Miscelánea

Dialéctica de la resistencia cultural

Marcha del Rector IIIMarcha del Rector. Fotografía de Rodrigo Moya

La historia del movimiento estudiantil del 68 cuenta con una serie de antecedentes poco conocidos que, sin embargo, son elementales para completar la memoria nacional. A medio siglo de distancia de la matanza del 2 de octubre, el teórico marxista y crítico de arte mexicano Alberto Híjar Serrano dilucida algunos de los puntos históricos por los que las nuevas generaciones deben pasar en esta conmemoración.


El movimiento de 1968 y sus consecuencias empezaron desde antes. En 1963, la Primera Conferencia Nacional de Estudiantes Democráticos reunió en Morelia a 200 delegados de 100 mil estudiantes de todo el país. Llegaron perseguidos y acosados, y de la Universidad Nicolaíta de Michoacán sufrirían cárcel Efrén Capiz y Aguilar Talamantes. Al menos hubo un estudiante muerto por la represión. Capiz salió para transformarse con su esposa, Eva, en dirigentes campesinos de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata, mientras Talamantes optó por la corrupción política. El Taller de Investigación Plástica de Morelia se construyó acompañando a la UCEZ; el escudo del Congreso Nacional Indígena propuesto y discutido en asamblea, sigue vivo. Así era aquello que mantenía los focos universitarios en acción en Guerrero con “educación crítica, científica y popular”, y en Sinaloa, donde el grupo Los Enfermos declaró desahuciada a la sociedad capitalista, mientras el movimiento estudiantil levantaba campesinos de las empacadoras y llegaba al asalto simultáneo de tres objetivos bancarios. En Oaxaca creció Unión del Pueblo hasta convertirse en partido revolucionario y el doctor Felipe Martínez Soriano alcanzó la rectoría entre ocupaciones de edificios y represión. En Monterrey, la lucha por la autonomía universitaria llegaría hasta la destitución del gobernador. En Yucatán, Efraín Calderón Lara “El Charras” organizó sindicatos hasta morir torturado y asesinado en 1974.

La información diaria procreaba movilizaciones sin intervenciones abiertas de los partidos reconocidos por el Estado con la izquierda del Partido Comunista Mexicano y el Partido Popular, con una combatividad en el interior del país, incomparable con su escasa presencia en la capital. El clandestinaje obligado por la represión daba frutos con el Partido de los Pobres de Lucio Cabañas, la Unión Cívica Guerrerense de Genaro Vázquez, el Procup de Oaxaca, seguidores del ejemplo del Partido del Pueblo que en 1965 probó las posibilidades guerrilleras con el asalto al Cuartel de Madera en Chihuahua. Nada de esto era espontáneo y voluntarista, sino que resultaba de los documentos discutidos en la Sierra de Chihuahua, en organizaciones como los Procesos de Monterrey o Las Rosas, de mujeres estudiantes de Chihuahua seguidoras de Rosa de Luxemburgo.

Las derrotas sangrientas, los presos políticos con figuras emblemáticas como Siqueiros, Demetrio Vallejo y Valentín Campa del Movimiento Ferrocarrilero, Othón Salazar del Movimiento Magisterial, los perseguidos del Movimiento Médico que tuvieron que salir a Cuba, como el neumólogo Mario Rivera y la cardióloga Carlota Guzmán, que a su regreso mantuvieron el círculo de estudios Ismael Cosío Villegas y su excepcional boletín, que incorporó los problemas de la salud pública, convocaban con sus solos nombres y sus proclamas en la prensa sin registro legal, salvo las revistas ¿Por qué? y Política, a la construcción de la justicia y la democracia para todos. El Manifiesto 2 de octubre que llama a luchar por las banderas del movimiento reprimido hasta la masacre, hizo de los encarcelados una consigna de libertad a los presos políticos.

