arceo. Su presencia en los escenarios sociopolíticos era reconocida, bien vista y escuchada. Desde antes de la fatídica fecha don Sergio se manifestó públicamente en favor de los estudiantes, en favor del diálogo y el acuerdo. Una vez que ocurrió ese trágico acontecimiento don Sergio no cejó en su profética denuncia. Días antes de la masacre (22 de septiembre de 1968) había manifestado: “Me hace hervir la sangre la mentira, la deformación de la verdad, la ocultación de los hechos, la autocensura cobarde, la venalidad, la miopía de casi todos los medios de comunicación”.

Don Sergio insistía también en conservar la conciencia crítica y la información veraz. Incluso después de Tlatelolco y del halconazo de junio del 71 que exhibía el descaro gobiernista para golpear, intimidar e –incluso– matar jóvenes estudiantes, el obispo de Cuernavaca habló de “abatir el muro de la desconfianza levantado piedra por piedra por la simulación, el secretismo, el tapadismo, por el escamoteo de la verdad”.

De ahí la postura que se fue radicalizando cada vez más en diversos momentos, postura derivada de la lectura del Evangelio, de su contextualización histórica, de su análisis económico y político, derivada en fin del análisis marxista, así, sin ambages: “El marxismo es la capacidad del hombre para realizarse. Pero también eso es el cristianismo. Si ustedes son capaces de conocer a Marx y a Mao Tse Tung, sean capaces de conocer a Cristo”. Y con esas razones y elementos, la afirmación de un nuevo modelo económico: “Sólo el socialismo podrá dar a Latinoamérica el verdadero desarrollo […] creo que un sistema socialista es más conforme con los principios cristianos de verdadera fraternidad, de justicia y de paz. No sé qué forma de socialismo, pero ésa es la línea que debe seguir Latinoamérica. Por mi parte, creo que debe ser un socialismo democrático”.

Coincidía con Revueltas, quien afirmaba: “Cualquier movimiento revolucionario, incluido el de 1968, es socialista porque las necesidades de democracia cabal que plantean sólo pueden ser satisfechas cuando el proletariado… se libere a sí mismo y a la sociedad en su conjunto”.

Destaquemos la ejemplar actitud de personajes entrañables: don Sergio, el Rector por antonomasia Barros Sierra, Heberto Castillo, Elí de Gortari y, por supuesto, José Revueltas, convertido en paradigma de la militancia política y comprometida. Aquí una escena que retrata el ambiente comprometido de los jóvenes. Octavio Paz renuncia a la Embajada de México en La India en protesta por la masacre estudiantil. Ricardo Guerra era el director de la FFyL de la UNAM. Ricardo Guerra invita a Octavio Paz a la Universidad pasados estos acontecimientos, a una conferencia. Los estudiantes presentes acudieron sólo para irse saliendo poco a poco, desplegando una manta que decía: “Ni Paz, ni Guerra: ¡Revueltas!”

Asamblea de Intelectuales, Artistas y Escritore, 18 de agosto de 1968.

El sátrapa dijo en su siguiente informe que asumía la responsabilidad total, ética, política e histórica por los trágicos acontecimientos, y el Congreso diputaderil y diazordacista protagonizó una vergonzosa escena de carácter internacional al ponerse de pie y aplaudirle hasta la histeria. Fueron los aplausos de la indignidad para otro indigno.

Y las consecuencias. La revista ¿Por qué? clausurada, Mario Menéndez, su director, encarcelado, torturado y enviado al exilio. Revueltas, Elí de Gortari, Heberto Castillo y otros en la cárcel, sufriendo la represión y los golpes de los presos comunes, enviados a ser maltratados con auténtica saña. Parecía que se incrementaba el calendario de derrotas al pueblo.

Paradójicamente el 68 fue declarado por la ONU Año Internacional de los Derechos Humanos. Y, veamos: Praga en la ahora República Checa sufre la agresión de 200 mil soldados y 5 mil tanques; en marzo, un grupo de soldados gringos llevó a cabo en Vietnam la masacre de My Lai; en abril asesinan a Martin Luther King y en mayo se desata la revolución estudiantil en París justo, donde nace la consigna que exige la imaginación al poder. Esta revuelta llevó a Francia a una huelga general. El 68 es, pues, el año de My Lai, de Praga, de París, de Tlatelolco.

“Prohibido prohibir” fue uno de los más significativos lemas y consignas. Y la imaginación al poder, que de haberse tomado en serio nos hubiéramos ahorrado cincuenta años de masiva enajenación y represión. Hemos transitado de la guerra sucia hasta el surgimiento del EZLN, pasando por experiencias latinoamericanas que surgieron con efervescencia y no por generación espontánea: el Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador; el Sandinista de Nicaragua, ahora tan vilipendiado por traidores a la revolución; el Ejército Guerrillero de los Pobres de Guatemala, ejemplo de sacrificio y compromiso con los más pobres de entre los pobres, los indígenas que militaron y combatieron en pro de la vida del pueblo y en contra del proyecto de muerte de las trasnacionales y los asesinos militares guatemaltecos; los Tupamaros de Uruguay… en fin, nuestra América Latina y sus venas abiertas, descrita con impresionante ternura por Eduardo Galeano.

La televisión inició el 3 de octubre con una frase cotidiana como si nada hubiera sucedido: hoy es un día soleado… algo así, o nublado dijo el conductor. Ningún comentario, ninguna imagen, acaso posteriormente la de los servidores de limpia que barrían y regaban el piso de la Plaza de Tlaltelolco para borrar la sangre popular vertida en ella. El silencio cómplice correspondía al abuso cometido, el ejército cumplía su labor represora y cobarde y a la fecha continúa en ese papel. Los culpables siguieron impunes.

Por esas y otras múltiples razones nació la consigna que se convirtió en demanda permanente: ¡Ni perdón, ni olvido!

Todavía más. Hace diez años se da una formidable revuelta en Grecia, 2008. Hace diez años justamente, Grecia revivió acontecimientos que nunca más debieron repetirse. Titulares de diferentes diarios daban testimonio de la revuelta juvenil, de jóvenes que vieron asesinado su horizonte. Podríamos escuchar con suficiente atención sus exigencias, sus reclamos:

“¡Olvidaron! Esperábamos que nos apoyaran, que tuvieran un poco de interés, que nosotros por una vez nos enorgulleciésemos de ustedes. ¡En vano! Ustedes viven vidas falsas. Tienen la cabeza inclinada, los pantalones abajo y están esperando el día que se van a morir. ¡No tienen imaginación, no se enamoran, no crean nada! Sólo venden y compran…

”No nos critiquéis antes de entendernos. No nos apuntéis con el dedo antes de vernos. No nos censuréis antes de hablarnos. No nos matéis antes de dejarnos vivir… […]… Somos la sociedad que habéis creado… Somos el resultado de las generaciones de indiferencia, de no creer en nada… de la apatía… Nos rebelamos porque ya estamos hartos de este mundo… Hay que cambiar el mundo y si no lo conseguimos al menos lo habremos intentado.

”Queremos soñar. ¡No nos maten los sueños!”.

Preguntémonos: ¿esta generación, nacida entonces a la conciencia, va a aceptar un régimen timorato y pequeñoburgués?

Zacatepec

Sábado 29, septiembre de 2018 ❧

 

 

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Dialéctica de la resistencia cultural

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