Huellas

Morelos, tierra de mujeres migrantes

Foto 2 GalerasLa mayoría de las mujeres asistían al taller de elaboración de huaraches con sus hijos o hermanos pequeños, pues no tenían con quién dejarlos. Fotografía de Diana Platas.
El empoderamiento como una herramienta de transformación social

Elisa Amparano Dorantes, Diana A. Platas Neri1Universidad Autónoma del estado de Morelos–Escuela de Estudios Superiores del Jicarero, México. elisa.jazmin@hotmail.com.

Desde hace varias décadas, Morelos recibe a comunidades inmigrantes de agricultores. Esta actividad, con el paso del tiempo, se ha convertido en parte de una tradición de las familias, en la que el trabajo de las mujeres es un pilar fundamental para que las jornadas puedan llevarse a cabo de manera óptima.

Acompañados muchas veces de sus familias, Morelos recibe cada año entre tres mil y cuatro mil jornaleros migrantes que trabajan en la zafra de la caña. Según los últimos informes, ocupamos el cuarto lugar en la producción cañera del país. Al sureste del estado, en el municipio de Tlaltizapán, se encuentra el Corporativo Azucarero Emiliano Zapata de Zacatepec (propiedad de grupo Beta San Miguel) del que depende el campamento cañero número 1 Emiliano Zapata, conocido como Las galeras.

Este campamento alberga a aproximadamente 200 familias jornaleras en la temporada de zafra, que va de noviembre a mayo. Los pobladores de Las galeras provienen principalmente de Guerrero. La migración, según nos cuentan los habitantes, se debe sobre todo a la escasez de trabajo, a la ola de violencia en sus comunidades y a la falta de servicios.

Pero también migran por tradición familiar.

Durante la temporada, la CNC (Confederación Nacional Campesina) y la CNPR (Confederación Nacional de Productores Rurales) proporciona servicios básicos, como agua, gas y luz. Y se comparten instalaciones, una cocina comunitaria y sanitarios. Sin embargo, al caminar por los pasillos de Las galeras es notorio el paso del tiempo, el uso constante de las instalaciones, la basura y el deterioro de la construcción.

Al llegar al albergue, lo primero que atrae nuestra atención son los galerones con cuartos formados, uno tras otro; de ahí el nombre de la comunidad. Más allá, vemos la oficina administrativa, un salón y un pequeño cuarto que funciona como clínica, aunque nos dicen que raras veces alguien la atiende. Atrás de los lavaderos, se esconde la primaria multigrado a la que asisten los niños durante la temporada. Son las doce del día y las cocinas comunitarias de Las galeras son escenario de las mujeres que, entre risas, ajetreo y plática, preparan el almuerzo.

Aunque es evidente la demanda de mejoras de servicios en la comunidad y de las condiciones de trabajo de los jornaleros, ha llamado nuestra atención la situación de las mujeres que se quedan a laborar en el hogar y cuidar a sus hijos, a la vez que preparan y envían alimentos dos veces al día para sus maridos, hermanos o hijos que se encuentran en el campo.

Este trabajo agrícola es físicamente muy demandante, por lo que resulta una actividad mayoritariamente llevada a cabo por hombres, aunque también se ven a algunas mujeres viudas o solteras en el corte de caña. En este contexto, no tienen acceso a una actividad remunerada, pues el hombre es el que gana y aporta, lo que conlleva a una dependencia económica de sus esposos, parejas o padres. Esta dinámica contribuye a una situación desfavorable que muchas veces vulnera el acceso a sus derechos más básicos, como un desarrollo personal o a vivir libres de violencia.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala que si queremos crear economías más fuertes y mejorar la calidad de vida de las mujeres, las familias y las comunidades, es fundamental empoderar a las mujeres para que participen plenamente en la vida de su comunidad. Invertir en el empoderamiento económico de las mujeres contribuye directamente a la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico inclusivo.

Pero, ¿qué es el empoderamiento? A la par de los estudios de género e identidad, se ha discutido y revisado sobremanera este constructo. El proceso de empoderamiento implica cambios en la identidad, en la forma de percibirse a sí mismas y, desde ese lugar, percibir a las y los otros. En este proceso, se empieza con la búsqueda de tiempos y espacios propios para que las mujeres reexaminen sus vidas en forma crítica y colectiva. Kabeer lo define como la expansión de las habilidades de las mujeres para hacer elecciones estratégicas de vida en un contexto que previamente les estaba negado.

La UAEM, en su sede en Jicarero, Jojutla, a través de algunos estudiantes de psicología, respaldó un taller de capacitación en el que diseñamos un programa de accion investigación particiapativa que dotara a estas mujeres de habilidades que les permitieran acceder a nuevos medios de subsistencia y adaptarlos a sus necesidades, acompañado de dinámicas relacionadas con el autoestima, el autocuidado y la autoeficacia, desde una postura crítica en la que ellas eran las protagonistas y cocreadoras de dichas dinámicas.

El taller de huaraches fue un primer paso que las motivó a seguir aprendiendo y a buscar nuevos talleres. A nosotros, como estudiantes, también nos motivó mucho para vincularnos con la comunidad, aplicar elementos teóricos y buscar apoyos para realizar los talleres. Empoderar y trabajar con este colectivo no sólo es fundamental para el bienestar de las mujeres, familias y comunidades migrantes, sino también para la productividad económica del estado y del país, dada la amplia presencia de mujeres apoyando o realizando actividades agrícolas. ❧

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