Los crímenes de Estado y la ineficacia transformadora del Movimiento de Liberación Nacional convocado en 1960 por Lázaro Cárdenas y sus seguidores, terminarían con el muy difundido saludo del expresidente al candidato priista en turno para que, poco después, el candidato independiente, dirigente campesino, Ramón Danzós Palomino, fuera encarcelado. La inclinación radical tenía sentido histórico con la guerra popular prolongada del pueblo de Vietnam al fin triunfante, la Revolución Cubana promoviendo la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) y la Organización de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL), y las organizaciones político-militares en Guatemala luego del golpe de Estado y la masacre militar contra el gobierno reformador de Jacobo Arbenz en 1954, en El Salvador, explotado por cuarenta familias, en Colombia, Venezuela, Bolivia, Brasil, Uruguay o Argentina contra las dictaduras y la intromisión de la CIA y los consorcios trasnacionales. El triunfo de la Unidad Popular en Chile en 1970 convocó la solidaridad internacionalista que no impidió el golpe militar. El Museo Salvador Allende quedó en suspenso con la participación de Pablo Picasso y Joan Miró, no así la agitación y propaganda de excelentes agrupaciones musicales y teatrales, el Tercer Cine contra el de autor y el de Hollywood y el impulso a la cultura y la educación de excelencia por el Estado cubano. Este esplendor cultural fue reactivado con el sandinismo en Nicaragua con la participación como combatientes de decenas de mexicanos.

En México, la hegemonía del PRI iniciaba un declive que obligó a reformas electorales con el reconocimiento legal del Partido Comunista Mexicano y el Partido Popular organizado por Vicente Lombardo Toledano, cuyo último escrito denunció al Movimiento del 68 como intromisión extranjera. Los setenta tuvieron en los partidos trotskistas, la Liga Obrera Marxista y el Partido Obrero Revolucionario, activos militantes en las universidades y con una incursión desafortunada del POR (T) con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Guatemala. Un extraño partido laborista participaba con su tesis sobre el “Pacto Atlántico“. La infiltración del PRI en las universidades y el Instituto Politécnico Nacional corría al parejo de los actos de propaganda cristera que darían lugar a organizaciones tan poderosas como el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO) que lo mismo increpaba a Siqueiros en la inauguración de su exposición en el Museo Universitario, que hacía explotar una bomba en el periódico El Día, atacaba un templo en Puebla para inculpar a los estudiantes universitarios atrincherados en el Edificio Carolino, que interrumpía la obra Cucara Mácara en un teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes. La Asociación Mariana de Jóvenes trabajaba de tiempo atrás, contaba con los colegios México, los boy scouts y el Templo de la Sagrada Familia en la Colonia Roma, donde el Padre Vértiz producía influyentes sermones. En Guadalajara con una universidad con fuerte patrocinio empresarial, en Puebla con la UPAEP, con la Universidad La Salle en la capital y algunas escuelas de bachillerato, creció El Yunque con militantes clandestinos en organizaciones empresariales y en los gobiernos priistas y luego en los panistas. Cardenales como Darío Miranda, Rivera Carreras, Posadas, promovían toda clase de actos privados y públicos en seguimiento del lema “cristianismo sí, comunismo no”, pintado sin permiso en los muros de las ciudades. El Opus Dei organizaba fieles sin aspiraciones al sacerdocio y los Legionarios de Cristo promovían una educación de élite como empresa exitosa de alcance mundial capaz de superar la crisis inocultable por la pederastia de su dirigente Marcial Maciel y sus cómplices. El izquierdismo no podía ser ajeno a estas actividades, por más que su carácter clandestino y elitista predominara sobre sus movilizaciones exitosas y provocadoras como la peregrinación anual al Cerro del Cubilete en Guanajuato o el Desagravio a la Catedral en el Estadio Azteca por el toque de campanas que recibió a una de las marchas de 1968.

La Teología de la Liberación y su “opción por los pobres” tuvo en el obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, una influyente figura del II Concilio Ecuménico de Medellín. El Monasterio Benedictino de Cuernavaca y las figuras de Lemercier e Iván Illich, conmocionaron por la incorporación del psicoanálisis a la redención de los pecados. Acabaría expulsado como otros importantes críticos de la teología que alcanzó dimensión político-militar con curas como Camilo Torres en Colombia, Gaspar García Laviana en Nicaragua y Oscar Arnulfo Romero y Rutilio Sánchez en El Salvador. La influencia reflexiva de los jesuitas en Nicaragua fue interrumpida por la masacre en la Universidad Centroamericana en El Salvador. Las reformas litúrgicas, el evitar la proliferación de imágenes en los templos, la misa con mariachi en Cuernavaca, la solidaridad con los procesos de resistencia popular, hicieron de figuras como el obispo Lona Reyes de Oaxaca y Samuel Ruiz de Chiapas, promotores de las Comunidades Eclesiales de Base como semillero de catequistas y diáconos del lado de los pobres.

De Estados Unidos llegaban las influencias contestatarias de los estudiantes de Berkeley contra el reclutamiento militar y por la cultura underground de poetas, cineastas, teóricos como Herbert Marcuse, promotores de la afirmación revolucionaria de los hippies y su empeño por una vida cotidiana sin las restricciones de la moral burguesa. La “dimensión estética” significaba la lucha entre Eros y Tánatos para liberar el trabajo como placer integral. En 1968, fue publicada la traducción de Eros y civilización por Juan García Ponce, de modo que fue en los años siguientes cuando acompañó la bienvenida a la crisis de Louis Althusser llamando a “leer El Capital” y dejar el facilismo de los manuales soviéticos. La muerte de Stalin adquirió así una proyección cultural profundamente estética.

Quema del monigote Cueto. Fotografía de Rodrigo Moya

El Movimiento Chicano levantó en las plantaciones la defensa de los derechos de los migrantes y la reivindicación de la cultura con el emblema del pachuco y sus consecuencias rechazadas por el discutible buen gusto burgués. Al anarquismo tosco antiautoritario se sumó un movimiento internacionalista que alimentó lo mismo el antiimperialismo que la urgencia de revoluciones semejantes a la cubana sin la dirección de los partidos comunistas. Una campaña contra la vinculación del arte y la política fue patrocinada desde la Unión Panamericana de Washington con la influencia de Nelson Rockefeller, funcionario del gobierno yanqui. “El expresionismo abstracto, arma de la guerra fría”, de Eva Y James Cockroft, denunció las maniobras ratificadas en el archivo de José Gómez Sicre, director de Artes Visuales de la Unión Panamericana, quien escribía los artículos que firmaba José Luis Cuevas, impulsado como vanguardia con un grupo beneficiado con exposiciones, publicaciones, coloquios y becas para construir un movimiento antinacionalista y por la libertad como descomprometimiento político contradicho por cuantiosos beneficios de Estado. La disputa por la nación, sus significados, sus símbolos, el poder cultural del Estado y la necesidad de “vehículos de la pintura dialéctico-subversiva”, como planteara Siqueiros en 1932, construyen la dialéctica histórica y social que da lugar a la constante organización de agrupaciones artísticas, seminarios y coloquios de discusión cultural y reflexiones estéticas no tan frecuentes como las felices innovaciones performáticas y las intervenciones constructoras del espacio público de la resistencia popular.

Luego de la masacre de Tlatelolco, el repliegue. Alternativas: la lucha electoral bajo el lema “Echeverría o el fascismo”, de Fernando Benítez; El espectador, de Carlos Fuentes, Víctor Flores Olea, Enrique González Pedrero, que animarían con Heberto Castillo “la apertura democrática” ocultadora de la criminal actividad de la Dirección Federal de Seguridad y el movimiento sindical de la Tendencia Democrática del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República mexicana y la sindicalización al fin triunfante en la UNAM: retomar calles y plazas resultó riesgoso luego del intento del 10 de junio de 1971 para apoyar la lucha por la autonomía de la Universidad de Nuevo León, a la postre triunfante con todo y la renuncia del gobernador. El criminal asalto paramilitar de Los Halcones probó el terrorismo de Estado. Otra fue la guerrilla y, a la vuelta a clases con el Manifiesto 2 de octubre como último documento del Consejo Nacional de Huelga, la organización autogestiva. En la Universidad Autónoma de Puebla se desarrolló la Escuela Popular de Arte en un edificio colonial ocupado para formar trabajadores de las artes visuales, sin las trampas del espiritualismo y con la apropiación de las técnicas gráficas probadas en el Movimiento del 68. La Escuela de Arquitectura emuló al autogobierno de la UNAM con la praxis y la atención a las necesidades populares como claves educativas. La Escuela Nacional de Antropología e Historia fue tomada por el cogobierno para ponerla al día del auge de las ciencias sociales en Sudamérica y producir acciones continentales como la expulsión del Instituto Lingüístico de Verano, destructor de pueblos y comunidades indígenas. Es menester reconocer esta memoria histórica.

 

Memorias truncas

 

El 68 empezó desde antes. La declaración de la I Conferencia Nacional de Estudiantes Democráticos de Morelia, en mayo de 1963, con doscientos delegados representantes de más de cien mil estudiantes de todo el país, proclama “la unidad del pueblo y de los estudiantes en la lucha contra nuestros enemigos comunes”. Enumera “hechos significativos”: la heroica huelga de la Escuela de Agricultura “Antonio Narro” de Saltillo, las movilizaciones de 1956 y 1957 de los estudiantes del Politécnico, de la UNAM y los de las Normales Rurales “por la defensa de los servicios asistenciales… bases y garantías de la educación popular”; “la lucha sostenida en 1958 y 1959 por los estudiantes de México, Puebla y Monterrey” y, en 1960, “las acciones de los universitarios de Chilpancingo, Guerrero, contra los crímenes y despotismo de Raúl Caballero Aburto, gobernador del estado, y con la campaña de los estudiantes normalistas del Distrito Federal para desenmascarar los aspectos demagógicos del Plan de Once Años y la intención gubernamental de dispersar a los más combativos cuadros estudiantiles, como medida de profilaxis política. En ese mismo año, después de prolongados e intensos esfuerzo, los estudiantes michoacanos arrancaron a las autoridades de su estado una ley orgánica progresista que normará la vida de su universidad”. Citan a continuación la derrota del imperialismo en Playa Girón, como prueba de la posibilidad de derrotar al enemigo principal.

La segunda proclama es: “¡A la lucha por una educación popular y científica!” La tercera proclama es: “¡Por la unidad y organización independiente del estudiantado democrático y revolucionario!” Luego de la fecha del 17 de mayo de 1963 queda el lema “luchar mientras se estudia”.

En enero de 1968, la Asamblea de Estudiantes Rechazados para ingresar a la UNAM culminó con la fundación de la Preparatoria Popular que probó que había cupo al usar los salones disponibles en la hora de la comida y en horarios habituales. La convocatoria para incorporarse como profesores fue respondida de inmediato por pasantes y profesores de otras escuelas. Los trámites de reconocimiento legal acompañaron a las movilizaciones y la rectoría de Javier Barros Sierra otorgó el reconocimiento a los estudios y dispuso el uso de un edificio en la calle de Liverpool casi esquina con Orizaba en la colonia Roma. El aparente desorden escolar tuvo consecuencias organizativas como la narrada en un testimonio de la ausencia de un profesor respondida por el grupo que decidió, por su cuenta, leer el texto previsto y discutirlo como prueba de autogestión educativa.

 En la Escuela Nacional de Arquitectura un grupo de estudiantes avanzados, entre los que estaban Germinal Pérez Plaja, Alfonso González, Héctor Barrena y Eduardo Benavides, se acercaron al profesor Santos Ruiz con el malestar por los ejercicios de arquitectura suntuaria dispuestos por los profesores. Decidieron como primera medida subversiva ingresar a tres pasantes de Economía y a un profesor de la Facultad de Filosofía impuesto por el Grupo Miguel Hernández devenido Comité de Lucha, para incorporarse al Colegio de Historia y Teoría. El Colegio lo presidía Mauricio Gómez Mayorga, singular activista de ultraderecha que formaría parte de los organizadores del desagravio a la Catedral cuyas campanas habían saludado la llegada de la primera gran marcha del Movimiento Estudiantil. Una pareja de los estudiantes mencionados acompañó a quien esto escribe a la junta del Colegio y cuando fueron invitados a salir, manifestaron su decisión de quedarse sin voz ni voto en vista de que no había ningún reglamento que lo impidiera. En reuniones sucesivas, entregué propuestas por escrito que nunca fueron discutidas. Todo cambió tres años después con la ocupación de la dirección de la Escuela y la decisión de asamblea de impedir el regreso de las autoridades para fundar el autogobierno.

Influyó en todo esto la orientación anarquista de Germinal, hijo de un profesor catalán de esta tendencia. Ya en 68, recuerdo mi sorpresa al recibir del grupo de estudiantes de avanzada, un ejemplar de un Manifiesto situacionista de Montpellier, perfectamente desconocido por los estudiantes en lucha. Esta dimensión crítica se hermanó con la tendencia althusseriana difundida en la Facultad de Filosofía por Cesáreo Morales y el autor de estas líneas. Un grupo de brillantes jóvenes de esa Facultad impulsaba la lectura y traducción de La Penséepara, su discusión y dar lugar a una praxis de crítica constante a los demás profesores, especialmente a los marxistas stalinistas instalados en el confort de los manuales soviéticos. Poca atención recibieron de los profesores marxistas más reflexivos: Adolfo Sánchez Vázquez ya ocupado en la filosofía de la praxis con los escritos del joven Marx, Eli de Gortari y la lógica dialéctica con su Seminario de Problemas Científicos y Filosóficos con participaciones internacionales de ambas disciplinas, y Wenceslao Roces, el traductor de El Capital.

Estudiantes con motoneta. Fotografía de Rodrigo Moya

Martha Vilchis, una joven y bella pasante de Historia del Arte de la Universidad Iberoamericana, fue integrada al profesorado del autogobierno por recomendación de Alberto Híjar. Solía decir: “dice Híjar que dice Althusser” cuando en realidad procurábamos difundir Ideología y aparatos ideológicos de Estado para abrirle paso a la reflexión sobre la necesidad de reproducción de las relaciones de producción que tienen en la arquitectura y el urbanismo el lugar y el tiempo de imposición de usos y costumbres del modo de producción dominante. Una pareja de estudiantes me propuso hacer una edición ilustrada que una vez impresa, fue destruida en una de tantas incursiones porriles. Meses después, el autor de las ilustraciones y luego profesor en la UAM Xochimilco, me confesó que era informante de la Secretaría de Gobernación. El Grupo Linterna auspiciaba la discusión teórica y la línea autogestiva apoyada por el politécnico Juan Manuel Dávila inspirado en José Revueltas.

La publicación de una parte de la Historia de la Arquitectura de Leonardo Benévolo, gracias a la edición pirata de los cubanos revolucionarios apropiándose de todo saber que beneficiara a la Revolución cubana, marcó el principio de la revista del Autogobierno. Tuvo que llegar la fundación del posgrado del que fui electo y reelecto coordinador por unanimidad de la asamblea. Dos tendencias se hicieron notar: la del trotskista colombiano Emilio Pradilla, empeñado en reducir la arquitectura a “soporte material de la producción”, y la otra, la de crítica al racionalismo arquitectónico del profesor graduado en el Politécnico, Rafael López Rangel, tenaz investigador de las aportaciones mexicanas como la de los Arquitectos Socialistas con Enrique Yáñez y otras distinguidas figuras que dotaron al cardenismo de grandes instalaciones escolares para la “educación socialista”, conjuntos habitacionales para trabajadores y grandes instalaciones hospitalarias, todo como integrantes de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios entre 1932 y 1940. La influencia de las vanguardias soviéticas y europeas tuvo en Hannes Meyer, quien dirigiera la Bauhaus, un organizador influyente en la fundación de la Escuela de Maestros de Obra que culminaría en la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional. El entusiasmo por difundir esta línea, que tuvo en Juan O’Gorman un impulsor principal desde su cargo en la Secretaría de Educación Pública, dirigida por Narciso Bassols, encontró en Carlos González Lobo un entusiasta difusor al que se sumarían años más tarde Víctor Arias, Carlos Ríos del Politécnico y Ramón Vargas, el celebrado doctor especialista en la teoría de José Villagrán García, inspirada en la filosofía de los valores de Max Scheler para periodizar formalmente la historia de la arquitectura en México, exigida de crítica radical. Tal hacíamos en el Curso Vivo de Arte que durante veinte años probó las necesidades de una historiografía actualizada mediante visitas guiadas en México, Centro, Sudamérica y Cuba, la URSS con la colaboración de Ignacio Márquez Rodiles, venerable dirigente del Frente Nacional de Artes Plásticas de los 50. Ernesto Alva, laborioso coordinador del autogobierno luego de Jesús Barba, ambos miembros del Grupo Linterna, guió una visita a las islas griegas y otra vez, el Curso Vivo de Arte llegó hasta China. “Cuba para Universitarios” se convirtió en un evento anual de fin de año que permitió conocer a los arquitectos revolucionarios Fernando Salinas y Roberto Segre, impulsores de la “arquitectura del tercer mundo” que mucho contribuye a prestar atención a los problemas urbanos y arquitectónicos de los pueblos de América en situación de empobrecimiento continuo por el despojo capitalista. El discurso de clausura del Che en una reunión de la Unión Internacional de Arquitectos en La Habana resulta aportación fundamental para apropiarse de los recursos técnicos necesarios para la construcción del futuro. Seguiremos.

13 de septiembre de 2018 ❧

 

ARTÍCULO SIGUIENTE:

De tolvanera a huracán

0

Leave a Comment